Memorias del nieto de Hemingway narran la conflictiva historia familiar

<P>Se publica en español <I>Los Hemingway, una familia singular. </I></P>




Durante el día era un médico de una pequeña localidad agrícola de Montana, EE.UU. Un hombre atractivo, casi un seductor. Por las noches se ponía una peluca, vestido, zapatos de taco alto y medias, y se paseaba por los bares de camioneros y agricultores como una mujer. Eventualmente, la comunidad del pueblo de Missoula terminaría aceptándolo, pero el comidillo jamás cesó: ese travesti era el hijo de Ernest Hemingway.

El menor de los tres hijos del autor de Adiós a las armas, Gregory Hemingway, fue también el más disfuncional: después de cuatro matrimonios, un largo alcoholismo y diversos problemas con la ley, murió preso en una cárcel de mujeres en 2001, cuando ya había asumido la identidad de Gloria. Su padre no llegó a verlo, pero su pequeño Greg se había cambiado de sexo, lanzando por la borda la legendaria reputación masculina y ruda del apellido Hemingway.

Más que la oveja negra de la familia, Greg podría ser otro síntoma de una genealogía turbulenta. Eso es lo que postula su hijo, John, nieto de "Papa" Hemingway, en su libro de memorias Los Hemingway, una familia singular. Recién publicado en España, el volumen explora las fisuras del enorme narrador americano. Inscribe su historia de cazador y soldado impulsivo en la de un depresivo que se suicidó siguiendo la huella de su padre y un hermano.

"He querido entender a mi padre y arreglar las cosas con él", contó John Hemingway, que pasó 10 años sin hablar con Gregory. Tras su muerte, investigó en su familia. "En el proceso he visto lo obsesionado que estaba mi padre de manera similar con el suyo (Ernest), con el que mantenía una relación de amor-odio. Lo detestaba y a la vez lo extrañaba, y se sentía culpable de su suicidio en 1961", agregó.

Adictos y depresivos

Ocurrió cuando Greg tenía 12 años. Su padre lo descubrió vestido con las medias de su madre. El estallido de rabia de Hemingway con su hijo nunca se acabó del todo. Nacido en 1931, el tercero y último hijo del escritor fue el segundo que tuvo con Pauline Pfeiffer, a quien abandonó oficialmente en 1940 por la periodista Martha Gellhorn. Greg y su hermano Patrick pasarían los veranos con su padre, en EE.UU. y Cuba, pero su educación, según Una familia singular, estuvo a cargo de una institutriz alcohólica.

Mientras su hermano Patrick llegó a ser un cazador profesional en Africa, Greg mantuvo una incendiaria relación con Hemingway. Después de la historia de las medias, en 1952 la ropa de mujer volvió a ser un problema: Greg le robó prendas a Gellhorn en Cuba, desatando una discusión que se extendió a las cartas. "Delincuente adolescente" y "buitre" llamó Hemingway a su hijo, diciéndole que era víctima de una "condición patológica" y que no era "capaz de comportarte como un hombre". De vuelta, Greg lo llamó "monstruo abusivo empapado en ginebra" y le advirtió que moriría "sin que nadie te llore ni te quiera".

Más allá de la relación que mantuvo con Greg, Una familia singular también sigue los sistemáticos fracasos matrimoniales del autor y su depresión silenciosa. Y reconstruye el árbol genealógico del escritor, dando una descripción lapidaria: una familia neurótica aquejada por una bipolaridad latente. La enfermedad acorraló a una de las nietas del autor: la actriz Margaux falleció a causa de una sobredosis cuando se cumplían 35 años del suicidio de Hemingway.

Historia de la agitada e intensa vida privada de Hemingway, Una familia singular fija la mirada en su hijo más inesperado para retratarlo a él. Dice el nieto, hablando del novelista y su hijo: "Los dos eran frágiles, dependientes emocionalmente, hombres con una gran sensibilidad y marcados por trastornos de bipolaridad, adicción al alcohol y enormes depresiones, que los dejaban postrados en cama. Mi padre fue quizás más valiente: él pudo aguantarlo hasta el fin de sus días. No se suicidó".

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