Mo Yan: "Me considero un escritor de las personas, no del Partido"

<P>El autor enfrenta las críticas por su cercanía al régimen comunista en su primera entrevista tras el premio.</P>




El premio Nobel de Literatura chino Mo Yan tiene 58 años y es miembro del Partido Comunista (PC) desde 1979. Hizo carrera en el Ejército, y actualmente es vicepresidente de la Asociación de Escritores del PC. Pese a las críticas vertidas contra el régimen chino, evidentes en sus novelas, al autor sigue considerándosele una persona fiel a este. Sus lectores llevan mucho tiempo tratando de asimilar esta paradoja. Igual de divididas fueron las reacciones ante la concesión del Nobel. Algunos disidentes chinos como el escritor Liao Yiwu se quedaron "atónitos", mientras que otros, como el alemán Martin Walser, se apresuraron a asegurar que Mo es un "maestro fuera de toda duda".

El se deshizo en explicaciones. Había rechazado peticiones de entrevistas de todas partes. Y en la rueda de prensa previa a la entrega de premios en Estocolmo volvió a montar un escándalo: afirmó que la censura en China era "un mal necesario", y analistas del mundo entero reaccionaron indignados.

Recientemente, Mo se reunió de forma improvisada con este periodista. "Muy breve", dijo previamente. Como punto de encuentro eligió una tetería pekinesa. El "muy breve" se convirtió en dos horas.

Su nombre artístico Mo Yan significa literalmente "no hables". Parece que se toma eso muy en serio. ¿Por qué rehúye el contacto?

Porque me cuesta realizar comentarios de corte político. Escribo de prisa, pero pienso de manera concienzuda. No obstante, mis opiniones políticas están muy claras. Se pueden consultar en mis libros.

En su libro Rana (2011) describe las consecuencias de la política de hijo único de China. ¿Qué opinión le merece ese tema?

Como padre pienso que uno debería tener tantos hijos como quiera. Pero como oficial tuve que atenerme a la norma aplicable a todos los funcionarios del Estado: un hijo y no más. No resulta sencillo solucionar el problema de la población en China. Solo hay una cosa de la que estoy completamente seguro: a nadie se le debe impedir tener un hijo por medio de la violencia. Rana es un libro de autocrítica.

¿En qué sentido? Usted no tiene ninguna culpa de los abortos forzosos que describe.

En las últimas décadas, China ha vivido cambios tan profundos que casi todos nos sentimos víctimas. Pero casi nadie se pregunta si él mismo ha sido culpable. Yo, por ejemplo, puede que solo tuviera 11 años, pero en la época de la Revolución Cultural fui miembro de la Guardia Roja y fui partícipe de la crítica pública a mis profesores. Estaba celoso de los resultados de otras personas, de su talento, de la suerte que tenían. Y en aras de mi propio futuro, insté a mi mujer a que abortara. Yo soy culpable.

Desde un punto de vista artístico, sus novelas se leen como películas: esquivan la mirada directa dentro de la mente de sus personajes.

Eso forma parte de la experiencia espiritual de mi generación. Algunas personas han reconocido que la Revolución Cultural fue un error del Partido, pero también han aceptado que el Partido ha corregido este error.

¿Qué piensa usted? Usted también tuvo que abandonar su educación durante la Revolución Cultural, y eso que era miembro del Partido.

El Partido tiene 80 millones de miembros, y yo soy uno de ellos. Yo me afilié al Partido en 1979, cuando servía en el Ejército Popular de Liberación, y tardé un tiempo en darme cuenta de que la Revolución Cultural era atribuible a los errores de unos cuantos mandatarios. No estaba directamente relacionada con el Partido.

En sus libros critica a los funcionarios del Partido Comunista , pero en sus declaraciones, e incluso en esta entrevista, es usted muy blando. ¿Cómo explica esta contradicción?

No existe ninguna contradicción con mi postura política si critico duramente a funcionarios del Partido. Siempre he hecho hincapié en que me considero un escritor de las personas, no escritor del Partido. Detesto a los funcionarios corruptos.

En su novela La vida y la muerte me están desgastando, a uno de los protagonistas se le cae una insignia de Mao Zedong a la letrina; y en su tomo autobiográfico Cambios revela que utilizaba estatuillas de Mao para ahuyentar a las ratas de su dormitorio. ¿Por qué se atreve a romper de ese modo los tabúes en sus libros, pero se muestra huidizo en público?

¿Usted cree que soy tan cuidadoso en público? Entonces no habría accedido a esta entrevista. Soy escritor, no actor. Y cuando escribí esas escenas, no estaba pensando en romper con ningún tabú. Si con eso he conseguido mostrar que Mao era solo un hombre, me parece bien. Cuando yo era pequeño, pensaba que era Dios.

Usted es vicepresidente de la Asociación de Escritores de China. ¿Se puede ocupar ese puesto sin estar próximo al gobierno?

Es un título honorífico que no le importaba a nadie hasta que me concedieron el Premio Nobel. Pero hay gente que cree que un Nobel tiene que ser por principio miembro de la oposición. ¿Eso es así? A esas personas no les interesa lo más mínimo lo que escribo. ¿No debería concederse el Premio Nobel de Literatura por la literatura?

En China hay personas que son perseguidas y encarceladas por lo que escriben. ¿No siente la obligación de aprovechar su distinción para defender a esos escritores?

He afirmado públicamente que espero que Liu Xiaobo recupere su libertad lo antes posible. Sin embargo, justo después volvieron a atacarme y me obligaron a expresarme una y otra vez sobre esta misma cuestión.

Liu fue galardonado en 2010 con el Premio Nobel de la Paz. Defenderlo constantemente tendría más efecto que un comentario aislado.

Esos rituales de la repetición me recuerdan a la Revolución Cultural. Yo hablo cuando quiero. Cuando no quiero, ningún cuchillo en la garganta va a obligarme a hacerlo.

Entre sus críticos se encuentra el artista Ai Weiwei.

¿Y qué ha dicho de mí?

También le tacha de ser un escritor al servicio del Estado. Afirma que es ajeno a la realidad del país y que, como intelectual, no es usted apto para representar a China.

Pero ¿no son la mayoría de los artistas en China artistas al servicio del Estado? Muchos ocupan cátedras, otros escriben en periódicos estatales. ¿Y qué intelectual puede afirmar de sí mismo que representa a China? Yo no. ¿Puede Ai Weiwei? Creo que los únicos que pueden realmente representar a China son los que están ahí fuera excavando con las manos en la suciedad y adoquinando las calles.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.