No es bebé, es frenesí

<P>Londres en particular, e Inglaterra en general, vive días de absoluto éxtasis. La razón: el nacimiento de George Alexander Louis, primogénito del príncipe William y tercero en la sucesión al trono británico. Cañonazos sobre el Támesis, apuestas públicas por el nombre y un inagotable merchandising son parte de la locura, Estuvimos allí. Esto vimos. </P>




Corren años duros para los londinenses que reniegan de las multitudes y les gusta beber su cerveza en el pub, en relativo silencio, sin alharacas, sin pantallas gigantes ni banderines ondeantes.

El nacimiento del niño de Kate y William ha convertido a la ciudad en un callejón sin salida a la celebración: calles cortadas, fuentes coloreadas de azul, 41 cañonazos frente al Támesis. Todo aquí grita al transeúnte: "It's a boy!!!!". "His name is George!!"… desde las pizarras de los bares a las fachadas de los edificios. No hay escapatoria.

La penitencia de los londinenses silenciosos comenzó mucho antes del anuncio del embarazo de Kate, en diciembre de 2012. Ni siquiera fue el día en que se prendió la llama olímpica en el verano de ese mismo año. La locura colectiva en esta ciudad se remonta a 2011, cuando William y Kate anunciaron su boda.

Desde entonces, Londres ha ido de éxtasis en éxtasis hasta llegar al epicentro del actual frenesí: el nacimiento del Royal Baby. Según una encuesta de Yougov, empresa de investigación de mercado on line, el 46% de los británicos está "muy o bastante interesado" en el bebé.

"El sentimiento hacia este niño es muy positivo. Los nacimientos del príncipe William en 1982 y de su padre, en 1948, también fueron un momento de celebración para esta nación", asegura el experto en la Casa Real Británica, Charlie Jackoby. Pero ahora es mayor la emoción, pues la monarquía británica pasa por un buen momento y, además, el pueblo adora especialmente a la pareja formada por William y Kate.

La mayoría del país tiene algo que ganar con este tema, aunque sólo sea en un sentido puramente comercial. Inglaterra espera ingresar US$ 400 millones sólo en los próximos dos meses, una buena parte de ellos debido a la venta de regalos conmemorativos del nacimiento. Desde que Buckingham Palace anunció en diciembre el embarazo de Kate, la industria manufacturera se concentró en el evento real.

Así que quien no se alegra por fervor patriótico y monárquico, quizá lo haga por la oportunidad de sacar un dinero extra gracias al nuevo tercer heredero. O, por qué no, por la oportunidad de lograr fama mundial aprovechando una confusión… Le sucedió al pregonero espontáneo que se convirtió en la cara de la noticia al subirse a las escaleras del hospital a anunciar el sexo del bebé. Pese a que fue identificado como presidente del Gremio Internacional de los Pregoneros del Milenio, Buckingham Palace aseguró que su aparición no estaba planeada ni formaba parte de los actos oficiales. Como sea, Tony Appleton pasó de ser una cara anónima a rostro en agencias y medios de todo el mundo.

Algo similar a lo de Terry Hutt. Ese hombre de 72 años que ha pasado más de dos semanas durmiendo a las puertas del hospital enfundado en la Union Jack (la bandera británica) de pies a cabeza. Fue abordado por centenares de periodistas y curiosos, y día tras día respondió lo mismo: "Estoy convencido de que nacerá mañana".

Por tercera vez en poco más de dos años, los Windsor ponen en bandeja una ocasión de oro para el comercio nacional. La boda de William y Kate aportó 199 millones de libras (US$ 305 millones) en ventas de suvenires, según el Centro de Investigación del Comercio de Reino Unido. El 2012, la reina brindó una nueva oportunidad de ganar dinero con su Jubileo de Diamantes: la compra de objetos relacionados aportó esta vez 300 millones de libras, unos US$ 460 millones. Ahora es el turno del recién nacido príncipe de Cambridge.

Con tanto evento y tan seguido, algunos han hecho de la creación de suvenires reales una forma de vivir. Es el caso de Lydia Leith, artista de Newcastle de 26 años que logró vender por internet 9.000 bolsas para vomitar con motivo de la boda de William y Kate decoradas por ella. "Para quienes la Boda Real les pone enfermos", explicaba.

Con ese dinero logró abrir su propia tienda, donde ahora vende un nuevo modelo de las mismas bolsas, a propósito del nacimiento real. "Manténgase al alcance de la mano en el verano de 2013", reza el producto.

La larga incertidumbre sobre el sexo del hijo de Kate y William no ha sido capaz de frenar la incontinencia creativa de los británicos, que se multiplica cuando está la monarquía de por medio. Las ferias callejeras e internet han sacado lo mejor del humor inglés: venden pijamas con la frase "Keep calm, my granny is the queen" ("mantén la calma, mi abuela es la reina") o baberos que dicen: "Quiero a mi tía Pippa" o "Amo a mi tío Harry".

En los dos días transcurridos desde que se supo que es un niño y que se ha hecho público su nombre, las máquinas han funcionado a medias. Los comerciantes querían tener todos los datos antes de lanzarse con una nueva hornada de memorabilia.

La diseñadora Milly Green, que ha decorado un juego de desayuno para niños inspirado en este evento, fabricó hace meses 45.000 unidades. "Grandes almacenes y vendedores oficiales, como el British Museum, me acaban de hacer un nuevo pedido", cuenta. Ahora que por fin se sabe que el nombre del pequeño será George Alexander Louis, esta diseñadora hará la nueva edición especial de sus tazas "con la fecha de nacimiento del bebé y el nombre", asegura.

Después de que Kate cumpliera con su último acto oficial a mediados de junio, el bautizo de un barco en Southampton, en el sur del país, no hubo más puesta al día de las fuentes oficiales hasta el día del nacimiento del bebé. Durante un largo mes, la prensa internacional ha recurrido al archivo histórico para prever cómo se desarrollarán los primeros años del príncipe. El resultado ha sido sorprendente.

Los medios han recordado la comida favorita del nuevo papá cuando era niño (helado y flan de plátano). Han sacado del olvido el juguete preferido del abuelo Charles: un coche a pedales, réplica del Sunbeam Coupé. Según la prensa, aún se conserva en perfectas condiciones en el Castillo de Windsor.

Repasando la biografía de la reina para satisfacer la avidez de información sobre bebés reales, se ha vuelto a recordar una vieja polémica. La autora Lady Colin, en su biografía de Isabel II, asegura que fue concebida por inseminación artificial. "Necesitaban tener descendencia, pero Isabel no habría permitido que Bertie (como se conocía popularmente al rey tartamudo) la inseminara naturalmente". La información no fue desmentida ni ratificada por Buckingham, pero la autora, conocida por haberse hecho eco de la bulimia de lady Diana antes que nadie, dice que tiene "infinitas fuentes" que se lo han confirmado.

Los ermitaños londinenses sueñan con que se acabe pronto la euforia por el famosos bebé. Pero aunque la parte más intensa del terremoto llamado George acaba de pasar, aún quedan las réplicas: el bautizo, las primeras fotos de Harry y Pippa con su sobrino… Sólo después, y si los Windsor no contraatacan, podrán volver a disfrutar de su ciudad sin sobresaltos y de sus cervezas entre el ruido anodino de un pub sin perturbaciones reales.

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