Mi Manifiesto: Guido Girardi




Mi primer recuerdo es de una vida de gitanos. Mi padre, además de médico, era pintor y nos llevaba a recorrer Chile y Latinoamérica en carpa. Conocí el Desierto de Atacama, el Salar de Surire, Chiloé. Conozco todos los pueblos del país, nos instalábamos en cualquier parte. No fui a un hotel hasta los 20 años.

Siempre me relacioné con la naturaleza. El compromiso que tengo con la ecología se lo debo a los viajes que hice con mis papás. Y con mi esposa se lo queremos transmitir a nuestros hijos. Los agarro y me los llevo a Taltal, vemos las estrellas en Paranal, hemos recorrido pueblos de Bolivia, el norte de Argentina, Ecuador, Perú. Cuando mi hijo chico tenía nueve meses fuimos al Salar de Surire con 30 grados bajo cero. Se apunó, estuvo vasodilatado y tuvimos que bajar.

La paleontología, la biología evolutiva y la astrofísica son mis pasiones. Siempre ando leyendo libros sobre esos temas. Estoy suscrito a todas las revistas de ciencia. La Nature, la Science, la Ciencia y Tecnología.

Tengo nacionalidad francesa. Pero si me dieran la oportunidad de irme a vivir a otro país, elegiría México. Me parece un país apasionante, con una cultura, colores y olores maravillosos.

Para el golpe tenía 11 años. Estaba en el colegio, la Alianza Francesa. Gonzalo Martner era presidente del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y nos llevaba a las marchas. Vivimos un mundo de precocidades y anticipaciones. Yo de chico leía de filosofía y política. Me faltó infancia.

Siempre soñé ser médico. Nunca pensé dedicarme a la política, fue un accidente en la vida. A muchos papás de mis compañeros los mataron, estuve cerca de los Altamirano, de los Martner. El día después del golpe, mi curso era la mitad. Tengo mi cicatriz.

Cuando entré a Medicina en la U. de Chile aún existía el arancel diferenciado. La mitad de mis compañeros venía de poblaciones. En los 80 formamos el movimiento ecologista Pehuén. Hacíamos talleres de fotografía y cinearte, invitábamos a artistas. Me tocó liderarlo, y yo era el único del centro de alumnos que no pertenecía a un partido de izquierda. Me decían amarillo, yo les respondía que era de todos los colores.

Mi pecado es la desconexión. Estar metido en este mundo irreal de las bacterias, la evolución, mirando las estrellas. Disociado del mundo. Tengo tendencia a la introspección excesiva.

Lo más incorrecto que he hecho en mi vida ha sido dedicarme a la política y no a la medicina. La medicina era mi vocación de vida. La política es para mí una atracción/rechazo. Si no hubiese existido Pinochet, yo hubiese sido médico; él fue el disparo vectorial para seguir otro camino distinto al que hubiese seguido en un principio.

Me arrepiento de una inmensa cantidad de cosas que he hecho en política. Tal vez la política se vive mucho desde la arrogancia, desde el narcicismo. Si uno tuviera la oportunbidad, viviría las cosas de manera distinta, porque uno va aprendiendo, va evolucionando.

Dos veces a la semana practicamos karate con los niños chicos en la casa. No tengo cinturón. Mis hijos son cinturón naranjo. Me gusta la filosofía del karate, cercana al budismo, su fundamento filosófico. No me interesa lo marcial, ni verlo como un arma.

No fumo pitos. Recién tomé vino a los 34 años. Apoyo la legalización de la marihuana porque creo que no se debe tratar a los consumidores de drogas como si fueran drogadictos. En el caso de los drogadictos, es absurdo que, además de estar enfermos, se les criminalice.

Mi sueño pendiente es volver a estudiar. Estudiaría Astrofísica, iría a todos los observatorios del norte. Me gustaría hacer un giro, y lo he hecho: soy un amateur informado de esta ciencia.

La política puede ser devastadora, es muy fría. Voy todas las mañanas a atender pacientes al Exequiel González Cortés para seguir siendo médico, para estar al día, pero sobre todo para tener una cuota de humanización. La política puede ser inhumana.

Yo no manejo. Maneja mi esposa, porque es una conductora crónica, le gusta manejar mi vida también. Tenemos un pacto: en el auto, ella maneja y yo leo. Cuando ella no está, tengo un chofer por seguridad y tranquilidad familiar.

No tengo amigos cercanos en la derecha, pero hay gente que aprecio. No es que nos invitemos a comer a la casa, pero podemos trabajar juntos. Longton, Chahuán, Horvath… Y con Moreira: nos llevábamos pésimo y ahora tenemos una excelente relación.

Me crié comiendo la mejor comida: mi abuela era chef, tenía un restorán francés frente al Club Hípico.

Soy nostálgico. Así que escucho música francesa. En mi iPad tengo casi pura música francesa y fado portugués. Pero también me gusta Caetano Veloso, Chico Buarque y el colega Jorge Drexler. De música chilena, me gusta la Francisca Valenzuela.

No tengo religión. Así como les digo a mis hijos que somos hijos de las bacterias, también creo que somos hijos de la supernova, del big bang. Nuestra vida está conectada al universo. Así como las estrellas tienen su temporalidad, nosotros también. Creo que con la muerte volvemos a ser parte del universo, como una nanobacteria.

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