Metafísica griega
Se equivocan los historiadores de la filosofía cuando asumen que los capítulos centrales de la metafísica griega ya estaban escritos hace dos mil años. Mentira: los griegos los siguen escribiendo hasta hoy. Por eso, ahora están de cabeza tratando de cuadrar lo que naturalmente es "incuadrable": cómo gastar mucho ganando poco; cómo pasarlo bien viviendo del crédito; cómo empeñar la palabra un día para desconocerla al siguiente.
Aunque haya fracasado esta semana la tentativa de Georgios Papandreu de plebiscitar el acuerdo de rescate alcanzado poco antes con los líderes comunitarios, y aunque el premier se haya visto en la obligación de convocar a un gobierno de unidad nacional después de su ocurrencia, Europa sigue teniendo la sensación de haberse comprado una bomba de tiempo cuando hace 10 años aceptó a Grecia en la zona euro. En ese momento todo pareció fácil y primó el entusiasmo. Nadie reparó que los griegos tenían una economía con grados de informalidad más propios del tercer mundo que del primero o que eran muy pocos los que pagaban impuestos y muchísimos los que vivían colgados de la seguridad social.
Tuvo que venir la crisis para que el juego de las cuentas nacionales blufeadas terminara. Pero la culpa en realidad no es de Grecia. Descontados ciertos maquillajes contables en los que nadie creía y con los que Atenas tranquilizaba a Bruselas, los griegos no han hecho nada que no hayan venido haciendo desde hace tiempo. Siempre trabajaron menos que los alemanes, siempre se divirtieron más que los belgas, siempre fueron más simpáticos que los franceses.
Ahora, el país está muy complicado, por cierto. Pero tiene algunos factores a su favor. Después de todo, fue ahí donde comenzó Occidente y, bueno, no hay griego que no piense que eso algo debe valer.
Y hay una consabida cuestión de escala que también los protege: cuando le debes cien millones a un banco, el que está en problemas eres tú, pero si es a ti a quien han prestado cien mil millones, entonces el problema es del banco.
Los griegos lo saben y por eso pueden estirar otro poco la cuerda. No necesariamente, claro, porque se los haya enseñado Aristóteles.S
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