Muere Arthur Penn, el director que renovó Hollywood con Bonnie and Clyde

<P>El cineasta que influyó a directores como Coppola y Scorsese falleció este martes a los 88 años. </P>




Se dice que Arthur Penn cambió dos veces el curso de la historia estadounidense: en 1967 dirigió Bonnie and Clyde y renovó la forma de hacer cine en Hollywood y en 1960 asesoró a John Kennedy para enfrentar a Richard Nixon en en los cruciales debates televisivos donde el primero aseguró su elección presidencial.

Este realizador de pocas películas e influencia definitiva falleció el martes en la noche, un día después de cumplir 88 años. De acuerdo con su hija Molly Penn, el cineasta murió a raíz de una falla cardíaca.

Formado en los años 50 al alero de la generación dorada de la televisión estadounidense (donde también se templó el talento de cineastas como Sidney Lumet y John Frankenheimer), Penn comenzó en el cine en 1958 con El zurdo, un drama en blanco y negro donde Paul Newman interpretaba a un díscolo cowboy juvenil que resultaba ser Billy The Kid.

Bajo la influencia del Actor's Studio, Penn siempre se preocupó de aprovechar la improvisación y la espontaneidad en sus actores. "No soy partidario de los guiones. Supongo que esto me viene de mis viejos días en la televisión, cuando no había tiempo para los libretos y todo lo hacíamos en el acto, tratando de capturar el momento", decía Penn en 1970 ante una audiencia del American Film Institute.

Esta preocupación por dar curso libre a la emoción de los actores contrastaba con el tradicional modus operandi en Hollywood. Ya hubo huellas de tal frescura interpretativa en sus primeros filmes (sobre todo en Ana de los milagros, trabajo de 1962 por el que Ann Bancroft logró el Oscar a Mejor Actriz), pero el golpe definitivo vendría con Bonnie and Clyde, filme de 1967 protagonizado por Warren Beatty y Faye Dunaway.

Incorporando un tono propio de la Nueva Ola francesa (montaje disperso y libre, gusto por personajes al filo de la ley en la línea de Sin aliento de Godard y Disparen sobre el pianista de Truffaut), Bonnie and Clyde impactó en primera instancia sobre todo por su uso sin mordazas de la violencia, subvirtiendo las leyes de un Hollywood aún anestesiado por el puritano Código Hays de 1930.

La cinta se inspiraba en la historia de una pareja de bandidos de los años 30 y la escena del salvaje tiroteo final fue una directa inspiración para películas posteriores. El realizador Francis Ford Coppola siempre ha reconocido que el famoso pasaje de El padrino donde Sonny Corleone muere acribillado en un peaje, fue inspirado por la escena culminante de Bonnie and Clyde.

La película estuvo a punto de no filmarse (hasta que el también productor Warren Beatty le aseguró a Penn que tendría el derecho sobre el montaje final) y Warner Brothers le tenía tan poca fe que la estrenó sólo en autocines y salas periféricas. The New York Times la hizo pedazos, pero aún así no fue capaz de contrarrestar el éxito que logró entre el público joven y críticos nuevos como Pauline Kael y Roger Ebert (ambos serían dos de los más influyentes reseñistas de los 70 y 80). En menos de un año, Bonnie and Clyde era un ícono y dio inicio al movimiento conocido como Nuevo Hollywood.

A propósito de la influencia de Penn, el director Paul Schrader (autor de los guiones de Taxi Driver y Toro salvaje) ha dicho: "Arthur trajo la sensibilidad de las cintas europeas de los 60 al cine estadounidense, pavimentando el camino a la nueva generación de realizadores formada en las escuelas de cine".

Penn también destacó con sus cintas La jauría humana (1966) y Pequeño gran hombre (1970) para ir languideciendo a fines de los 70, período en que Spielberg y Lucas ya habían moldeado la sensibilidad del público a su gusto. En una entrevista de fines de los 70, Penn (que murió en Nueva York, lejos del Hollywood que le dio la gloria), decía con algo de amargura: "Los tiempos han cambiado. Ahora tienen a este magnífico muchacho (Spielberg), capaz de contar grandes historias de bondad. Mientras que a mí sólo me recuerdan como un cineasta de gente que se dispara y se corta en pedazos".

La modestia de Penn fue célebre, pero no fue efectiva para ahuyentar la influencia que ejerció sobre la generación que en los 70 brilló con Martin Scorsese (que le dedicó largos pasajes en su documental A personal journey through american cinema), Robert Altman, Hal Ashby y Bob Rafelson.

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