¿Metalero o punkie hasta la muerte? Nada es para siempre
<P>Puede que muchos no lo reconozcan, o que incluso sigan vistiendo poleras negras o hasta un camuflado "mohicano". Pero lo cierto es que la edad nos va poniendo a todos más "blandos" a medida que envejecemos. También en la música. </P>
HUBO UN FAMOSO experimento donde el experto en computación y música del MIT, David Marrill, sometió a ratones a maratónicas sesiones de música clásica versus heavy metal durante 24 horas. La idea era probar si esto afectaba sus "habilidades cognitivas" mientras estaban en un laberinto. Los resultados se han mitificado un poco, ya que los roedores de la música clásica se volvieron más prudentes, pero los ratones metaleros -se dice- se habrían puesto "muy violentos".
Pero los resultados de esta clase de pruebas, incluso anecdóticas, que llaman la atención por su correspondencia con ciertos arquetipos asociados tanto a los seguidores de Mozart como a los de Iron Maiden, son rechazados por los hallazgos de recientes estudios que explican por qué relacionamos los estilos musicales con estereotipos. No sólo se ha comprobado que los seguidores del metal, por ejemplo, ocupan esta música como una catarsis colectiva para aliviar el estrés, sino que una investigación demostró que el tipo de música que escuchamos se relaciona con etapas específicas de la vida.
Tras seguir a más de 250 mil personas durante más de una década, científicos de la Universidad de Cambridge comprobaron que las personas usan la música, primero, para establecer una identidad que los defina; pero a medida que maduran, el gusto musical está determinado por la búsqueda de pareja, por la necesidad de expresar cierto nivel intelectual y, más tarde, por empatía emocional. En ese orden. Y no se trata de que mientras más adulto, usted se vuelve más aburrido, sino que la música se ajusta a sus necesidades sicológicas y sociales en cada etapa de la vida.
Otros estudios explican que dos factores influyen en que algunos "se queden pegados" en un estilo hasta avanzada edad: la nostalgia y el hecho de que, a diferencia de otros recuerdos, las remembranzas musicales se fijan en nuestra mente con mayor fuerza. Pero incluso si usted sigue escuchando el mismo rock que en la juventud, es muy probable que, de cuando en cuando, se sorprenda tarareando discretamente una canción que sus amigos más jóvenes calificarían como "mamona". Así de potente es el efecto.
Un CD de dopamina por favor
Como parte del estudio, que fue publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology, se comprobó que cada género musical ajusta con diversos rasgos sicológicos que tienen mayor o menor preponderancia según la edad. La primera categoría es lo que la investigación define como "intensa" y se presenta en la adolescencia. Muchos padres se preguntan, amargamente, por qué su hijo se viste de negro o llega de un día para otro con un tatuaje o un aro en la nariz. Pero el estudio explica que todas son conductas que permiten "hacer frente a los profundos cambios" que se viven en esta etapa de la vida. Lo mismo pasa con la música.
Es aquí donde entran en escena estilos como el punk y el metal. No se trata de que su "niño" se esté volviendo agresivo, como sugieren las ratas de David Marrill, sino que los jóvenes construyen identidad apelando a la rebeldía y usan esta música como una catarsis contra el estrés de enfrentar todos los cambios de la adolescencia. Así lo demostró también un estudio previo de la Universidad Warwick, en Inglaterra, que analizó a más de mil estudiantes entre 11 y 18 años. La energía de la música les ayuda a liberar hormonas como la dopamina, lo que mejora el ánimo y disipa emociones negativas. Si se deprimen (lo que no es tan raro en la adolescencia) esta música les levanta el ánimo.
De hecho, un estudio de la U. McGill, en Canadá, demuestra que el influjo de la música sobre el ánimo es potente: estimula las zonas conocidas como estriado dorsal y ventral, con alzas de hasta 21% de dopamina, ligada también al placer. En comparación, la cocaína aumenta el nivel de esta hormona en 22%. ¿Se explica ahora por qué su hijo se pasa encerrado en la pieza escuchando 10 mil veces la misma canción? Y puede que incluso no sea la misma canción, considere que hay estilos de metal en los cuales todos los temas suenan increíblemente parecidos, al menos para usted. Y claro, porque literalmente, usted ya "está en otra".
La canción no es la misma
Ya en la etapa del adulto joven, los intereses cambian. La necesidad de encontrar una pareja o formar familia lleva a la búsqueda de estilos más "sociables", como la música electrónica o el rithm & blues, estilos que permiten establecer una conexión más íntima con las personas, en especial con el sexo opuesto. "Una vez superada la búsqueda de autonomía, el siguiente gran reto de la vida es encontrar el amor y ser amado", escribe en la publicación uno de los autores del estudio, Jason Rentfrow.
En el libro Este es su cerebro en la música, el sicólogo y neurocientífico de la U. McGill, Daniel Levitin, explica que en esta etapa se apela más a la música que activa la zona frontal del cerebro, encargada de procesar información sensorial y decodificar el lenguaje, lo que explica una mayor inclinación hacia la música más contemporánea o compleja. Dicho de otro modo, si la primera etapa se relacionaba con la independencia, la segunda tiene más que ver con "ser aceptado".
Pero "la canción" vuelve a cambiar a medida que avanzamos en edad, pasando a lo más sofisticado, lo que explica por qué a mucha gente mayor la cautivan estilos como el jazz y la música clásica. Dos factores explican esta preferencia, que principalmente se asienta a partir de la cuarta década de vida. Uno, el carácter más emocional de esta música y que refleja una inquietud más intelectual, rasgos asociados a haber alcanzado un cierto estatus en la vida, en particular cuando ya se han conseguido logros materiales y se cuenta con una familia, dicen los investigadores. La cadencia de esta música calza perfecto, debido a que tiende a apaciguar los estímulos cerebrales. Diversos estudios relacionan la música clásica y el jazz con estados de mayor relajo.
Pero, obvio, nada es absoluto. Los autores aclaran que las conclusiones son generales, ya que hay muchos estilos que trascienden generaciones, como el pop y el efecto que ejerce la nostalgia en nuestros gustos musicales también influye.
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