Mister Ticket
<P>Su nombre está detrás de la llegada de conceptos como Ticketmaster, la cancha VIP y de algunos de los mayores conciertos en Chile, como Paul McCartney, Roger Waters, Radiohead, The Cure y Blur. Carlos Geniso, presidente de DG Medios, influye no sólo en qué bandas ven en vivo los chilenos, sino también en cómo las ven. Pero de él, poco y nada se sabe. Hasta ahora. </P>
En una conversación de una hora sobre su vida, hablando de los lugares de donde vino y a los lugares donde llegó, Carlos Geniso demuestra por qué se sabe tan poco sobre él, con una sutileza que podría disfrazarse de melomanía. Durante todo ese período, los 60 minutos que pasó tomando un jugo de mango en una cafetería de Alonso de Córdova, Geniso fue capaz de nombrar 59 bandas que, de alguna forma, formaron parte de su vida.
Pero a ninguno de sus amigos.
Esa cualidad suya tan misteriosa da como resultado, por ejemplo, que una búsqueda rápida en Google de su nombre sólo entregue lo básico. Que es argentino. Que se dedica a la promoción de conciertos. Que es fundador y presidente de la productora DG Medios. Y que a veces habla con periodistas para confirmar o desmentir si una banda viene a Chile. Entonces, lo que queda, otra vez, son las bandas. Los Roger Waters, los Radiohead y los Paul McCartney sobre el escenario.
Y nada sobre él.
Carlos Geniso logra traer las bandas que una ciudad sueña con escuchar sin que nadie, nunca, sepa quién es el hombre que le vende los boletos.
La casa es de Oscar Geniso y de María Ester López, ambos comerciantes. La casa está en el barrio Constitución, junto a Retiro, y eso es importante, porque en esa época, la del 60, es cuando esa parte de Buenos Aires lentamente comienza a venirse abajo. Su decadencia tiene que ver con la extensión de la 9 de Julio y de las casas y plazas que, para ese fin, tuvieron que ser demolidas. Carlos Geniso, nacido el 23 de julio de 1954 como el único hijo de ese matrimonio, puede ver eso y también la otra cara del barrio: la de los trenes y ferrocarriles que sacan a la gente de ahí.
La familia Geniso se terminaría mudando. Pasarían por el centro, por el barrio norte. Pero es difícil no creer que algo de ese imaginario de los primeros años permaneció en su hijo, cuando a Carlos se le pregunta cómo fue que llegó a la música.
En su respuesta, dice que tenía 13 o 14 años. Que era una época en que sólo había radio AM y que las emisoras sólo pasaban música comercial. Hasta que descubre un programa. Es tarde, alrededor de medianoche, y Carlos tiene la radio sintonizada en un programa llamado Modart. Dice que no era más que una pequeña cápsula que pasaba los grandes éxitos de la BBC. Mirando el techo, escuchando a Hendrix, a los Who, a los Stones, la mente de Geniso daba vueltas.
-Cuando escuchaba ese programa me trataba de proyectar en la sintonía del dial. Me atraía volar en el tiempo y pensar que algo que parecía inalcanzable, algún día lo podría alcanzar. Era como un sueño, un viaje. Si tienes a alguien que interpreta con mucho feeling, eso se traspasa. Y te puede poner la piel de gallina.
La búsqueda de esas sensaciones lo llevó, a los 14 años, a bares como Bárbaros y otros en la Avenida Corrientes, donde comenzó a armarle la batería a Javier Martínez, del grupo Manal, en sus presentaciones dentro y fuera de Buenos Aires. Geniso era un niño, quizás capturado por la ilusión de inmortalidad que puede ofrecer el rock, pero afuera de los bares la ciudad no se olvidaba de lo que era: un menor de edad, vagando por la noche, durante la dictadura de Juan Carlos Oganía.
Entonces pasaba que a Geniso lo tomaban preso y Oscar tenía que ir a sacarlo. La rebeldía adolescente que Geniso podía experimentar siendo parte de una escena rockera no tenía compatibilidad con la vida que debía llevar para, por ejemplo, graduarse del colegio.
Y esos dos mundos suyos eventualmente chocaron.
Estaba obligado a llegar con corbata y pelo corto al colegio. Era 1971, tenía 17 años y toda la música que escuchaba tenía que ver con romper con el orden y los miedos de la generación de sus padres. Carlos Geniso sobrevivía a esas normas escondiendo su pelo dentro del cuello de su camisa. Pero a veces llegaba el inspector, le tomaba el pelo y se lo sacaba del cuello. Luego lo llevaba a su oficina.
-Yo era demasiado hippie y rocanrolero. No me quería cortar el pelo, ni poner corbata, y la mejor salida, antes que me echaran, fue tomar mis cosas e irme.
Dicen que Carlos Geniso partió vendiendo cerveza en los festivales de música de Estados Unidos, que tenía un negocio de poleras piratas de los Rolling Stones que vendía afuera de sus conciertos, que una vez, después de que se presentó en el Festival de Viña, Tom Jones le preguntó, durante una comida, si alguna vez había prestado su voz para películas porno.
Pero esas anécdotas que sirven para darle mística a la figura de un hombre del que se sabe poco esconden lo más trascendente. Y eso es que él se ha convertido en la persona que más influencia tiene sobre qué bandas vemos, cómo las vemos y de qué forma pagamos por verlas. El poder de Geniso no sólo va en las bandas que presenta, sino también en la instalación de empresas de venta de entradas, como Ticketmaster y Puntoticket, de las que ya no participa, además de la incorporación de la cancha VIP.
El origen que lleva a entender cómo alguien como Geniso, que terminó cuarto medio dando exámenes libres y después estudió Música, terminó modelando la forma en que una ciudad accede a sus conciertos, está en un viaje a Nueva York. Carlos tenía 19 años, había trabajado seis meses en la administración pública como una suerte de junior, y en noviembre del 73 viajó a Estados Unidos con el único objetivo de ver las bandas que antes escuchaba en la radio y comprarse una batería. Allá, pagando una entrada para un show de Aerosmith a las 48 horas de haber aterrizado, paseándose por tiendas de instrumentos en Brooklyn y conociendo a los músicos callejeros de la Broadway, empezó a madurar la idea de que su futuro no estaba sobre los escenarios.
Aunque para eso faltaba un poco.
Primero tuvo que regresar a Buenos Aires a los cuatro meses, formar el grupo Avalancha, donde fue el baterista. Regresar a Nueva York el 76 y vivir ahí 15 años, donde produjo el disco Clics Modernos, de Charly García, y conoció a mánagers que, más adelante, serían parte de la red de contactos con la que comenzaría a promocionar conciertos en México. A DG Medios la formaría en Argentina con un socio, Daniel Grinbank, en 1985. Gracias a éxitos comerciales como Roger Waters, en 2012, que vendió más de 100 mil entradas, y ahora último Violetta, que vendió 70 mil boletos, además de la organización de más de 500 shows en Chile, hoy lidera el mercado junto con la productora T4F, delante de otros competidores más jóvenes, como Fauna, Lotus y Transistor.
Los días de trabajo de Carlos Geniso parten cerca de las 10, cuando llega a su oficina en Vitacura. Al mediodía se junta con Javiera Walker y Fernanda Maquieira, sus colaboradoras más cercanas en DG Medios, y empieza a repasar el estado de avance de cada uno de los artistas que quiere traer. Entonces, con su voz ronca y porteña, comienza con las preguntas: ¿Cómo van los pagos?, ¿cuántas entradas hemos vendido?, ¿tenemos fecha para tal artista?
Su estilo, dice Maquieira, "es estar encima todo el día. Su lema es el 'follow up', pero también te da espacio y te empodera". El equipo de Geniso en DG Medios es de 14 personas y quienes están cerca de él, dice un periodista musical, pasan a ser casi parte de su familia. Maquieira lleva 11 años con él y Walker, unos siete; la encargada de marketing, Beatriz Guiñez, es su esposa. La rotación en la empresa es baja.
El nivel de obsesión de Geniso es tal, que alguien que trabajó con él cree que "es como el 'Bielsa del espectáculo'. Si tiene que estar 17 horas seguidas hablando por teléfono para cerrar un contrato, lo va a hacer. El estrés es parte de su vida y todos los artistas que pierde, los sufre. Por eso tiene la presión alta y por eso es que la Bea lo único que quiere es que no trabaje en esto".
Alfredo Lewin explica que DG es una empresa que "se jacta de traer por primera vez a los grandes artistas". Pero ese paladar por las bandas consagradas no tiñe toda su oferta. El negocio, explica Maquieira, no está sólo ahí:
-Vas mezclando cosas buenas, de calidad, como The Cure o Blur, que son buenos negocios, con cosas que son igual de rentables, pero que musicalmente jamás los oirías en la casa, como Super Junior o Demi Lovato. Carlos ha tratado de que DG sea la empresa que trae música para todos.
Geniso se instaló en Chile en 1992 con la misión de convertir Santiago en una plaza atractiva para los artistas. Sin demasiadas redes locales, Geniso aprendió sobre los gustos de su nueva audiencia dándose vueltas por las galerías de los conciertos que él mismo organizaba. Oía allí lo que los fans comentaban. Ese perfil bajo contrasta con la imagen frontal y apasionada que gente de la industria tiene de él. No sólo porque Geniso tiene fama de gritón o de siempre querer bajar los precios de los proveedores. Sino porque nunca paga por algo que no le convence. Un ejecutivo de este mercado recuerda que antes de un concierto de una artista, Geniso "le gritó a su mánager porque estaba pidiendo unos sillones especiales para su camarín, que no correspondían al contrato. O para un show de McCartney en 1993, que no vendió bien, logró que el mánager le diera entradas para regalar y que el estadio no se viera tan vacío".
Esa imperfección rockera en el trato, cree un antiguo socio, "tiene que ver con de dónde viene. Carlos se formó desde abajo en un mundo que es puro riesgo y donde si la competencia te puede cagar, te caga. Así es difícil ser confiado".
Por eso, tal vez, es que Geniso permite que la gente sepa tan poco sobre él. Para que su nombre desaparezca y lo que quede, finalmente, sea eso: los nombres de las bandas sobre el escenario.S
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.