Mi Manifiesto: Rolando Jiménez, presidente de Movilh




Me fascina ir al cine, pero voy re poco. Mi película favorita es Atrapado sin salida, con Jack Nicholson.

Soy súper bueno para cocinar. Trabajé ocho meses en un restorán mexicano. Hago todo tipo de comida mexicana. Además, me quedan bien las cazuelas, los mariscos, el pastel de papas.

Mi primer recuerdo de infancia es con mi mamá en una micro yendo al hospital. Hasta los siete años sufrí ataques de epilepsia, y me había dado un ataque recién.

Somos cuatro hermanos; uno es infante de Marina y dos son comerciantes.

Estudié en la escuela Aurora de Chile, en El Salto. Al frente había un basural lleno de chanchos. Nos subíamos a domar los chanchos y hacíamos competencias.

Mi papá era taxista; y mi mamá, garzona en Las Lanzas. Cuando tenía siete años, mi papá se pegó un tiro en el taxi y se suicidó en la época de Navidad. Mi mamá se quedó con los dos hermanos menores y los mayores nos fuimos con tías. Yo me fui a Angol con mi abuela, mi tía y su esposo militar del Regimiento Húsares de Angol. Tuve contacto con los milicos siete años. Cuando niño quería ser detective o carabinero. Con el golpe, cambió todo.

Para el golpe tenía 13 años y estaba en clases. Cuando volví a la casa, mi tío llegó con tenida de combate, un M16 y una ametralladora. Estaba la escoba, porque en la esquina había una botillería que era de un comunista. Cambió la relación con el barrio.

Ese mismo año mi hermano menor me fue a ver a Angol y como mi tío tenía problemas con el alcohol y había roscas familiares, mi hermano me dijo "vámonos". Yo era re pavo, y no sé como nos arrancamos. Nos vinimos a dedo a Santiago. Aquí vivimos en un campamento, en una mediagua en el paradero 25 de la Panamericana. Dormíamos tres hermanos en una cama.

Me gustaba una niña del campamento, la Graciela. Hinché hasta que me cambiaron a su colegio en el centro. Puedo decir que me cambié de colegio por una niña… Pero la verdad es que de chico estuve enamorado de un compañero en Angol, el Felipe, pero nunca me atreví a decírselo. Yo creo que de Angol me vine para arrancar de eso.

Trabajé como obrero armando casas prefabricadas y estudiaba en la noche en La Pincoya. Allí conocí al Mapu Obrero Campesino, me metí a la política. Para el proceso de renovación socialista, yo opté por la vía armada, pero siempre me asegure que nadie se viera dañado o herido.

A principios del 1983 vi que en Arequipa estaban convocando a una brigada internacional para pelear contra Somoza. Me compré unos bototos dados de baja y partí. Cuando llegué, vi que era un voladero de la clase política. Participé en la marcha del 1 de mayo y volví con un camionero comunista que me trajo a pelear en Chile. Entré a la Jota.

A un sicólogo comunista le conté mis dudas sobre mi condición sexual. El me dijo: puedes negarlo, casarte y tener hijos, o asumir tu sexualidad con responsabilidad. No tomé ningún camino; para el PC la homosexualidad era una desviación del capitalismo. Si yo quería hacer la revolución no podía ser homosexual. Bloquee mi sexualidad. Fui célibe por 10 años.

Estuve en la dirección nacional de la Jota, organicé tomas, estuve en la unidad de combate que fue previa al FPMR, aprendí a usar explosivos. Quedé fichado por la CNI.

Estuve preso con la María Maluenda, el Pato Hales, Daniel Farcas, el padre Pepe Aldunate, puros líderes de la Concertación y el PC.

Mi primer vuelo en avión fue cuando me llevaron esposado hasta Puerto Montt y de ahí relegado hasta Melinca. Como había temporal y no podíamos subirnos a la avioneta, me quedé tres días en Castro con los tiras. Discutimos de política los tres días.

Siempre he dicho que asumí mi sexualidad gracias a Pinochet, porque mientras estuve relegado salí del armario. Cuando estuve relegado por segunda vez, una señora nos alojó en su casa. Tuve dos meses una relación con uno de sus hijos. El Pedro fue mi primera relación. Allí me di cuenta de que ser homosexual era normal, profundo, posible. Cuando volví a Santiago conocí a Diego, también de la Jota, que fue mi pareja por cinco años.

Todo el mundo me conoce como Jorge, porque ésa era mi chapa en la dictadura. Cuando en 1988 intentaron ponerme como Secretario Regional de la Jota, en el partido dijeron que no podían, porque yo era homosexual. Ahí decidí nunca más militar en el PC. Es la discriminación que más me ha dolido. Hoy no estoy enojado, no tengo resentimiento, pero sé qué puntos calzan.

Lo que le urge a Chile es una nueva Constitución y una Asamblea Constituyente.

Me gusta que exista la Fundación Iguales. En sus liderazgos hay elite y se vinculan con ella, pero no creo que de su parte haya clasismo; también hay jóvenes de otros grupos sociales ahí. El problema es de una parte de la clase política que actúa y se relaciona con clasismo. Es importante que surjan más y nuevos liderazgos que represente a muchos y diversos sectores sociales.

Mi tarea pendiente es ser diputado. Aunque en muchos países pueden haber diputados gays, hay varios que no lo dicen porque quizás muchos amplifican lo que es salir del closet.

No era llorón, pero ahora lloro por todo. Parece que como estoy más viejo me pasa eso.

Lo último que hago antes de quedarme dormido es tomarme un café y llevarme un litro de Coca Cola a la pieza. Así duermo como un lirón.

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