Morrissey: "Si yo pudiera, cantaría en cada pueblo y ciudad de Chile"

<P>El inglés habla con<B> </B>La Tercera sobre por qué aceptó venir a Viña 2012 y de cómo será su retorno al país, que también incluirá un show en Santiago. </P>




Para aludir a su primera vez en Chile, Steven Patrick Morrissey (52) no necesita rememorar el blanco de la cordillera o alguna ofrenda gastronómica de aire marino. Sólo basta con que recuerde su propio rostro. En marzo de 2000, en su arribo a Pudahuel para el intenso show con que tumbaría a un repleto estadio Chile, el inglés se sorprendió cuando vio su imagen y su jopo multiplicados en varios carteles publicitarios de dimensiones paquidérmicas, levantados en plena carretera y en sincronía con el horizonte capitalino. "No lo podía creer. Quedé absolutamente shockeado", revela en conversación con La Tercera, desde Londres.

Casi 12 años después, la bienvenida será parecida. E incluso más embriagadora. Morrissey no sólo volverá a ver su rostro en anuncios voluminosos, sino que también en tandas televisivas, matinales emitidos desde la playa y fachadas de malls o supermercados; y al lado de estrellas de la salsa, baladistas mexicanos, humoristas bautizados con el nombre de un jugo y otros que han hecho su éxito vestidos de blanco: es la gran estrella anglo del próximo Festival de Viña del Mar y uno de los invitados más trascendentes de su historia, con un show pactado para el cierre del viernes 24, y una presentación en solitario dos días después, en el Movistar Arena.

Pese a ser un hombre curtido en festivales -desde Coachella hasta Glastonbury han tenido su presencia-, probablemente nunca enfrentó un evento ensamblado como un programa de televisión, con dos animadores, premios que se entregan en la mitad de una presentación y un cartel tan dispar. Pero el asunto le inquieta poco y nada. En su estilo, con retórica precisa y decidora, no le dedica especial atención al perfil particular del certamen y asegura que su ética en vivo es impermeable a las condiciones de cada escenario.

¿Sabía algo del Festival de Viña? ¿Qué le parece estar en un evento de este estilo?

No, pero no necesito alguna explicación o mayores estímulos para regresar a Chile. Si yo pudiera, tocaría en cada pueblo y cada ciudad del país. Pero sé que, desgraciadamente, no es algo que se pueda llevar a la práctica ni concretar.

Tomando en cuenta el perfil televisivo del festival, ¿cómo será su show?

Voy a cantar 22 de mis mejores canciones lo más fuerte que pueda, con todo mi ánimo y con mis capacidades en su nivel más alto. Y esto no se trata en lo absoluto de luces intergalácticas, o efectos especiales, o un grupo de 100 bailarines detrás de mí, o un escenario que termina explotando. Nada de eso. A mí me basta con que mi show se base en la fuerza de la canción, sin distracciones de ningún tipo.

Es su tercera vez en el país. ¿Tiene algún recuerdo de las dos anteriores, en 2000 y 2004?

Sí, la primera vez que llegué a Santiago me sorprendí mucho al ver un enorme cartel publicitario con mi rostro, con todo el horizonte de la ciudad detrás de él. No lo podía creer. Nunca antes había tenido una bienvenida así en otra ciudad, la recepción fue mejor que en cualquier otro lugar. Además, llegué muy temprano, a las siete de la mañana, y había muchísima gente esperándome en el aeropuerto. Me sentí doblegado con tanta emoción.

Culto local

Y el asunto es recíproco. Los que estuvieron en 2000, en el hoy estadio Víctor Jara, recordarán que el británico apareció puntual, frente a una fanaticada que lo esperó con gladiolos y gritos destemplados. Que Moz respondió tratándolos de "All my chilean children!", que bromeó calificando el lugar como "el baño más grande de la ciudad", que pidió cigarrillos, que le lanzó un par de chistes a Simply Red, que agregó la palabra Santiago en los versos de la hermosa Now my heart is full y que obvió un puñado no menor de sus mayores himnos. Los que cuatro años después llegaron hasta San Carlos de Apoquindo, para el cierre de la primera noche del festival SUE, recordarán que estuvo igual de locuaz, que integró sus composiciones más masivas, que apareció vestido como sacerdote y que avivó las tradicionales fricciones geográficas al comparar a los seguidores chilenos con sus pares argentinos.

El cuadro configura dos verdades rotundas. Primero, que el ex The Smiths aún persevera en esa costumbre en desuso de hablar en cada show, de opinar desde actualidad hasta el estado de ánimo de la audiencia, en contrapunto con coetáneos como Robert Smith o frontman más actuales, como Thom Yorke y Michael Stipe. De hecho, no es descabellado pensar que algo trama para su noche en la Quinta Vergara.

Segundo, el hombre de Everyday is like sunday ha levantado en torno a su figura un culto que no depende de las rotaciones radiales o las ventas multiplatinos. Menos para alguien que creció en los días ochenteros en que The Smiths no tenía mánager y debió batallar con falencias promocionales que explican su vida fugaz. "Esta devoción aún me sorprende", establece. Más bien, se trata de una reverencia hacia una personalidad con principios claros -desde su veganismo hasta su amor por los gatos o el mundo en sepia de los 50-, hacia una impronta artística que aún puede presumir cierta independencia y hacia una obra que hermana sensibilidad y actitud.

Sus fans chilenos compraron entradas antes de que su nombre se oficializara en la ticketera. ¿Cómo explica su lazo férreo con sus seguidores?

Siento que el público en Chile actúa de manera muy parecida a lo que sucede en países como México. He visto cómo la gente canta fuerte cada una de las palabras de mis canciones. Son muy apasionados. Y lo que me cautiva es que, en la mayoría de estos países, yo no tengo mayor espacio en las radios, básicamente, porque no soy un artista tecno-dance. Por eso, siempre me pregunto cómo tanta gente en Chile puede saber acerca de mí.

¿Siente que, aún hoy, su impronta como artista tiene características únicas?

Soy un artista totalmente inusual, porque no me baso en la promoción o en la publicidad masiva, por lo que a veces me es difícil evaluar si la gente quiere volver a verme. Pero, curiosamente, ¡siempre lo hacen!

¿Y por qué cree que aún sucede eso?

De verdad, yo no quiero ser una celebridad, y no quiero ni me interesa toda la publicidad falsa en torno a mi figura. Estoy aquí sólo por mis canciones y si a la gente, como la que ha comprado mis entradas en Chile, le gustan... entonces yo voy a seguir cantándolas. Es así de simple.

Así de simple -y con esa misma fe en sus creaciones- parece haber sido la última década del artista. Aunque en Viña 2012 y en su retorno a Santiago echará mano de su repertorio más clásico, el inglés viene antecedido por una de sus temporadas más brillantes. Luego de siete años sin lanzar un álbum, en 2004 se aventuró en un retorno que, sin quererlo, remató en una trilogía que figura sin problemas entre lo mejor de su carrera: You are the quarry (2004), Ringleader of the tormentors (2006) y Years of refusal (2009) son piezas que fusionan el desencanto político, el temperamento rockero y la melancolía crepuscular propia de toda su discografía.

Para 2012 lo espera la posible edición de una autobiografía que se lanzará en diciembre, bajo la editorial británica Penguin Books. "Además, después de Chile y Sudamérica voy a ir a tocar a Japón y Corea. También me han ofrecido una extensa gira por Estados Unidos", adelanta en torno a sus proyectos de este año, justo cuando cumple tres décadas desde su irrupción en la escena musical junto a The Smiths. Un itinerario actual que asoma agotador, que nuevamente lo tendrá en la primera plana en los próximos meses, pero que sintetiza con la frase que más explota para cerrar sus respuestas: "Es así de simple".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.