Muere Manuel Otero, la voz susurrante de lla balada hispana
<P>El español, que hizo fama principalmente por su estilo sensual y su estampa de galán, falleció el miércoles en Brasil.</P>
Debido a una semblanza juvenil que batallaba con el paso de los años, Manuel Olalquiaga, el representante chileno de Manolo Otero, bautizó al español con una etiqueta lógica: "El inmortal". "Así, incluso, empezó a firmar sus e-mails", acota el mánager. Pero el concepto espontáneo tuvo su final: el baladista falleció la noche del miércoles 1 en Sao Paulo, a los 63 años y víctima de un cáncer de hígado diagnosticado a fines de marzo.
Un mal descubierto luego de que en diciembre viajara a España por el fallecimiento de su madre. "Luego regresamos a Brasil y se sentía muy desanimado. Ya comía muy poco, porque fue un deterioro que se acumuló por años. Fuimos al doctor y, cuando le informaron de la enfermedad, se hundió en una depresión. Al menos, fue algo rápido y sin dolor", detalla la brasileña Celeste Ferreira, su esposa desde 1991 -fecha en la que también llegó a vivir a Brasil- y a quien conoció durante una visita a Roma. La propia Ferreira, con quien no tuvo hijos, encabezó ayer la ceremonia de cremación con que se despidió al artista. Hasta ahí llegaron sus amigos brasileños y sus parientes españoles, todo en un ambiente muy íntimo y lejos de su Madrid natal.
De algún modo, fue el retrato de su carrera: Otero nació el 25 de junio de 1947 y los contactos trazados por sus padres -él era barítono de ópera y ella actriz de comedia musical- le permitieron trabajar, desde 1963, en los espacios teatrales de la cadena TVE. Su aspecto fotogénico lo llevó a encarnar roles de héroes juveniles, aunque su ingreso a la música fue en 1968, cuando el animador Miguel de los Santos lo incita a capitalizar su fama de carilindo en el festival de Benidorm, el mismo año en que Julio Iglesias saltó a la fama.
En ambos casos Benidorm marcó el cisma: mientras Iglesias se catapultó como rey sin contrapeso, Otero tuvo un cometido discreto y la prensa destrozó su escasa voz y su relativa prestancia escénica, sólo justificada por su facha agraciada. Fue el fantasma que marcó su trayectoria: aunque surgió en la era de oro de la balada hispana, siempre creció a la sombra absoluta de titanes como Raphael o Nino Bravo. Buddy Richard, quien tejió amistad con el español y lo acompañó en un show de 2010 en EE.UU., acota: "Su plus siempre fueron su pinta de galán, su personalidad seductora y el tono hablado para cantar, siempre con pistas".
Tras Benidorm, lanzó un álbum debut sin mayor repercusión, para luego refugiarse en el cine. Hasta que en 1974 editó Todo el tiempo del mundo y comenzó a explotar su figura de adonis, acorde con el destape frívolo que vivía la sociedad española. Incluso, en 1973 se casó con la glamorosa actriz María José Cantudo, con quien tuvo su único hijo, aunque se divorciaron en 1978. Con esa misma fama -y con hits como Más no más y Te he querido tanto- llega al Festival de Viña de 1977, donde su gran marca fue un romance con una Raquel Argandoña de 18 años. Ahí, Otero descubre que su mina de oro está en Latinoamérica y volcó su carrera a la región, donde vivió hasta sus últimos días.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.