Nicolás Jaar, el chileno que está revolucionando la electrónica
<P> Con 21 años, su disco debut es considerado uno de los renovadores de los sonidos sintéticos.</P>
Fue poco antes de una Navidad en Santiago. Nicolás Jaar le comentó a su padre, Alfredo, cineasta y artista, que le gustaba la música electrónica. Al rato, su padre fue a una disquería del centro de la ciudad y le preguntó al dependiente que le mostrara lo mejor que le podía ofrecer sobre el estilo. El tipo llegó con un disco de Ricardo Villalobos. Y Nicolás estaba dichoso. "Siempre me gustó la música de todos los géneros. Seguía mucho a Portishead, Beck, Keith Jarrett, Pink Floyd y la música africana. Y de Villalobos me hice fan. Lo escucho desde los 14 años", dice al teléfono desde Nueva York.
Siete años después, Jaar está jugando, al igual que Villalobos, en la primera división de la electrónica. Tras publicar hace cuatro temporadas su primer EP, The student, en el prestigioso sello neoyorquino Wolf Lamb, despertó el apetito de los adictos al género. Sus progresos fueron evidentes en su nuevo single, Time for us (2010), alabado por su equilibrio entre madurez sonora y elegancia sintética. Ahora, su disco debut, Space is only noise, lo tiene en el pináculo: diarios como el inglés The Guardian lo definen como "el niño prodigio de la música electrónica" y revistas como la francesa Les Inrockuptibles lo apuntan como uno de los músicos "más modernos y trascendentes de la electrónica". "No esperaba que me trataran tan bien. Me tiene sorprendido, porque no imaginé que mi música pudiera ser cool. Aunque sí sabía algo: en Europa se interesarían mucho más que en Estados Unidos. Pero nunca pensé que el disco vendería tanto, y se ha vendido bastante bien", cuenta.
Nacido en Nueva York, Nicolás Jaar tenía otro paradero al cumplir un año: Chile. Sus padres se separaron y se vino junto a su madre. En el país vivió hasta los nueve años, justo cuando sus padres se reconciliaron y volvieron a la Gran Manzana. Aunque permanentemente viaja a Santiago, Jaar afirma que le costó adaptarse durante su período en Chile. "Era súpermalo para el fútbol, algo que determina popularidad en el colegio, y también tenía malas notas. Aunque recuerdo que me gustaba Colo Colo", admite.
Pese a que recibe invitaciones para tocar, principalmente en Europa, el músico divide sus tiempos. Por un lado, estudia Literatura Comparada en la Universidad de Brown y, por otra parte, se encierra en su estudio para crear melodías en su computador. "La universidad me quita bastante tiempo y, cuando no estoy allí, me dedico a hacer canciones en mi laptop. ¿Si creo que mi vida es rara para tener 21 años? No, creo que soy muy normal", sostiene.
Existe una generación de músicos como tú, James Blake o Mount Kimbie, que trabajan sin productores y sólo con computadores. ¿Te parece que se está formando algo nuevo?
Me parece que se está abriendo un nuevo momento en la música. Somos todos muy chicos y nos parecemos en que hacemos música en el computador, pero sin pensar en el dinero. Hace cuatro años, el sello francés Circus Company me pidió grabar un disco y que firmara. Les dije que esperáramos un tiempo y que se los iba a dar. Y lo hice. Nadie hace canciones para volverse famoso.
Tu padre es un destacado artista. ¿Cuánto influyó en tu decisión de dedicarte al arte?
No soy artista, soy músico. Mi padre tuvo poco que ver con esta vocación. Más bien, fue mi madre la que me impulsó a la creatividad. Fue una gran influencia. Me mostraba cosas como John Cale, Nina Simone o Erik Satie, que me ayudaron en la creación de canciones.
Tu disco tiene silencios, experimentación y una belleza crepuscular. ¿Te sientes ajeno a la electrónica de baile?
No me cuestiono esa situación. Me gusta que la música sea fluida, espontánea y que se experimente, que aparezcan nuevas cosas. Esa es la idea central.
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