Michel De L'Herbe: El hombre emergencia
No es tan mediático como el geógrafo Marcelo Lagos, pero este experto en emergencias se ha convertido en una voz requerida cuando hay crisis como terremotos, incendios o erupciones volcánicas. ¿Cómo se llega a eso? Tomando decisiones poco comunes y sacrificando posibilidades en el exterior. Todo con un único objetivo: cambiar el mundo? o al menos un sistema que a su juicio tiene décadas de retraso.
La carrera de Michel De L’Herbe (48) no partió con ninguna emergencia. Es más, cuando terminó el colegio ni siquiera sabía que existía la opción de dedicarse a algo así.
En los 80 su familia esperaba que este egresado del colegio Calasanz siguiera una carrera tradicional. Pero él quería estudiar administración hotelera. Eso y solo eso, aunque muchos pensaran que era una opción de segunda. Lo hizo y se especializó en Grandes Operaciones, es decir, parques temáticos y resorts, y en los 90 realizó cursos en Holanda, Japón y Estados Unidos. Fue parte de Disney Institute, donde aprendió algo que le llamó la atención: dentro de los modelos estándar de calidad siempre la primera categoría y la más importante, es la seguridad. Después vienen el servicio, la puesta en escena y la eficiencia. Pista número uno.
En esa misma década comenzó a organizar grandes eventos. Uno de ellos fue la visita del vicepresidente de Estados Unidos, Dan Quayle, para el que hizo de enlace entre la producción y la Casa Blanca. Ahí descubrió que en producciones de este tipo su contraparte era siempre un agente del Servicio Secreto. Ni productores, ni marketing, ni prensa; Servicio Secreto. Pista número dos.
“Me di cuenta de que en inglés el concepto de seguridad se divide en dos: Security y Safety. El primero es más integral, no sólo policial, sino que con un trasfondo más social. No sólo es control, sino que también consideraba aspectos más blandos, como servicio, amabilidad y puesta en escena. Y que las emergencias no sólo funcionaban bajo la intuición y la reacción, sino que había sistemas y modelos muy profesionales, sobre todo fuera de Chile”, explica.
Y decidió lanzarse. Después de dos años recopilando información, partió en 2003 a Estados Unidos a hacer un entrenamiento en Emergency Medical Technicians (EMT) que entrena a quienes van a bordo de las ambulancias durante las emergencias, para saber si realmente quería dedicarse a emergencias. Tenía 36 años.
Después de eso las cosas fueron sucediendo de manera casi mágica. Volvió a Chile, trabajó un año en la organización de la cumbre de la Apec 2004, regresó a Norteamérica y recibió una oferta inesperada: el jefe de Bomberos le ofreció postular a la Academia de Bomberos remunerada del condado de Chesterfield en Virginia. De los mil aspirantes sólo 23 fueron seleccionados, entre ellos Michel. Allí supo de rigores físicos y técnicos, entrenó con 15° bajo cero, y aprendió, entre otras cosas, rescate técnico, en altura, acuático, operaciones terroristas, armas de destrucción masiva, materiales peligrosos y operaciones aéreas.
Al egresar no aceptó la oferta de quedarse y hacer carrera. Sintió que en Chile estaba todo por hacer, que nuestros estándares de emergencia tenían 30 años de retraso. “Volví pensando en cambiar el mundo”, reconoce.
De la gripe al terremoto
“La vuelta fue un poco frustrante al comienzo, porque me di cuenta de que la gente le teme a las herramientas desconocidas y eso te transforma en una amenaza. Me costó encontrar gente que valorara la discrepancia y eso me hizo pensar varias veces en volver, pero también tenía claro que no iba a ser fácil y que no podía bajar la guardia”, explica.
¿Cómo empezaste a darte a conocer?
Evangelizando… hasta el día de hoy trabajo mucho gratis. Charlas, capacitaciones en ONGs, municipalidades y comunidades de todo tipo. Me certifiqué en la Agencia Federal de Manejo de Emergencias en Estados Unidos, en un protocolo que después del 11S se transformó en mandatorio en ese país y sé que el primer eslabón es la comunidad organizada. Así hasta el 2008, cuando me llamaron del Ministerio de Salud para hacerme cargo del Departamento de Emergencias y Desastres. A los cuatro meses me transformé en asesor del subsecretario Julio Montt y debuté con el primer caso de AH1N1… todas las crisis pasaban por mí, desde accidentes en los hospitales, choques, huelgas.
A esas alturas, Michel ya tenía una costumbre que conserva hasta ahora; viaja cada dos años a realizar nuevos cursos. Ya es paramédico de combate, instructor, especialista en escenas del crimen, investigador de incendios, entre otros. Así lo pilló el momento peak para un “emergenciólogo”: el terremoto del 27 de febrero de 2010.
“Me acababa de quedar dormido. Mi pieza era una zona segura, con cortinas de blackout para evitar que entraran los vidrios y sin cuadros colgados en las paredes. Por lo mismo, no necesité levantarme. Recordé una de las claves de mis entrenamientos: en una emergencia sólo los civiles corren, así que me quedé tranquilo. La premisa es velar primero por la propia seguridad, porque uno no puede pasar de rescatista a rescatado, así que una vez que chequeé mi propio departamento y preparé mi mochila de seguridad, puse en marcha la segunda parte del proceso: comprobar que mi familia estuviera a salvo. Tras eso partí al ministerio y no paré de trabajar durante 72 horas”, relata.
¿Cómo se organizaron?
Coordinamos los primeros hospitales de campaña sin tener ninguna información y después me mandaron al Maule, donde intenté desplegar una aproximación al sistema americano, con un sistema de comando de accidentes y establecimos puntos y tiempos de recuperación de gestiones operacionales básicas. La premisa es “no news good news”… y no tuvimos noticias de colapso de las redes asistenciales en esa área.
¿Qué observaste de nuestro sistema de manejo de emergencias?
Que estamos varias décadas atrasados. Acá las emergencias tienen una aproximación política e institucional muy centralizada. Es como querer hacer correr una Renoleta del 70 en una autopista a 120 km por hora.
¿Cuál es la solución?
No hay soluciones mágicas para problemas que responden a nuestra carencia de soluciones continuas. El punto de partida podría ser una institucionalidad organizada en un Estado capaz de internalizarla.
¿Y no se supone que eso hace la Onemi?
Está la institución, pero muy débil… el traje no le da. Hay que cambiar la estructura de gestión, los famosos “comités de emergencia” son una invención criolla que sólo expone a las autoridades a decisiones en materias que no tienen por qué conocer. Además, la Onemi no tiene las facultades de gestión, mando y control, por lo que no es posible fortalecer un músculo que ni siquiera está construido. El que no haya un sistema de emergencia no es un problema político, sino resistencia al cambio de las organizaciones intermedias.
¿Cuáles son los principales errores?
Tenemos temas culturales pendientes que se reflejan, por ejemplo, en una subutilización de las Fuerzas Armadas, porque a su salida a la calle se le da una lectura política, cuando son un real aporte por sus capacidades logísticas y la construcción de inteligencia. Tenemos una aproximación poco sistemática y fragmentada, cada uno actúa por su lado sin procedimiento. Su máxima expresión es que no contemos con un número de teléfono único de emergencias, como lo tienen en Norteamérica y la Unión Europea… acá hay que llamar por separado a Bomberos, Policía, Ambulancias, Investigaciones… ¡hasta la Conaf tiene su propio teléfono!
Valparaíso y Villarrica
“Vivimos insertos en una cultura asistencialista. No está mal ayudar, pero alguien tiene que decirnos cómo. Por ejemplo, en protocolos internacionales hay tres cosas que no pueden recibirse como donación: alimentos, ropa y medicamentos, que son justamente las primeras que los chilenos entregan. Los alimentos, aunque sean no perecibles requieren de cierta cadena de cuidados, por lo que sólo sirven si los dona, por ejemplo, una cadena de supermercados con todos los cuidados pertinentes. La ropa debe ser sanitizada, separada y entregada en paquetes estandarizados. Y los medicamentos necesitan cadenas de cuidado muy superiores. Todo esto hace que caigamos en uso de recursos de espacio, tiempo y capital humano, en acumular, separar, ordenar y desechar”, explica.
El incendio de Valparaíso fue un ejemplo de eso… había tantos voluntarios que colapsaron las calles de la ciudad.
Exacto, se confunde el voluntariado con el voluntarismo.
¿Qué errores se cometieron ahí?
Valparaíso es un ejemplo del temor a hacer las cosas correctamente y entender que para generar cambios se necesita liderazgo y autoridad. En materia logística, parece increíble que se sigan usando helicópteros que lanzan dos mil litros de agua, cuando hace rato que existen aviones anfibios que triplican esa capacidad y que además pueden lanzar espuma… y es que los incendios forestales son monopolio de Conaf, por lo que, por ejemplo, las FF.AA. no pueden hacerse cargo de esos aparatos, que pueden ser de mucha utilidad más allá de las emergencias.
Hace poco vivimos la erupción del volcán Villarrica, que como estaba anunciada podría haber sido un modelo ejemplar de manejo de emergencia…
Y no lo fue… se podrían haber hecho más campañas de difusión, sobre todo entre la población flotante, construir confianzas, que la gente supiera hacia dónde mirar. Había zonas seguras delimitadas, pero al momento de la emergencia en esos lugares ni siquiera había agua. No quedó claro quién estaba a cargo de la emergencia, la alarma fue activada por el alcalde y la gente comenzó a creer que la cabeza de todo era Sernageomin, que es un organismo técnico. A tal punto que, en vez de existir dos perímetros de seguridad, uno vulcanológico y otro del Estado, sólo se quedaron con el primero, que no necesariamente considera la seguridad total de la población.
¿Se está haciendo algo para mejorar en el tema de la gestión de emergencia?
Piñera presentó un proyecto de ley que planteaba un nuevo sistema, pero con el mismo modelo de gestión de los últimos años, con comités de emergencia incluidos. La Presidenta Bachelet envió una indicación sustitutiva en diciembre para modificarlo y ahí sí hay un intento por cambiar el sistema. El enfoque es adecuado, sobre todo en lo cualitativo, pero falta mejorar el articulado para que haya más consistencia. Me pidieron la opinión tanto en el Gobierno como en el Parlamento, pero todavía falta mejorar los temas de gestión.
¿Cuál es la responsabilidad de la comunidad?
Tenemos el sistema de emergencia que tenemos, porque lo hemos validado. Y preferimos terminar diciendo “Gracias a Dios”… gracias a Dios que no hubo muertos, gracias a Dios no hubo heridos, gracias a Dios no hubo más daños. Yo soy creyente, pero no le podemos cargar toda la pega a Él.
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