Mi Manifiesto: Jorge Medina, cardenal
Mi familia era bastante grande. Mi bisabuelo paterno tuvo 23 hijos, de una sola señora y sin mellizos. Los parientes paternos el año 2000 éramos 1.000. Conozco a unos 300.
Mi papá no deseaba que yo fuera sacerdote. Tal vez él pensaba que yo iba a ser una persona importante en el mundo civil. A los ocho años, yo ya tenía la idea de ser sacerdote.
Había que hacer tiempo antes de cumplir la mayoría de edad de 21 años. Consulté con un tío que era sacerdote qué estudiar entretanto, y me aconsejó que Derecho me iba a servir. Además, el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica era mi abuelo, y aunque era mi profesor, nunca me examinó, siempre hacía que me examinara otro. No terminé la carrera. A los tres años tenía la mayoría de edad y entré al seminario.
Comencé a imitar el ladrido de los perros de niño. Cuando vivía en la calle Manuel Infante había muchas casas con perros que me ladraban y yo trataba de imitarlos. También le he hecho el empeño con otros animales, como un cerdo o vaca, pero la imitación no me sale tan bien como con los perros.
Voy todos los domingos a confesar en la parroquia, algunas personas vienen a mi casa a confesarse. Me alegro mucho de que alguien se arrepienta de sus pecados y me da pena cuando alguien no reconoce haber hecho una ofensa a Dios.
Al Presidente Pinochet lo vi varias veces por asuntos de la Universidad Católica, de la cual yo era gran pro canciller. En una oportunidad tuve una relación un poco tirante con el gobierno militar, cuando fueron asesinadas dos personas muy ligadas a la universidad. Hice una protesta escrita y formal al gobierno de Chile por encargo de la Santa Sede. No me consta que el Presidente Pinochet haya tenido responsabilidad personal o conocimiento en estos hechos.
El juicio histórico -de Pinochet- se lo dejo a los estudiosos.
Saqué la cuenta de que en mi vida había perdido un año entero en afeitarme, sumando todas las afeitadas, y resolví no perder más tiempo. Las damas me han dicho que me veo bien, los varones me dicen que me veo muy viejo.
Me cuesta hablar de Juan Pablo II, porque conmigo fue excepcionalmente amable y cariñoso, tengo una gratitud muy grande con él. Me llamó a ser obispo auxiliar de Rancagua, después me trasladó a Valparaíso, fue él quien dispuso que me fuera a Roma y quien me creó cardenal. Según el correo de las brujas, sería canonizado este año. Si eso pasa, yo pensaría en ir a Roma.
Nunca pensé que iba a llegar a donde llegué. Pensé que iba a ser párroco o profesor de teología.
Hace 40 años que tengo diabetes, con inyección diaria de insulina. Ya me acostumbré. Es herencia de dos de mis bisabuelas, que eran diabéticas.
Ahora, de viejo, hago todos los días 10 km de bicicleta estática durante media hora y alcanzo a rezar dos rosarios. Es por la diabetes.
Una vez con el Papa Benedicto conversamos qué pasaría si un Papa perdiera el uso de sus facultades mentales. Habría que buscar una fórmula jurídica que fuera operante en esa situación. Pienso que el Papa Benedicto, con quien fuimos amigos, vio el estado lastimoso de los últimos meses del Papa Juan Pablo II y dijo: "Yo no deseo llegar a eso".
Hace poco recibí una carta del Papa Francisco. Me pregunta si estoy bien de salud, pero no puedo decir el contenido de la carta, son asuntos reservados. La carta es en respuesta a una mía.
Este año llevo 400 y tantas cartas y publicaciones enviadas. Las mando a gente amiga, a mis hermanos obispos, al Papa Francisco y a su antecesor.
Envío cuatro cartas por día. Hoy recibí 12 cartas, respuestas a las mías. Una carta corriente en Chile vale $ 470, una carta para Estados Unidos, un dólar. Invierto dinero en eso. Tengo un catálogo con estampillas de todos los valores y una balanza para ver cuánto pesan las cartas y poner la franquicia correspondiente.
No tengo e-mail porque no estoy dispuesto a que me bombardeen con mensajes. Por costumbre, toda carta que yo recibo la contesto. El e-mail me tendría atornillado todo el día contestando mensajes.
Me gustaría no tener reacción negativa hacia las personas que me han atacado. Pero la tengo, la siento, aunque trato de no dejarme dominar por ella. Reconozco que soy un pobre pecador y por eso me confieso cada cierto tiempo.
Yo no tengo secretario. Si me equivoco, rabeo conmigo mismo.
En nuestro querido país se está preparando una ley que equipara en ciertos aspectos a los convivientes heterosexuales y homosexuales a los casados. Eso me parece atroz y considero lamentable que sólo un senador votó en contra. Este hecho demuestra que los valores cristianos están debilitados.
Chile, que es el reino de la ambigüedad, desgraciadamente parece que da lo mismo estar casado o no. Por eso se acuñó el término "pareja", que sirve para un perro y una perra, para dos caturras, dos homosexuales que viven juntos, un marido y una mujer. La palabra "pareja" la considero funesta, porque es la manera de introducir en el lenguaje y en la valoración de la gente la ambigüedad valórica.
Cuando yo veo cualquier maldad, me duele. La maldad es contraria a la ley de Dios y uno como sacerdote y como cristiano está para salvaguardar la ley de Dios. Estuve al tanto de las acusaciones contra el sacerdote Fernando Karadima y de las decisiones de la Santa Sede, las obedezco; pero no por eso he dejado de visitar a Karadima donde él reside.
En la Iglesia no ha habido encubrimientos. Las acusaciones que se han hecho al cardenal Errázuriz me parecen injustas. El actuó como actúa cualquier persona correcta, sin precipitarse. Si uno se precipita puede cometer una injusticia muy grande por no considerar todos los antecedentes.
No he hecho todo lo que hubiera querido hacer. Me hubiera gustado ser más coherente con la fe cristiana, siento que me ha faltado mansedumbre, pero me encomiendo al Señor y espero en su misericordia.
Soy un hombre recio. Mi familia fue de militares, soy descendiente directo, como muchos otros chilenos, muy lejano de un gran rey guerrero, San Fernando III, en el tiempo de la reconquista española. Me siento honrado de ser 28avo nieto de San Fernando.
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