Marcial Tagle




Era un barrio pobre, en Avenida Egaña cerca de Lo Hermida. Vivíamos en una casa que era de mi abuelo: tenía una construcción allá. Eran como 40 casas que no había terminado y nosotros vivíamos en una de esas edificaciones que estaban solas. No era un buen barrio, insisto, así que no teníamos muchas amistades. Invitábamos amigos a la casa e íbamos a jugar a la construcción. A las casas de atrás.

Mi viejo era vendedor y mi vieja mucho tiempo no trabajó, después vendió ropa y más tarde, seguros. Es una historia bien particular, porque mi viejo era de mucha plata y peleó con su papá, mi abuelo, a los 18 años, y ahí se fue a vender huevos a la feria. No le quedaba otra. De ahí él surgió, hasta que heredó.

Hartas cosas me cuestan, pero lo que menos me cuesta es actuar. Por eso estoy aquí. Es un alivio porque me dedico a eso. Pero todo el resto me cuesta.

Me gusta hacer deporte, pero me cuesta mucho. Me gusta mucho comer, pero no puedo engordar. Con las minas no me iba bien, pero también… Una vida de sacrificio y esfuerzo. En cambio, con el teatro es distinto, el tema de jugar y actuar, entender esto como un juego donde uno se entrega y se regala.

Era muy flojo, en el colegio me dediqué a ver solamente Tardes de cine en la tele, todos los días. No tenía muchos recursos. A los 15 años mis papás se compraron una casa, nos fuimos a vivir a La Reina, a un mejor barrio, mejor casa.

Yo soy súper extremista: blanco o negro, no hay otros tonos. O me caes bien y te amo y te adoro o no te saludo.

Vengo saliendo de un año de boxeo. Bonito, estuve casi un año. Me gusta la coreografía, los movimientos corporales. Es súper lindo coreográficamente. Me encanta, me controla y me hace pensar.

La carrera de actor es súper compleja. Ahora estoy bailando con la linda, porque trabajo en la tele y bien, pero yo conozco la otra vida. Tengo 17 años de carrera y siete en la tele. En 10 años fui barman, hice aseo en restaurantes, fui garzón, vendí queso, vendí palta, pinté, hice pizza, fui tasador cuatro años de un banco, en una oficina de arquitectos.

No me abrían las puertas de la tele, pero hacía teatro con buenos directores. Tenía esa hueá encontrada de decir: "Yo le pego a esto". Me pesa mucho esa rabia que siempre tuve y la sigo manteniendo, esa de decir tanto hueón lindo que entra a la tele, y malo. Y minas malas, pero minas. Y soy rencoroso desde ahí porque yo miraba como a todos les iba bien.

Las cosas cuestan. Me lo dijo mi papá y tiene mucha razón.

Me fui por dos años a España, hasta los 26. Me fui porque sí. Me fui a estudiar porque un domingo en un asado, con mi viejo, ya heredado y con mucha plata, estábamos con un amigo que se iba a España a ver a su hermano y contó que se iba en un mes más . Mi papá me preguntó si quería ir, le dije que sí. Le preguntó a mi amigo cuándo se iba, él dijo el 2 de abril. Sacamos el pasaje y listo.

Me gustaría que mi hija fuera actriz, para trabajar con ella en el escenario, pero me da susto porque el medio es complicado. Me dan muchas ganas de que actúe, tiene la semillita. Estoy seguro que la tiene. Va a cumplir 5 años. Me dan muchas ganas de actuar con ella.

Ser papá es lo mejor del mundo. Puedo tener una familia como la que me imaginé cuando chico, arriba del auto.

En la tele me gustan los papeles cómicos, en teatro papeles trágicos, grotescos, groseros, ordinarios. Creo que para televisión me va mejor por el lado de la comedia, tengo alguna veta y eso se explota.

Trabajé en "NO", una película que cuenta de ese momento histórico, del quiebre. A diferencia de lo que cree la gente, no habla de lo bien que lo hizo la Concertación; es una película que, si la evalúas desde hoy, dices "ojo, la Concertación vendió toda esa alegría que viene y la alegría está por venir". O anda a hablarle de alegría a la gente que se jubila con 150 lucas y que se demora dos horas y media en el Transantiago.

El 24 de febrero entregan el Oscar, y yo voy a tener que ir a Exequiel Fernández a grabar una teleserie. Si se lo ganan, tampoco va a cambiar mi vida. A mí me dijeron que el mejor premio es el trabajo, y yo me siento súper premiado. El premio lo celebro trabajando.

Llegar tarde a un lugar me hace sentir mal. Marcial, mi nombre, viene de milico, de guerrero.

Dejé todo, el copete, las drogas. Llevo 8 años sin consumir nada. Llevo 8 años sin tomar una copa de vino. No me he fumado un pito ni me he tomado una cerveza. Soy un sano fome, absolutamente fome. A veces me acuesto antes que mi hijo. Mi señora (la actriz Luz Valdivieso) me debe querer mucho.

Para mí todo pasa por el cariño, si yo me siento protegido, querido, valorado, puedo ser resuelto: cero pudor. Pero si siento que me estás hueveando, me puedo ir, ojalá, corriendo y llorando. O te puedo pintar el mono y dejar la cagada.

Soy católico, voy a misa de vez en cuando. Rezo a veces. No soy seguidor de la Iglesia, como católico, apostólico, romano. Soy católico jesuita.

A la nueva camada de cantantes chilenos los encuentro totales, se entienden, tienen buen ritmo y son medios poperos. Yo no soy rockero ni nada. Yo soy bien pop, escucho la Radio Imagina, soy medio cebolla. Fui con cintillo a un concierto de Chayanne y ningún problema.

Bailo en carretes, pero ahora sin copetes, sin nada; soy medio raro, medio tieso. Cuando ya estoy en confianza, en un matrimonio, mi señora lo está pasando bien, y yo me entusiasmo. Ahí bailo, o si no ni cagando.

No creo que venga nada después de la muerte. No me vengan con el cuento del cielo, la reencarnación, que voy a pasar a ser un animalito... No, Marcial Tagle Concha se acaba cuando Marcial Tagle Concha se muere. Te lo doy firmado.

Mi mujer me armó por dentro. Me hizo cambiar, creyó en mí. Siempre me decía que veía una lucecita dentro de mis ojos, que nadie había visto. Y esa se llevó el premio gordo, para siempre.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.