Mi manifiesto: Laurence Golborne

<P>Mi padre fue un hombre que trabajó muchísimo toda su vida. Siempre lo recuerdo en la ferretería. Saliendo a tomar un cafecito al bar del lado, dejándome a mí en la caja.</P>




El primer recuerdo de mi padre es en la ferretería (en Maipú). Fue un hombre que trabajó muchísimo toda su vida. Siempre lo recuerdo allí, saliendo a tomar un cafecito al barcito del lado, dejándome a mí en la caja. Lo veo detrás del mostrador o atendiendo clientes.

El servicio público tiene de dulce y agraz. Tiene la gran satisfacción personal de hacer algo que vale la pena. La parte dura es la política, que no es lo mismo que el servicio público: tiene un componente más complejo. Creo que el servicio público sería más fácil sin política, que es muy ingrata. Y cuando uno no ha tenido la política metida de toda la vida, inevitablemente se pregunta si vale la pena o no. Me han dicho que se genera piel dura, pero yo no creo ni quiero tenerla.

El mejor consejo que me han dado: "No hay que confundir nunca el olor propio con perfume". Es decir, nunca hay que creer que uno está haciendo las cosas tan bien que debe jactarse de eso.

Siempre he sido malísimo para jugar fútbol. Pero me encanta y soy entusiasta. Veo fútbol, lo comento, iba al estadio, fui dirigente del Audax Italiano. Mis hijos también son fanáticos. Y, desafortunadamente, heredaron mis dotes futbolísticos.

Un viaje que tengo pendiente es a la India, con mi señora. Es un país que me interesa, me gusta ver culturas distintas. Me han dicho que lo odias o lo amas. Me gustaría ir, aprender yoga allá.

¿Qué me ha dejado un año de vida política? Varias canas. Yo no tenía antes de esto.

Soy simple para comer. Bistec con puré es mi plato. Si me dan eso todos los días, yo, feliz.

Cuando chico, cocinaba. A los 12 años hacía alfajores y merengue. Los hacía, los metía bajo la cama y me los comía solo. Aprendí con mis hermanas mayores. Hice hasta mi propio libro de recetas.

¿Un eslogan para una hipotética campaña presidencial mía? Compleja pregunta… Es que no lo he pensado, no se me ha pasado por la mente. No soy una persona que aspira a tener voto popular. No se me ocurre qué… "Soy yo no más". Esa podría ser la frase.

Soy muy llorón. Me emociono fácil. Una vez que me pidieron hablar en la graduación de los ingenieros de la Católica el 2005. Yo estudié ahí, mi mujer también… Entonces, grabé un discurso y se lo pasé a mi secretaria para que lo transcribiera. Al leerlo en la ceremonia me empecé a emocionar yo mismo con lo que había escrito. No pude terminar. Se me puso un nudo en la garganta.

"Nos habíamos amado tanto" es una gran película. La he visto más de una vez.

No creo que tendría Twitter si no fuese ministro, porque no me gusta ventilar mis temas personales. Sigo a muchos periodistas, uno se entera de noticias. Me gusta eso. Hay días, en temas específicos, en que puedo twittear cuatro o cinco veces, y después pasan dos semanas en que no twitteo. En el futuro, cuando no sea ministro, no sería un twittero activo en la escritura. Tal vez comentaría algunas cosas. Pero sólo me dedicaría a mirar, al voyerismo twittero.

Yo distingo los ritmos tropicales: sé qué es un vallenato, un merengue, una bachata, un son, una cumbia. No se bailan igual. Yo soy de baile agarrado. Me gusta la comunicación en un baile entre dos personas. Que haya juego, coreografía. Por eso la música tecno no me enloquece mucho: es muy "autista", bailas contigo. Y yo prefiero la música con contacto. Sería partidario de la campaña "Que vuelvan los lentos".

Tres canciones infaltables en mi iPod: Dreams, de Cranberries, Creep, de Radiohead, y algo en español. Ahí tengo dudas… En la onda romántica, Sin Banderas. En la onda más revolucionaria, Silvio Rodríguez.

En karaoke me gusta cantar Los Nocheros. Eso de "Voy a comerte el corazón a besos…". No tengo una voz privilegiada, pero la canto igual.

Cuando salí del colegio tenía dudas de qué estudiar: Ingeniería -que era lo que mi madre quería-, Sicología o Educación Física. Esto último es probablemente lo que más me habría costado, porque no tengo grandes dotes en la parte física. Sicología me motivaba, y tal vez más Siquiatría, pero eso me obligaba a pasar por medicina, y yo si veía una herida abierta, me desmayaba.

El cambio más drástico que he tenido es el actual. Ha sido una hecatombe en mi vida personal. Ha cambiado todo. La forma en que me relaciono con la familia, con los amigos. He dejado de hacer un millón de cosas.

Creo que uno no muere. Se transforma en energía. Creo que uno deja el cuerpo, pero sigue, aunque sea en los recuerdos de los que te quieren. Yo nunca he tenido miedo a morir. Le tengo más miedo a envejecer, no en el sentido de ponerme más anciano, sino en perder mis facultades y capacidades. Ello tal vez influido por la muerte de mi madre, quien murió de alzheimer después de muchos años. Empezó con los primeros síntomas a los 62 ó 63, y murió a los 83.

Soy malo para las despedidas. Prefiero despedirme rápido. Me cuesta prolongar esos momentos.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.