Mi Manifiesto: Nicolás Monckeberg
RN, presidente de la Cámara de Diputados
Nací en julio de 1973. Mi mamá cuenta que en su último mes de embarazo le tocó hacer colas para conseguir alimentos. Más de alguna vez tuvo contracciones en las colas de aceite, de arroz. Nunca le faltó nada, pero dice que los alimentos eran de mala calidad. No deja de ser divertido que mis primeros golpes y patadas hayan sido en colas de la UP.
Vengo de una familia de médicos de todos lados. El hermano de mi bisabuelo fue el primer ginecólogo de Chile en Humberstone, mis abuelos, tío y mi papá también son médicos. Mi tío abuelo Fernando Monckeberg tiene el Premio Nacional de Medicina.
Yo quise ser médico, pero tengo tan grabados recuerdos como que mi papá canceló cumpleaños porque venía un parto o nos quedamos sin vacaciones porque una guagua iba a nacer. No era por un tema económico, era un compromiso con la paciente.
No me resigno a que haya lugares con una matriz de izquierda, por eso he sido diputado por Ñuble y Cerro Navia, zonas donde tradicionalmente ganaba la izquierda. Con mi compañera de distrito, Cristina Girardi, me llevo bien.
El día del temblor de los siete grados estaba con mis hijas en el estadio. Ahí me di cuenta de que son las colocolinas más fanáticas. Yo tuve miedo y quise irme, ellas, en cambio, se quisieron quedar, porque querían ver cuando empatara el Colo Colo. Fue la única vez que quise mentirles en el resultado y decirles que el Colo le había ganado a Palestino.
Fui concejal a los 22 años, estudiaba Derecho. A veces llegaba a dar el examen y mis profesores me decían: "A usted lo he visto más en la tele que en clases".
Crecí en Colón con Manquehue. Un recuerdo que tengo de esa casa es que yo era muy desordenado y siempre dejaba la bicicleta botada en la calle. Y siempre me decían que la iban a robar. Un día desapareció. Estaba triste. Mi papá me dijo que lo único que me quedaba era escribirle al Viejo Pascuero y prometerle que nunca más iba a dejar botado algo y que iba a cuidar la bicicleta como mi único juguete. Para la Navidad llegó mi misma bicicleta, pero enchulada.
Lo que me encanta hacer en solitario es andar en moto. Por los cerros, en Rapel y Santo Domingo. Desde chico ando en moto, mis primos, por el lado materno, me metieron en el vicio.
Ahora tengo una moto con cuatro ruedas para andar con las cabras chicas, pero antes tenía de dos. Nunca he tenido un accidente, me he pegado buenos costalazos. Me gusta el cuento de la moto, te obliga a pensar, muchas decisiones importantes las he tomado andando en moto.
Tengo tres hijas mujeres y un niño recién nacido. Durante mucho tiempo me dijeron que era el diputado chancletero. Las electoras me daban datos de cómo hacer el hombre. Hice hasta un catálogo: hacerlo en luna llena, con la ventana abierta, con calcetines puestos.
Una de las cosas complicadas de la política es que dejas a la familia marcadamente de lado. Nunca he llegado a la casa antes de que los hijos se duerman. Sigo un consejo que me dio Andrés Velasco: tomar a mi hijo en brazos y hablarle despacito. Lo hago con mucho cuidado, porque si despierto a uno de los niños, el problema no es con los niños, es con mi señora.
Lo peor que me ha pasado en campaña fue la primera vez que fui de candidato. Tres días antes de la votación me empecé a sentir agotado. Mi papá me dio unos remedios para el ánimo, pero nada. Fui al doctor y me diagnosticaron hepatitis. Me mandaron a acostar sin moverme. Pasé la elección en cama, ni siquiera pude votar por mí.
Me encantan las papas fritas, los fonzies, los cheezels. A veces entro a un supermercado sólo a comprar papas fritas..., pero he ido tomando conciencia de la alimentación sana, cada vez lo hago menos.
Mi placer culpable es Jack Bauer, una serie que la temporada dura 24 horas. Me he pasado fines de semana viendo tele cinco horas seguidas. Me llegan por Amazon a la casa, veo la caja y me voy a verla. No soy el único fanático. He intercambiado varias temporadas con el Presidente Piñera.
Soy un cantante frustrado, a mi familia le dicen los " Von Trapp", porque mi señora, Isabel Margarita Cruz, es cantante profesional y tiene un coro. En varias producciones cantan mis hijas, han sacado dos discos. Cuando trato de meterme al coro, me sacan por desentonar. Después espero ser el mánager.
Mi mejor viaje fue la luna de miel, estuvimos en las capitales europeas más bonitas: París, Roma y Madrid. Allí conocimos al Papa Juan Pablo II. Quería decirle muchas cosas, preparé una exposición, pero cuando lo vi quedé sin habla. Fue un tremendo impacto, no atiné a nada más que a saludarlo y decirle que estaba rezando por él.
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