Mi compañero Piñera
<p>Conocí al Presidente Piñera el primer día de clases del doctorado de Economía en Harvard. Tengo recuerdos de esos tres años en que fuimos compañeros: nuestra vida de estudiantes en la biblioteca, las reuniones en su departamento, las comidas en restaurantes baratos de Boston.</p>
A Sebastián Piñera lo conocí el primer día de clases, en septiembre de 1973. No recuerdo todos los detalles, pero desde entonces nos vimos casi todos los días, o día por medio, durante los tres años del doctorado de Economía en la Universidad de Harvard.
Al final del primer semestre, él se casó, así es que también me hice buen amigo de Cecilia Morel. Si mi memoria no me falla, además escribimos juntos el primer paper académico que ambos publicamos. Desde entonces, nos vemos todos los años. Ha sido una amistad muy estrecha.
Nuestra vida de estudiantes transcurría principalmente en la biblioteca de la facultad. Y parte de la vida era también salir a tomar cerveza o a comer a restaurantes baratos. Y pasábamos, claro, mucho tiempo yendo a clases magistrales. Yendo a clases y bromeando en clases. Hablábamos mucho sobre los profesores, íbamos a los seminarios que se dictaban. Había muchos profesores y personalidades interesantes en el campus, lo que nos daba mucho tema para hablar entre nosotros, incluyendo las discusiones políticas y económicas de esos años.
Pensábamos mucho en todo lo que estaba pasando en Chile. Esto era, por supuesto, luego de que Allende había sido derrocado y Pinochet había tomado el poder, un tiempo muy duro para los chilenos que estaban fuera de su país, que vivían preocupados de lo que estaba pasando, del proceso político y de qué iba a significar para el país.
Recuerdo discusiones con estudiantes latinoamericanos sobre la situación política en Sudamérica y temas de contingencia. El departamento del Presidente Piñera, ubicado en el edificio Peabody Terrace, era un lugar de reunión para muchos estudiantes de Sudamérica, en general, y de Chile, en particular.
Además de eso, teníamos un grupo de estudio con otros compañeros. Lo hicimos para varios ramos. Pasábamos mucho tiempo estudiando en la biblioteca o nos juntábamos en el departamento de Sebastián Piñera. Y también, durante cerca de un año, los dos fuimos asistentes de investigación del profesor Martin Feldstein.
Yo fui el primer babysitter de los Piñera, aunque lo hice sólo una vez. Durante el verano de 1974, nuestro segundo del doctorado, los dos conseguimos trabajo en Washington DC. Ese verano pasamos mucho tiempo juntos. Cecilia era una madre abnegadísima. Era tan dedicada -y tenía sólo 19 años, era muy joven-, que les dije a los dos que necesitaban salir. Les insistí un poco para que salieran, que fueran a comer, al cine. La idea era que yo me hiciera cargo de Manena (Magdalena Piñera) por cuatro horas. Pero apenas la había puesto en su cuna, cuando a los 20 minutos llegaron de vuelta con comida para llevar. Cecilia era muy responsable y no había aguantado estar lejos de su hija por más de unos minutos (además de que creo que no confiaba totalmente en mí como niñero…).
Lo pasaba muy bien con Sebastián Piñera. Estábamos mucho tiempo juntos y nos reíamos bastante. El tiene un gran sentido del humor y yo me divertía cuando conversábamos. Creo que es por eso que nos llevamos tan bien. Sabíamos manejar muy bien la personalidad del otro.
Nunca sentí entonces -y ahora, cuando lo veo, tengo la misma impresión- que fuera un ideólogo o doctrinario sobre cuestiones económicas. Siempre pensé que estaba abierto a considerar todos los aspectos de un problema. A diferencia de muchos de los estudiantes que conocí, de todas partes del mundo (muchos con opiniones muy inteligentes), que estaban seguros de estar en lo cierto, Sebastián Piñera siempre estaba buscando una respuesta. No presumía tenerlas todas. Era un muy buen oyente y un gran contribuyente a la discusión general.
Era extremadamente inteligente. Discutíamos de economía y resolvíamos juntos los problemas teóricos. Trabajaba muy duro, estudiaba mucho y era muy competitivo. Logró terminar su tesis de doctorado en tres años. Era muy poco común que alguien lograra terminar un doctorado de Harvard en tres años.
Fue una época maravillosa: éramos un grupo de economistas jóvenes que tenía mucho tiempo para conversar. Todos hicimos amigos para toda la vida.
De hecho, cuando fui a Chile hace un par de semanas, llevé a otro de nuestros compañeros de clase, Uri Dadush (economista del Carnegie Endowment for International Peace, y antes del Banco Mundial). El fue un gran amigo del Presidente Piñera y su señora, porque vivían en el mismo edificio de la universidad (que era para estudiantes casados). El Presidente no había visto a Uri en mucho tiempo. Y así ha pasado con otros compañeros del doctorado: creo que el hecho de que Sebastián se convirtiera en Presidente lo ha hecho volver a tomar contacto con algunos compañeros. Pienso que eso ha sido un gran regalo para él.
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