Mario Góngora, joven lector enamorado
<P>Publican el <I>Diario</I> que el premio nacional de Historia llevó entre 1934 y 1937. </P>
Thomas Mann, Marcel Proust, Reiner Maria Rilke. Especialmente este último. El 9 de marzo de 1984 La Segunda publicaba una entrevista con Mario Góngora. De la Escuela de Chicago, el marxismo leninista y no leninista habló el premio nacional de Historia 1970, pero también del trío ya señalado. Son, dijo, "escritores que no han formado parte de mis hobbies, sino que han estado cerca de mi corazón". Y viendo las cosas de cerca, ya lo estaban medio siglo antes.
Predilecciones, dudas, esperanzas y entusiasmos recorren las 550 páginas del Diario de Góngora, para no mencionar su hambre de lector erudito.
Entre los 19 y los 23 años (1934-37) se fue forjando un carácter y una orientación intelectual sui generis, que darían pie a un legado reconocido en las dos principales universidades chilenas, así como por izquierdas y derechas. Se notó en el lanzamiento del libro, en la librería del GAM: primer volumen de una serie que remata con el clásico Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, es una rara asociación entre las Ediciones UC y Editorial Universitaria, por un lado. Por otro, convocó a académicos de la Católica y de la "U". Atentos todos a descubrir las nuevas viejas palabras del maestro.
Leonidas Morales, editor del diario de Luis Oyarzún, se hizo cargo de la presente edición crítica. Llamó su atención en primer lugar que el de Góngora no se inscribiera en una libreta pequeña y manuable, sino en un libro de cuentas de los que usaban los comerciantes antiguos. "Resulta seductor ver en estas anotaciones el 'saldo' de los días, de lo ganado y lo perdido en cada uno de ellos", anota en el prólogo.
El joven estudiante registra lo que le pasa y lo que siente. También sus certezas e incertidumbres: entre las primeras, su fe religiosa que lo hace considerar la vocación sacerdotal; entre las segundas, las contrariedades asociadas a su poco interés en la carrera de Derecho, aún si egresó de la UC en 1936 como mejor alumno. Y acaso una fascinación con su tiempo, como apunta en 1935: "¡Qué interesante es vivir en la época de Mussolini, de Hitler, de Roosevelt y de Stalin!".
Góngora es un lector como pocos. Entre 1934 y 1937 habría leído al menos 666 libros que recorren buen camino de la reflexión occidental, de Platón a Spengler, de San Agustín a Pascal, cuyos Pensamientos ocupan acá unas 10 páginas. Querellas religiosas del Medioevo corren a la par de comentarios musicales sobre Mozart y Haydn, así como reseñas de Dostoievski, Dickens, Racine y Tolstoi. El hispanismo lo acerca a Espronceda, Quevedo y Fernández de Moratín, mientras que Magallanes Moure, D'Halmar y Pérez Rosales figuran entre los chilenos.
Y está, antes incluso, el enamorado candoroso y hasta trágico. El mismo que reporta durante un año completo sus entusiasmos y desencantos con Inés Fleischmann ("la he visto: ha sonreído") y que luego sigue con otras dos mujeres que lo desvelaron. Ya al cierre, el 21 de diciembre de 1937, no deja de hacer preguntas: "¿Qué es la vida, dónde cogerla?".
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