Mi Manifiesto: Manuela Martelli, actriz
Tengo pésima memoria inmediata, se me queda todo en todas partes. Pero la infancia la tengo muy presente. Recuerdo mi casona en Ñuñoa y las marchas del No. Tenía cinco años, pero me acuerdo de los gritos, de la sensación de estar en la calle con gente.
En mi casa se hablaba de política. Tengo recuerdos de que teníamos una tele IRT en blanco y negro en la cocina y me acuerdo de ver a Pinochet hablando en la tele. Con mis hermanos y mi papá le decíamos Mr. Caca.
Por un lado creo que fui bien estimulada por mis hermanos grandes, pero por otro lado tuve una infancia solitaria, no tenía un partner. Eso me obligó a desarrollar mi propia imaginación, inventarme juegos, saber estar conmigo.
Me gusta el invernadero de la Quinta Normal. Lo conocí una tarde caminando sola y es un lugar único en Santiago, por eso me da una pena enorme ver cómo lo han abandonado. Siento rabia cuando dejan tirados proyectos interesantes. El otro lugar que no deja de llamarme la atención es la fachada del Museo de Bellas Artes. Cuando chica iba con mi mamá y me quedaba pegaba viendo las esculturas. Todavía lo hago.
¿Un defecto mío? Ser muy estricta conmigo misma, muy autoexigente en todo.
Hace cinco años, la Alicia (Scherson) había comprado los derechos de esa novela (Una novelita lumpen) con mucha visión de futuro. Antes que Bolaño fuera el hit. Poco después escribió el guión, nos juntamos, me contó del proyecto y pasó mucho tiempo, lo que fue bueno para mí, porque recopilé mucha información. Cuando nos juntamos esa vez me pasó la novela. Me encantó.
Mi personaje en esa película está en crisis. Está de duelo, porque la película parte con que mueren sus padres. Es una persona que está pataleando para no hundirse y es muy lindo, porque uno acompaña ese proceso que me imagino todos hemos pasado.
Implicó mucho desnudo, no fue fácil. Había un tema de vulnerabilidad fuerte. No tengo conflicto con los desnudos. Sólo me preocupa mi abuela. Ella me dice "vi una nota en el diario, ya andas haciendo tonteras".
De niña quería ser actriz y médico y todavía quiero serlo. Es fascinante el cuerpo humano y la idea de ayudar o sanar a alguien.
Uno no puede estar desencantado con la política, eso es irreal porque uno es política. Están pasando cosas interesantes. Me da la sensación que las estructuras son más viejas que la visión que existe. Es parecido a lo que pasa en el cine: la estructura de producción y distribución del cine es tal vez más vieja que el sentimiento, lo que mueve a los directores. En el fondo lo que se piensa, lo que se siente en el cine, es mucho más dinámico. En la política caben muchas más cosas que en la estructura vieja que existe.
Me inscribí en su momento, participo, pero me ha tocado viajar mucho últimamente. Ahora volví hace un par de meses a Chile, pero pasé un mes y medio grabando en el sur, por eso no puedo hablar tanto de política; la política ahora me queda grande.
Veo poca tele. La encuentro malísima.
En el colegio, el Saint George, era súper buena alumna. Es un colegio muy grande, una aprende a valerse por sí misma o si no te arrastra la multitud.
La primera vez que me tocó actuar fue en B-Happy y fui muy poco al colegio. Un amigo de mi hermana me avisó del casting. Llamé al encargado y me dijo, "vente ahora, es el último día". Partí con el júmper. Salí de ahí y dije nunca más hago esto. Me sentí mal, totalmente ajena, me cargó. A los pocos días me llamaron para hacer otro texto. Salí del segundo casting y de nuevo dije: nunca más hago esto. Me fui de vacaciones y me llaman: felicitaciones, quedaste. Ya no me podía echar para atrás. Ya había dado el paso.
No quería estudiar Cine como primera carrera, así es que Arte era buen punto de partida. Mientras estudiaba Arte, empecé a estudiar Teatro. En la Católica se podían hacer carreras paralelas, fue una locura. Trabajaba y estudiaba dos carreras. En un punto no me dio el tiempo. Lo que hice fue terminar la malla básica de Arte y terminé Teatro.
Hago yoga, pero no lo veo como un deporte. Trato de hacerlo seguido, pero viajo mucho, me ha costado ser constante.
Aprendí italiano cuando fui a hacer una película a Cerdeña. Fue divertido, me llamó un director sardo que había visto Machuca y no sé por qué se le ocurrió que yo podía pasar por sarda y me llamó a hacer esa película hablada en sardo. Me pareció genial, no conocía Italia y llegué a una isla sin siquiera pasar por Roma. Al director le propuse aprender sardo y terminé aprendiendo también italiano. Una señora del pueblo me enseñó. Nos juntábamos en una plaza.
Estudiar en Filadelfia fue súper bueno, estoy en eso todavía. Fue una muy buena experiencia, estar afuera, armar casa afuera, tener contacto con otra gente.
Es raro lo que pasa. Todo el fenómeno de internet, Facebook y cómo las personas exponen sus vidas, sin filtro, me parece raro. Cada vez me hace más sentido la actitud indígena frente a las fotos. Me acuerdo de estar mochileando en el Altiplano y que me dijeran que no tomara fotos. Ahora lo entiendo. Hay una cuestión sabia en cuidar la imagen. Ahora todos quieren publicar su vida. Me parece un poco patológico. Innecesario.
No tengo religión. No rezo. No creo en Dios; soy atea.
Me gustan las cosas antiguas. Voy mucho al persa. Compro tonteras, cosas que necesito o que me gustan. Voy dos veces al mes, cuando tengo tiempo. Me gusta recorrer los galpones con cachureos, pero la vorágine de la gente no me gusta.
No me da miedo la muerte, me da más miedo la muerte de mis cercanos que la mía.
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