Merlo, el curioso destino de montaña argentino
<P>No es muy difundida internacionalmente, pero la provincia de San Luis posee una localidad muy apetecida por los turistas locales. Se trata de Villa de Merlo, que ofrece un paisaje montañoso y panoramas muy inusuales dentro del país vecino. </P>
SI EN CHILE alguien dice "voy a ir de vacaciones a Merlo", seguramente nadie sabrá de qué lugar está hablando. Pero en Argentina, esta elegante villa de la provincia de San Luis sí tiene su fama bien armada y el "ay, mirá vos, si es un lugar tan bonito" es un comentario más o menos generalizado.
Por acá dicen -tanto habitantes como visitantes- que la ciudad "es como Punta del Este". Cosa curiosa, ya que el mar está a más de 1.000 kilómetros de distancia y tampoco hay grandes lagos ni ríos que puedan hacer entender la analogía de buenas a primeras. Aunque después de un vistazo rápido, sus casinos, restaurantes de primer nivel, vida nocturna movidísima y una amplia oferta hotelera dan cuenta de que la expresión no es tan exagerada.
En Merlo encontraremos muchas zonas verdes, casas de madera bien adornadas, locales tipo emporios o "el almacén de la abuela". Si lo miramos de manera objetiva, tiene un ambiente más parecido al de San Martín de los Andes que al de Punta del Este. Un aire patagónico, quizás, aunque se encuentre a medio camino entre Mendoza y Buenos Aires.
Pero lo intrigante es entender cómo tal nivel de infraestructura llegó a parar aquí, a los límites de una provincia mucho más conocida por sus controvertidos caudillos políticos que por sus atractivos turísticos. Aparentemente, la respuesta está en las sierras de Comechingones, un cordón montañoso de nombre algo gracioso y sonido mexicanote, a cuyos pies se encuentra la localidad y que ha generado a su alrededor un montón de otras maravillas naturales, como quebradas, cascadas y riachuelos.
Estos encantos atraen sobre todo a los porteños, para quienes este ambiente de montaña es toda una excepción en el llano paisaje argentino. Basta un pequeño vistazo para darse cuenta de que aquí los merlinos (así es el gentilicio local) son minoría. Y en esto las cifras son claras: en seis años, el número de habitantes de la ciudad aumentó de seis mil a casi 20 mil, producto de personas llegadas principalmente desde Buenos Aires, que conforman el 80% de la población. Además, el 90% de los turistas también provienen de la capital.
Y los porteños, obviamente, trajeron lo suyo: durante las noches de verano, el tango resuena en la Plaza Marqués de Sobremonte, en pleno centro, y apenas empieza la música, un montón de parejas saltan a bailar a la luz de los focos de la plaza. Alrededor, las calles se abarrotan de gente y en el aire se siente el tentador aroma a chivito asado, que cada restaurante se esmera en exhibir. En la Avenida del Sol, la con mayor actividad, los pubs y cervecerías prontamente comienzan a verse atestados de jóvenes, mientras el Casino Flamengo, ubicado en la misma calle, se prepara para una noche ajetreada.
Como toda ciudad a los pies de un cordón montañoso, en Merlo, las calles se suben y se bajan y rara vez uno se encuentra con una zona en planicie. A diferencia de lo que sucede durante la noche, en horas del día las calles se ven casi sin movimiento. Lo que pasa es que todo el mundo, desde bien temprano, aprovecha el día para tomar los diferentes tours que se ofrecen en los alrededores.
Una gran cantidad de puntos naturales interesantes pueden ser descubiertos a través de trekkings, cabalgatas, paseos en mountain bike y excursiones en 4x4. Las caminatas no son muy exigentes y no duran más de 45 minutos. Los circuitos generalmente recompensan con un refrescante baño en pozones naturales junto a las cascadas, de aguas a temperaturas bastante agradables. Saltos concurridos son los del Tabaquillo, del Tigre, la cascada Olvidada y el chorro de San Ignacio, ubicado en los alrededores de Villa Larca, poblado 33 km al sur de la ciudad.
El circuito más reconocido es la subida al Filo Serrano, un sinuoso ascenso a 2.150 m de altura, desde donde se tiene una gran panorámica de las planicies pampeanas y de Merlo. El camino desafía las quebradas, aunque es poco común que ocurran accidentes y el trayecto se muestra bastante seguro. De igual forma, no se recomienda subirlo por cuenta propia, y lo mejor es contratar tours con valores desde US$ 7. Ya en altura, el paisaje cambia abruptamente. La sierra, cubierta por paja brava, contrasta con el verde que se ve en las cercanías de Merlo. Varios miradores permiten contemplar a grandes distancias toda la planicie en 360°. El más importante de estos puntos de observación es el Mirador del Sol, que en horas de la tarde se repleta de gente que espera contemplar el atardecer. Un broche de oro para este tour, que deja con tiempo y energía suficiente como para preparar otra movida noche en la ciudad.
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