"Me parece que el cine español sigue en estado crítico"
<P>El realizador de <I>Las bicicletas son para el verano</I> está en Chile.</P>
El cineasta, actor y director teatral madrileño Jaime Chávarri conoce Latinoamérica al revés y al derecho. O, más bien, casi toda Latinoamérica. Acostumbrado a realizar talleres sobre cine y dirección de actores en varios países del continente, a Chávarri sólo le faltaba por conocer Chile entre los hispanohablantes. El otro, claro, es Brasil.
Desde hoy, el realizador saldará la deuda con una serie de talleres en la Universidad SEK (Santa María 0760), hasta el domingo, desde las 10.30 a las 13.30 horas. Su presencia se enmarca dentro del desarrollo del Festival de Cine y Literatura Fesek, que parte el jueves y mostrará cinco de sus películas: El desencanto (1976), Las bicicletas son para el verano (1984), Las cosas del querer (1989), Besos para todos (2000) y Camarón (2005). Toda la programacion puede verse en Fesek.cl.
Hombre ligado al teatro (pronto dirigirá en Madrid Salomé de Oscar Wilde), Chávarri es también actor y participó en Qué he hecho yo para mercer esto y Matador, dos de las primeras cintas de Pedro Almodóvar. Además, este año tuvo un rol en la uruguaya El apóstata, de Federico Veiroj. "El cine latinoamericano está muy bien. Del chileno no he visto mucho, pero me gustó Gloria, de Sebastián Lelio. Otra muy buena era la uruguaya Whisky", dice al teléfono desde Madrid.
En Chile se conocieron sus películas como Las bicicletas son para el verano y Las cosas del querer ¿Cómo las recuerda?
Cuando hicimos Las bicicletas son para el verano (que es sobre un muchacho y su familia en los primeros años del franquismo) tenía el reto de estar a la altura de la obra teatral de Fernando Fernán Gómez, que había sido un exitazo. Me encargaron el proyecto y finalmente creo que salí bien parado. Es más, fue una de las cintas más taquilleras de ese año en España. Yo soy un director de encargos y nunca he tenido pretensiones de ser un autor o intelectual. Así fue como, a fines de los 80, dirigí Las cosas del querer, que en el fondo es una cinta sobre la copla, un poco con elementos de pastiche del cine folclórico de los 40. Le tengo un gran cariño y ahí contábamos un poco la vida durante los primeros años del franquismo de una manera más ligera y amable. Al revés de Las bicicletas...
Antes, en los 70, había hecho el documental El desencanto...
Sí. Otra película de encargo. Me la pidió Elías Querejeta, el productor de Mamá cumple 100 años y El espíritu de la colmena. En principio iba a ser un filme sobre la familia de un poeta franquista como Leopoldo Panero, pero el estreno coincidió con la muerte del dictador. Eso le dio una connotación especial.
¿Con la distancia, cómo ve el período de la movida española?
Todo fue muy rápido. Cuando se empezó a hablar de ella, ya se había acabado. Fueron cinco o seis años de agitación cultural casi exclusivamente madrileña y que incluso hasta tuvo un atractivo turístico: la gente venía a Madrid para ver qué pasaba. Ahora, no es que todos tuviéramos la etiqueta de la movida en los brazos. La movida era algo abstracto, pero quienes circulaban dentro o alrededor de ella eran quienes le daban el carácter. Es decir, cineastas como Almodóvar y pintores como los Costus hubieran existido con o sin movida.
¿Qué le parece el estado del cine español, que en el 2014 tuvo récord de público?
Me parece que sigue en estado crítico. Por más que a una película le vaya bien comercialmente no significa que sea buena. El cine español depende mucho del dinero de la televisión y los criterios de los ejecutivos que trabajan ahí no son cinematográficos, sino más bien comerciales. Es por eso que en el cine español de hoy falta esa película de rango medio, que es la que antes llegaba a Cannes o Berlín, por ejemplo. Por lo menos yo tuve la suerte de trabajar en la época dorada del cine español, a principios de la democracia, cuando lo que importaba era el autor, el director de cine.
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