Mi manifiesto: Amaro Gómez-Pablos




Me gusta el backgammon, un juego de mesa probablemente más antiguo que el ajedrez. No es sólo estrategia, tampoco es sólo suerte..., es una mezcla perfecta entre lo uno y lo otro, como la vida misma. Te falta o sobrepasas en el equilibrio, te confías mucho en un factor en desmedro de otro y pierdes.

Lo que más recuerdo de mi madre son las postales que hasta el día de hoy le escribe a mi padre cuando sale de viaje, marchando en busca de un sello, caminando después a un buzón, inventando una dirección y depositando la carta aunque hayan pasado 15 años desde que murió Gary.

Un consejo que me dieron y que no sirvió de nada: "No hay mal que por bien no venga...", Es un comentario repetido, vago e inconcluso. La verdad es que depende de uno y su actitud. Si asumes la vida como víctima, no hay por dónde avanzar.

Una situación que me deja completamente impotente: la tozudez de quienes, a estas alturas del partido, todavía piensan que uno anda impostando acentos.

Mi placer más grande: la risa de mi hija.

El pueblo que más admiro es el australiano. Alegres, libres de prejuicios, amigables, ambientalistas, aventureros, multiculturales, divertidos y de gran conciencia social hacia el bienestar del prójimo.

Momentos en los que me he sentido realmente integrado a la historia de la humanidad: en varias coberturas importantes y duras, siendo el minutero de esa otra Historia mayúscula, en Afganistán, dos meses; en Irak, cuatro, y con los 33 mineros de Atacama, un par de semanas en que no daba crédito a lo bien que estaba escrito el guión que presenciamos junto a mil millones de terrícolas boquiabiertos.

¿El cambio más drástico en mi vida? Mi viudez y todo lo que significa ese período de brutal pérdida y añoranza, para después reconstruirse.

Un hombre puede ser amigo de una mujer. Yo lo soy. De varias, empezando por mi mujer. Entiendo la insinuación. Se pasa muy bien desnudo, pero también se puede uno relacionar con el sexo opuesto y ropa puesta.

No me gusta vivir en Santiago. Nada. Es una de las ciudades más hostiles que he conocido. Ruidosa, contaminada, de gente muy poco amable y con pocos espacios públicos donde convivir y mejorar el mal rollo social.

Tengo Twitter, pero lo uso poco por pudor. Me parece narcisista pensar que a alguien le pueda interesar lo que piense o diga cada 20 minutos.

El truco es el siguiente: si mides tu dinero en contraposición a tus deseos, jamás serás feliz, porque siempre desearás más. El millonario se siente pobre a ojos del billonario. Pero si mides tu dinero en contraposición a tus necesidades, uno puede gozar la bonanza de mejor forma a sabiendas de que es posible vivir con menos. El rico que es feliz es el que sabe ser pobre y vive con ligereza.

La situación más límite de mi vida: una bala que casi me revienta la cabeza en Afganistán y la muerte de mi primera mujer por cáncer. Pilar me obsequió la lección, lo que enseña una enfermedad terminal sin padecerla. Vivir la vida como un desahuciado, ojalá con plenitud, a sabiendas de que la felicidad es una disciplina y algo que hay que salir a buscar, porque no cae del cielo.

De mi trabajo odio la ambición desmedida de otros por llegar a conducir sólo por lo mucho que saldrán en cámara. Creo más en los periodistas que obran por motivación, los que gozan vocacionalmente la carrera y por efecto derivado de su compromiso y talento llegan a ser primeros, pero no porque se lo propongan a priori.

Si fuera asesor comunicacional de la iglesia, mi primera medida sería: transparentar primero, pedir perdón después. Y declarar "nunca jamás", conviniendo un protocolo de acción. ¿Suena familiar, verdad?

El humor es la técnica más efectiva para conquistar a una mujer. La risa en pareja es el mejor indicador de la salud de una relación y sus posibilidades. No te metas con quien no te ríes.

En esencia somos buenos. Somos la única especie que se lanza al agua y arriesga la vida por rescatar a un perfecto anónimo en problemas. Capaces de darlo todo por alguien que no conocemos. No hay otro animal que arriesgue el pellejo de esa manera, creo. Lo triste es que el sistema envicia esa entrega.

La mejor edad es definitivamente los 30 que ya no tengo. Es como tener 20, pero con poder adquisitivo.

La primera palabra que aprendí fue tete o teta, no lo tengo claro.

El día siguiente después de morir: sobrevuelo con soplo de besos a quienes ya no puedo abrazar.

La primera vez que lloré mientras trabajaba fue por la violencia de un padre hacia un hijo. Violó el más puro de los amores. El único que no elegimos y el más perfecto, porque nada esperamos a cambio. No hay exigencia que deba rendir un hijo para ser merecedor de la incondicionalidad de un padre... Ese amor es sólo entrega.

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