Meteora, Grecia: Templos en el cielo

<P>El valle griego de Meteora está lleno de un misticismo que aún guarda un trozo de la esplendorosa cultura helénica. Caminar por sus enormes torres de rocas o visitar antiguos monasterios bizantinos es una experiencia inolvidable. </P>




Asombrosamente rectas y cilíndricas, alcanzando los 600 metros de altura, se elevan las gigantes rocas de Meteora que surgen en el lejano valle de Tesalia, a unos 350 kilómetros de Atenas. Aquí, donde se forma una precaria pero a la vez impresionante puerta de entrada a la espina dorsal de la Grecia continental, se vislumbra un enigmático y sorprendente paisaje dominado por el color gris de sus enormes columnas envueltas en frondosas arboledas y coronadas con antiguas joyas bizantinas: un poderoso centro monástico.

Para hallar este tesoro griego, no podemos dejar de visitar las localidades de Kalambaka o Kastraki, asentadas a los pies de Meteora. Ambas son parada obligada para entrar a este mágico bosque de rocas y comparten la peculiaridad de ser habitadas por una gran proporción de hombres; casi no se encuentran mujeres en las tiendas, restaurantes y calles. Además, los habitantes de estos parajes destacan por tener un acento muy agudo que, a veces, los turistas tienden a confundir con acaloradas discusiones.

Cuando por fin llegamos al punto de partida y nos introducimos en su bella ruta, es inevitable sentirse intimidado por este campo de masa rocosa, diseñado gracias a la genialidad de la naturaleza hace unos 50 millones de años, por la erosión que sufrió la llanura de Tesalia tras la acción del mar. Se originó así un escenario paradisíaco, debido a una gran cantidad de peñascos que poblaron el lugar, y gracias al "Todopoderoso", inalterables a través del tiempo. Y es que estas "rocas enviadas del cielo a la Tierra", como la definen los antiguos escritos griegos, poseen una importante inspiración y conexión con Dios, presenciando incluso grandes aconteceres de la historia mundial.

Meteora comenzó a poblarse a partir del siglo XI, cuando ermitaños hallaron en sus extravagantes cuevas el lugar ideal para vivir en soledad y comunicarse con Dios. Siglos más tarde, los cristianos ortodoxos percibieron que las cimas de estas torres serían el sitio perfecto para conservar la cultura helénica y refugiarse de los ataques de sus principales enemigos: los turcos y albaneses. Así, la construcción de su primer albergue fue un monasterio bizantino a cargo de San Atanasio, en 1336, lo que dio pie para crear en este valle una peculiar comunidad religiosa compuesta por 24 silenciosos monasterios, de los cuales con el tiempo sólo seis lograron sobrevivir a los devastadores ataques de las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

Por eso, al visitar Meteora además de contemplar su naturaleza es imperioso retroceder en el tiempo, para conocer su historia y buscar explicaciones para entender lo que es hoy. Así, la inevitable pregunta que asoma y cae de cajón una vez que la mirada se pierde en el cielo avistando los monasterios, es saber cómo sus pobladores fueron capaces de construir en cumbres tan altas y planas. Lo primero es advertir que, afortunadamente para los turistas, en la actualidad existen carreteras e infinitas escalinatas que se tallaron en las propias rocas para acceder a estas coronas bizantinas que cubren los peñascos. Sin embargo, este privilegio existe sólo desde 1920; antes de eso se llegaba a estas terrazas a través de un acto casi suicida, pues el único modo de acceder era subir por redes de grandes dimensiones o primitivos ascensores de cuerda tipo poleo, las cuales se reemplazaban "sólo cuando Dios permitía que éstas se rompieran".

Son numerosos los visitantes que a diario llegan a recorrer este valle. La mayoría opta por un circuito que incluye transporte, dura un día completo y cubre 17 kilómetros, a través del cual se aprecian diversas y espectaculares panorámicas, algunas cuevas de ermitaños y uno que otro alpinista practicando escalada. Aunque el objetivo principal es conocer los monasterios que aún están en funcionamiento, como el Gran Meteora o también llamado de la Transfiguración. Este se empina en la roca más alta y es el más amplio, cobija un importante museo, hermosos frescos muy bien conservados, una cocina y un galpón intacto. Además de los atesorados cráneos de los antepasados monjes que allí habitaron.

Los otros claustros que también pueden ser visitados son el de Varlaam, el de Roussanou, de San Nicolás y San Esteban. Todos tienen la misma distribución, cobran dos euros para entrar y la vestimenta debe respetar las rigurosas normas ortodoxas, es decir, las mujeres no pueden vestir minifaldas ni mostrar los hombros, mientras que para los hombres está prohibido usar camisas sin mangas y pantalones cortos. También se debe guardar completo silencio, por eso muchas veces entrar a un monasterio es otra aventura de este peregrinaje, cuyo premio mayor es alcanzar las inigualables y privilegiadas vistas que cada claustro ofrece.

Otro importante monasterio es el de la Santísima Trinidad, que encaramada sobre la roca más inaccesible, fue el escenario ideal para rodar la famosa serie de James Bond en la película "Sólo para tus ojos", de 1981.

Declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1988, este puñado de rocas que cae del cielo y cuyo poderío monástico de vez en cuando se esconde entre las nubes, es un destino que atrae a quienes gozan de la naturaleza, la historia, la religión y también el deporte. La única advertencia es no ir en pleno verano, pues el intenso sol que arde en las rocas y la escasa e inservible sombra del lugar lo hará sentirse más bien en el infierno que en el paraíso.

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