"McNamara entendió que en muchos asuntos cometió grandes errores"

<P>Según Morris, el ex jefe del Pentágono y arquitecto de la incursión norteamericana en Vietnam, fallecido esta semana, "se arrepintió de la actitud mental que estuvo detrás de las decisiones que tomó" en el conflicto bélico, más que de la guerra misma.</P>




Errol Morris es una de las personas que mejor conoció la mente de Robert McNamara, el ex secretario de Defensa de las administraciones de John Kennedy y Lyndon Johnson y "arquitecto" de la guerra de Vietnam, fallecido el pasado lunes. Director del documental The Fog of War (Niebla de guerra) que obtuvo un Oscar, Morris tuvo para dicho propósito acceso privilegiado a McNamara. Precisamente en ese filme, el ex jefe del Pentágono reconoció una serie de fallas cometidas por su país durante el conflicto del sudeste asiático.

El nombre de McNamara despierta odio en mucha gente. Se lo ve como el símbolo de una guerra innecesaria y especialmente cruel. ¿Comparte esa opinión?

No, fue un tipo sumamente complejo, al que sería injusto ver de forma unidimensional. Hubo en él un proceso mental evolutivo y entendió que en muchos asuntos cometió grandes errores. Otras cosas que se le atribuyen no fueron culpa suya, sino de un gobierno al que quiso ser leal.

¿Llegó a arrepentirse?

Se arrepintió hacia el final de su vida, creo yo, pero no del mismo modo en que alguien se arrepiente de un delito o un error. Se arrepintió, más que de una guerra que costó tres millones de muertos, de haber creído que era posible solucionar el mundo de forma ordenada y racional. Se arrepintió de la actitud que estuvo detrás de las decisiones que tomó.

¿El llegó a dudar de esa guerra durante su conducción?

Enormemente. Al menos, eso me confesó en el documental y en las horas que conversamos fuera de cámara. A mediados de los 60, ya veía que esa guerra era un agujero negro, un pozo sin fondo. Pero él era parte de un Estado, no un gobierno: un Estado, que estaba jugándose su prestigio y solidez histórica en ese conflicto, y se jugó por él hasta el final.

Lo que nunca quedó claro fue por qué él aceptó hablar tan descarnadamente para el documental.

Yo tampoco lo sé y no éramos amigos. El se sintió tentado de al menos intentarlo cuando le hice la propuesta. Luego fue interrumpiendo la grabación y exigiendo que le mostrara las partes editadas para ver si continuaba. Pero nunca me dijo que le gustaba lo que hacía: simplemente aceptaba seguir hablando.

Usted le pidió varias veces hablar en público sobre su posición en contra de la guerra de Irak, pero él nunca quiso. ¿Por qué?

Yo creía que precisamente por haber sido el símbolo de la participación estadounidense en Vietnam él podría ser muy eficaz en su oposición a la ocupación de Irak. Pero sólo lo hizo en algunas declaraciones en el extranjero, nunca aquí. No sé por qué. Intuyo que creía que si hacía eso estaría minando su patriotismo, el patriotismo de quien había aceptado pagar el precio de ser símbolo del mal ante millones de personas por su país.

¿Qué lo sorprendió más de sus conversaciones con McNamara?

La más chocante fue que EE.UU. estuvo a punto, en tres ocasiones, de ir a la guerra nuclear con la URSS. La presión del Pentágono fue aparentemente enorme en ciertas crisis con Moscú para adoptar una línea intransigente y la disposición soviética era mayor de la que se creía. Y quizás no es menos chocante que McNamara acabara siendo un partidario de eliminar las armas nucleares.

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