Moussambani no se fue

<P>No todas las historias olímpicas hablan de épica y gloria. También hay que mezclan error y frustración, lo cómico. La del nadador de Guinea Ecuatorial en Sydney es inolvidable. </P>




Era septiembre. Australia, Juegos Olímpicos de Sidney. Marcelo Ríos se despedía en primera ronda del single, Bam Bam Zamorano goleaba a Marruecos junto a la Roja Sub 23 y Eric Moussambani Malonga, un desconocido nadador ecuatoguineano recién egresado del colegio, opacaba a las estrellas del deporte mundial.

En el centro olímpico de natación, cuando el africano se preparaba para su memorable participación, Graham Hill, el entrenador del equipo sudafricano, le preguntó extrañado: "¿Qué haces, chico? ¿Por qué estás vestido asi?". Moussambani llevaba puesta una bermuda playera, con un diseño acorde a la moda que en 2000 se usaba. No supo qué responder. Se encogió de hombros y le hizo un puchero. Hill salió un rato de los vestidores y al regresar volvió a hablarle al intranquilo moreno: "Ten esto. Sin bañador y lentes te descalificarán".

Moussambani no tenía idea de nada. En la naciente Federación de Natación de su país no le explicaron que para nadar necesitaba uniforme. De hecho, con suerte le enseñaron a nadar. No conocía las piscinas olímpicas y menos sabía lo que era nadar 100 metros. Llegó con apenas cuatro meses de preparación, ilusionado por estar presente en la cita, aunque a él le hubiera encantado haber clasificado por atletismo, su deporte.

Por eso marcó 1'52".72 en su prueba: récord olímpico en los 100 metros libres, pero a la inversa, por ser el más lento. Ahí nació el antihéroe más querido de todos los Juegos. "Yo sólo pensaba en terminar. En el segundo tramo, que fue el más largo y difícil para mí, pensé que nunca acabaría. Pero gracias a la gente, q ue gritaba mi nombre y me daba ánimos, me entró más valor y fuerza para continuar", recuerda para La Tercera desde Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial, el nadador más lento de todos los Juegos.

Aquella carrera quedó guardada en la historia del olimpismo por representar, precisamente, esos valores. Un chico que casi se ahoga en el agua tratando de terminar y que fue apoyado desde la grada durante esos casi dos minutos de competencia. Al día siguiente, Eric Moussambani se transformó en una estrella, aunque fugaz. "Mi vida cambió mucho después de Sydney. Pasé de ser un chico normal a un chico famoso. Conocí a mucha gente que me ayudó y lo sigue haciendo. Tuve la oportunidad de conocer otros países, celebridades o personajes del deporte", reconoce ahora Moussambani, con 38 años.

El africano continuó nadando e incluso ganó competencias internacionales: "Gané un torneo Africano, en 2003". Por estos días trabaja como ingeniero informático para una empresa de gas licuado y es candidato a presidir la federación de Guinea Ecuatorial. "Deseo coger la presidencia para poder dar vida a la natación y los deportes acuáticos en mi país", dice.

Su imagen es recordada en todos los Juegos. En Río, muchos Moussambani han aparecido. El nadador de Etiopía, Robel Kiros, es el que más hizo recordarlo, por ser gordo y nadar los 100 metros libres; pero también el haitiano Jeffrey Julmis, que olvidó saltar en la semifinales de los 110 metros vallas. "El olimpismo, aparte de competitividad o medallas, tiene otro significado: la voluntad y el espíritu", remata Moussambani, el antihéroe más querido de los Juegos Olímpicos.

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