Meshuggah: el regreso de la banda que revoluciona el rock pesado

<P>Tras 25 años y un tardío reconocimiento, el grupo sueco es un caso aparte en el metal. </P>




Tony Bennet, Sammy Davis Jr. y Meshuggah, todos en una misma categoría para Mike Patton: le emocionan hasta las lágrimas. Pero en el último caso, calificado en biografías de metal como avant-garde -uno de los diez artistas clave del género para Rolling Stone-, las sensaciones se radicalizan. Cuando el multifacético cantante vio en directo al grupo sueco, quedó pasmado. "Yo estaba muy impresionado. Me dieron ganas de renunciar". Es lo que pasa cuando se descubre al conjunto formado en 1987 en la ciudad universitaria de Umeå, al norte de Suecia. La técnica y el concepto de Meshuggah abruman.

Lo intenta explicar la revista Spin en su entusiasta reseña sobre Koloss, el séptimo álbum del conjunto editado el 26 de marzo: "Nada se siente seguro cuando estás escuchando a Meshuggah". Para la publicación, el cóctel lleva el Reign in blood de Slayer, el compositor disonante Krzysztof Penderecki, y gotas de free jazz. La curiosidad que despiertan, que sólo en la última década superó los cercos de los fans metaleros, ha llegado a la academia. La publicación de teoría y análisis musical ligada a la universidad de California, Music theory spectrum, dedicó un estudio al complejo entramado rítmico y sónico del grupo.

Es que si desde Suecia se ha reescrito el pop con Abba, Roxette y productores como Max Martin (Britney Spears, Katy Perry), con Meshuggah nació un nuevo género: el "djent", onomatopeya replicante del gutural sonido de las guitarras de ocho cuerdas afinadas en tonos más graves por Fredrik Thordendal y Mårten Hagström, en mixtura con el pastoso bajo de Dick Lövgren. Las cuerdas cruzan la endemoniada polirritmia del baterista y letrista Tomas Haake, consumado en disociar tiempos, más el bramido del cantante Jens Kidman, una especie de robot parlante desquiciado, tono coherente con la vocación lírica del grupo, obsesionada con la deshumanización. El resultado final es un virtual caos orquestado con bordes progresivos. En la mayoría de las canciones de Meshuggah cunde la sensación de oír más de un tema a la vez.

Estos "genuinos pioneros" y "constante fuente de inspiración" según Danny Carey, batería de Tool -otros miembros de la realeza del metal pensante-, lanzaron Koloss tras cuatro años sin disco. La edición británica de la revista Metal Hammer lo calificó como "verdaderamente fenomenal", mientras el reputado sitio Allmusic estima que buscan "demostrar que otras bandas no solo no están en la misma liga que ellos, sino que ni siquiera juegan el mismo deporte". Para la BBC este paso evoca la evolución entre el primer Terminator y el de la segunda parte: "Es como si esta amenaza industrial se hubiera humanizado un poco".

Efectivamente, en su brutalidad Koloss posee una cadencia -un groove- aún más estilizado que en anteriores álbumes, con un toque más orgánico y fluido. Así Meshuggah fortalece su posición como una máquina de metal extremo y progresivo, habitante de una dimensión propia y muy, pero muy lejos del resto.

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