Mi Manifiesto: Juan Carlos Jobet, ministro del Trabajo




Recuerdo la casa donde viví cuando chico, en Los Dominicos. Era un terreno muy grande, como 3.000 y tanto metros. Vivíamos en una casa de madera muy chica que hizo mi papá con un amigo y unos pocos maestros. La fueron agrandando a medida que fuimos naciendo los hijos. Era como vivir en el campo.

Hoy vivo en el Arrayán. A mi mujer y a mí nos gusta vivir allá porque es un poco como vivir en el campo, no tiene veredas, hay muchos perros, mucha vegetación. Con el tiempo me he dado cuenta de que tiene que ver con recuperar mi infancia.

Mis papás se separaron cuando yo tenía 10 años. Mi mamá estaba esperando a mi hermana chica cuando se separaron. Fue triste. Con mis hermanos nos fuimos con mi mamá, quien al poco tiempo se quiso ir de esa casa.

Cuando niño quería ser doctor, cardiólogo. Siempre pensé que iba a ser médico. Pero cambié cuando grande. Yo pienso que era más humanista. A pesar de que estudié Economía, una carrera vinculada a los números, siempre me fue muy bien en la parte verbal. Y siempre me ha gustado leer. Yo soy un ingeniero medio raro, me gustan mucho las letras.

En una época escribí, tomé un taller con Marco Antonio de la Parra, escribí algunas cosas de ficción. Nunca las he publicado. En general, cuando tengo un problema, escribo. Me salen mejor las cosas cuando las escribo.

El lugar con más actividad en mi casa es la cocina; vivimos ahí. Yo cocino de todo, nada en particular. Cocinar me distrae. A mi mujer le gusta cuando le hago wok con salmón o pollo. Me gusta cocinar con las niñitas arriba del mesón. Cocinar con mis hijas es volver a lo esencial de la paternidad, dar alimento. Eso me parece bonito.

No hice mucha política mientras estudiaba en la Universidad Católica. Tenía buenas notas, pero no las mejores de la generación. Farreaba mucho. Era muy bueno para la fiesta.

Me fui a Estados Unidos del 2005 al 2008. Fui a estudiar un MBA a Harvard. Estando allá postulé a la Escuela de Gobierno e hice un máster en Administración Pública. Me fui con la Luzma: nos casamos en septiembre de 2004 y nos fuimos en julio del año siguiente. Haces redes con gente de todo el mundo.

Nunca me planteé ser parlamentario, ese no es mi camino. Yo soy más ejecutivo, me veo más en un municipio en el futuro. Me gusta el contacto con la gente, hacer proyectos, armar equipos, resolver problemas. El ritmo del trabajo legislativo me impacienta.

Conocía al Presidente a través de Rodrigo Hinzpeter. Tenemos una buena relación. Me es muy fácil trabajar con él, porque es muy claro en lo que quiere, lo que necesita, y es muy directo. Soy muy hincha de él.

Comencé a militar en RN en 2010. Es el partido en el que me siento más cómodo, soy de centroderecha pero más liberal, más cerca del centro.

El día de las primarias estábamos en la casa de Andrés (Allamand). Había harta gente, pero la más cercana. Me acuerdo que estábamos viendo los resultados y nos dimos cuenta que íbamos a perder. Fue duro para todos los que estuvimos en la campaña. Y, sobre todo, fue muy duro para Andrés.

Mi esposa me dice que soy operado de los nervios. Soy muy detallista, muy riguroso, trabajo muy duro, pero en general logro mantener cierto equilibrio emocional interno. No me invaden los nervios. Nunca, de lo que recuerdo, he dormido mal en las noches.

La deslealtad me molesta; también la avaricia.

No me avergüenza emocionarme. Soy un tipo sensible y varias veces hablando me emociono. No tengo complejo con verme débil, frágil. Creo que mostrarme frágil es un signo de fortaleza, una señal de que somos humanos, tenemos límites, y si uno puede vivir con eso y demostrarlo, no es una señal de debilidad. Mostrarse siempre duro sí lo es.

Cada día soy menos creyente. Creo que hay algo más allá, una fuerza más grande que nosotros. No creo que todo esto sea resultado del azar, pero con el tiempo he sido más escéptico de los dogmas de fe de la Iglesia Católica, tal cual la propia Iglesia los defiende.

Corro tres veces a la semana. Subo el cerro Pochoco con mis perros. Hace como dos años se me murió un perro en el cerro, le dio un ataque al corazón. Lo tuve que bajar al hombro, pesaba como 40 kilos.

Boxeé mucho en una época, pero me puse más viejo. Cuando era más cabro me agarraba a puñetes.

Me gusta Colo Colo desde chico. Tenía unos primos y un tío que son colocolinos; me llevaron al estadio y desde ahí soy colocolino.

Creo que Michelle Bachelet es una mujer querible, simpática, empática. Creo que la gente siente que ella puede ponerse en sus zapatos, y eso en política tiene un valor enorme, pero no comparto sus ideas. Creo que lo que propone no es bueno para Chile y que no hizo un buen gobierno.

Siento que la política hoy está viviendo una crisis de aprobación y legitimidad. Y que esto pasa en parte porque de repente a los que estamos en política nos cuesta entender que las buenas ideas, las soluciones a los problemas no están en los ministerios, sino en las calles, en las personas, en las comunidades, en las organizaciones sociales. Hay que oír mucho más y hablar menos.

Existen desconfianzas que hay que vencer, estereotipos como que porque uno es de centroderecha, te cuelgan una cuestión de cosas que uno no es. Eso uno lo hace también con gente de izquierda. Nosotros como generación tenemos un desafío en un país que en la época de nuestros papás vivió muy dividido, muy de bandos rivales, en que se enquistaron desconfianzas bien profundas.

Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Camilo Ballesteros me parecen personas arrojadas, gente jugada, con compromiso por lo público, pero creo que renunciaron muy rápido al idealismo. Se pasaron demasiado rápido a la transacción.

Me cargan los conciertos. Prefiero oír un buen disco en mi casa tomando una cerveza. Me gustan los conciertos si son en un lugar cerrado y no estar saltando en la cancha.

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