Marsella: el encanto del Mediterráneo francés
<P>La segunda ciudad de Francia es un conjunto de buenas playas, excelente gastronomía y una multiculturalidad que palpita en sus bohemias calles, una de las razones por las que fue elegida Capital Europea de la Cultura del 2013.</P>
Algo tienen los atardeceres de Marsella. Un naranjo añoso, ¿vintage?, cae sobre sus edificios, sobre las embarcaciones del puerto viejo, sobre los jugadores de petanqué (la bocha francesa) que gastan los últimos momentos de sol riendo con los amigos, practicando uno de los juegos más populares de Francia, mientras unas gaviotas planean y un vendedor insiste que su té con menta es el mejor de la ciudad. Y un aire romántico se instala, digo, la suma de puerto desgastado, Francia, puesta de sol y aire marino, gatilla una especial atmósfera (¿poética?) o tal vez son las chicas que pasan camino al barrio de Le Panier porque se viene la noche, la fiesta, el verano en este puerto del Mediterráneo.
"Es imposible entender Marsella si su luz te resulta indiferente", escribió el autor francés Jean-Claude Izzo (el que, tal vez, mejor ha retratado la ciudad) en un pasaje de su novela Soleá. "Se puede palpar. Incluso a las horas más calurosas, cuando te ves obligado a bajar la vista", agrega.
Situada en el sur de Francia, es la segunda ciudad en importancia y la más antigua de este país, con una potente vida comercial y una no muy grata, aunque cierta fama de mafiosa y que ha sido llevada a libros y películas (la más reciente es la película de 2010 protagonizada por Jean Reno, El Inmortal).
Pero la verdad es que este último dato funciona a estas alturas como atracción turística, al menos es lo que dice Yaan, un oriundo de Marsella que toma una copa de vino junto a su novia en La Part des Agnes, un "bar à vin" muy cerca del puerto viejo y favorito entre locales (www.lapartdesanges.com), sitio ideal para el aperitivo. El mismo Yaan nos recomienda que crucemos al otro lado del puerto y vayamos al barrio de Le Parnier para cenar y luego a la zona de Cours Julien si queremos alargar la noche. Y le hacemos caso y subimos y nos perdemos por las populares y encantadoras callecitas de Le Panier, antiguo refugio de marinos, de coloridas fachadas, cuya mala fama ha sido reemplazada por restaurantes, cafés, bares, tiendas y panaderías, y uno de los más claros ejemplos de la multiculturalidad característica de Marsella (Italia, Armenia, Norte de Africa, China, Vietnam y muchos más).
Buena parte del barrio fue dinamitada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial e imaginamos esos años en un pequeño restaurante italiano (dicen que las pizzas de Marsella son insuperables, afirmación muy cuestionable) llamado Au Lamparo (www.aulamparo.fr), pero nos comentan que, algunas cuadras hacia el interior, hay un muy buen restaurante de pescados y mariscos, La Boite à Sardine (www.laboiteasardine.com), donde es menester probar un plato típico de estos lares, la bullabesa: delicioso caldo lleno de frutos del mar (aunque si quiere jugar aún más de local, puede saborear la sopa de pistou). Para el postre, camine por la rue de l'Évêché hasta la plaza des Treize Cantons, donde podrá comprar los famosos chocolates de La Chocolatière du Panier, o beber un pastis, típico anís de Marsella, en el no menos famoso bar Treize Coins. Y no olvide buscar en este barrio una de las joyas arquitectónicas de Marsella, la Vieille Charité (www.vieille-charite-marseille.org), antiguo hospicio terminado en 1749, de estilo barroco, que hoy acoge a varios museos.
Si se quiere aprovechar las noches de verano, vaya a la zona de Cours Julien-La Plaine, barrio de interesantes grafitis y bohemia, con varios bares -como los divertidos Le Petit Pernod o La Tasca-, además de pequeños restaurantes (chez Gilda), especialmente en la calle des trois rois. Si quiere música en vivo, Planet Mundo K'Fe es el lugar (y donde se presentó Chico Trujillo hace unos días, 50 Cours Julien) y otro que destaca en Marsella es Le Paradox (www.leparadox.fr)
Playas mediterráneas
Un domingo soleado es la perfecta excusa para aventurarse hacia uno de los principales atractivos de este puerto y una de las razones por la que es visitada por turistas de todas partes del mundo, sus playas. Dentro de Marsella, dos que destacan son Chez Dédé y Vieille Chapelle, pero si la idea es realizar un paseo por el día o por unas cuantas horas, la localidad de Cassis, situada a unos 30 kilómetros de la ciudad, es una muy buena opción. En el camino encontramos las vistas desde las atractivas panorámicas de Calanques of Sugiton, profundos barrancos de piedra caliza que contrasta con el color celeste del mar. Cassis es un pueblito que, la verdad, puede estar atestado los fines de semana del verano, pero bien vale la pena por sus playas, su puerto salpicado de coloridos botecitos, sus helados, crepes de nutella o miel y algunos buenos restaurantes, como La Presqu'Ile (www.restaurant-la-presquile.fr).
Otros interesantes paseos son hacia La Calanque de Niolon, un tranquilo y hermoso lugar ubicado a unos 20 minutos desde Marsella y al que se llega en un tren que pasa entre la montaña y el mar; el paseo la L'île du Frioul, archipiélago de cuatro islas situadas a unos cuantos kilómetros de la costa frente a Marsella y que se hizo conocido gracias a la novela de Alexandre Dumas, El conde de Monte cristo; y finalmente, L'Estaque, una pequeña villa marinera francesa situada al noroeste de Marsella, retratada por Paul Cézanne y donde las puestas de sol combinan a la perfección con los panisses, deliciosas masas fritas con azúcar flor.
Guía
Cómo llegar
Dependiendo de la fecha, un vuelo a París tiene un costo aproximado de US$1.500. Para llegar a Marsella, diversas aerolíneas de bajo costo vuelan desde las capitales europeas.
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