No siempre es posible "caminar y mascar chicle" a la vez
<P>Se estima que sólo una de cada 40 personas puede realizar dos acciones a la vez con la misma efectividad. El problema es que el cerebro debe "dividirse" para operar. Nuevos estudios prueban que lo más difícil es alternar entre números y palabras, concentrarse en buscar una dirección cuando nos distrae un ruido y pensar demasiado en la tarea que se va a ejecutar. </P>
QUIZÁ el mejor ejemplo, y el que más se ha estudiado, es lo que pasa cuando usted conduce e intenta hablar por teléfono. Su atención simplemente disminuye y queda propenso a sufrir un accidente. No por nada las leyes en casi todo el mundo lo prohíben. Pero no es la única tarea que confunde a nuestro cerebro cuando intentamos hacer dos cosas a la vez. Nuevas investigaciones prueban que cuando se está bajo la "influencia de los números", ejecutando una prueba matemática, o concentrado en hablar, su respuesta también es errática para ciertas tareas.
En el caso de los números, por ejemplo, disminuye la respuesta automática a los estímulos y usted tendrá que concentrarse más para aprender cosas nuevas. Planteado así, si ha estado sacando muchas cuentas antes de realizar un viaje, le resultará más difícil hallar la ruta que está buscando si se guía por los símbolos que encuentra en el camino: lo más probable es que tenga que detenerse, mirar el mapa y analizar el camino con detención. O si está acostumbrado a realizar algo de manera automática o es especialista en ello, le va a costar más si se detiene a pensar. Como el futbolista que, sabiendo patear penales, se concentra tanto en la tarea que termina pateando la pelota para afuera.
Esto ocurre porque su cerebro, literalmente, tiene que dividirse para cumplir ambas funciones. Todo se controla en el área frontal, que maneja los procesos cognitivos y se encarga de la llamada "función ejecutiva": es una especie de "gerente" que para administrar tareas simultáneas debe interconectarse con varias regiones del cerebro.
Demasiados números
Uno de los ejemplos más claros de cómo opera esta división en nuestro cerebro es lo que pasa cuando procesamos información numérica (esto ocurre en la corteza parietal posterior, el área que se encarga de los números) y cuando procesamos estímulos lingüísticos (que ocurre en la corteza prefrontal dorsolateral, área involucrada en el aprendizaje más general). Un estudio dado a conocer la semana pasada por expertos de la U. de Oxford sometió a un grupo de sujetos a estimulación de la capacidad matemática, mediante estímulos eléctricos y entrenamiento cognitivo. Tras varias semanas los resultados sorprendieron.
En pruebas simples se les enseñó a asociar números con símbolos (una prueba cuyo efecto es similar a aprender una nueva lengua) y debían mostrar cuán veloces eran para señalar el símbolo que representaba la cantidad mayor. Todos mostraban mayor habilidad comparados con el grupo que no recibió estimulación; sin embargo, cuando se les pidió que identificaran el símbolo de mayor tamaño, ignorando el valor numérico que habían aprendido para esos símbolos, todos tardaban más en responder y presentaban respuestas erráticas.
En términos simples, el entrenamiento matemático permite aprender de manera veloz, pero mientras usted concentra su atención en los números, su habilidad para procesar información nueva de manera automática, como los carteles en una ruta, disminuye, por lo que debe tomarse más tiempo para pensar.
Quien mucho abarca...
Lo mismo ocurre al desarrollar tareas complejas mientras alguien habla o distrae su atención. Un estudio de la U. Hertfordshire, en Inglaterra, pedía a hombres y mujeres diseñar una estrategia para encontrar un objeto perdido en una habitación, todo en ocho minutos mientras, en el intertanto, recibían llamadas telefónicas preguntando sobre temas no relacionados con lo que estaban haciendo. Al terminar la prueba la mayoría fue incapaz de lograr el objetivo.
La explicación radica en que cuando realizamos tareas intelectuales complejas, el cerebro gasta más recursos en realizar las conexiones necesarias, lo que limita la capacidad para cubrir otras demandas. Es esta misma la razón que explica por qué no se puede manejar mientras se habla por celular. Un estudio de la U. de Utah analizó esta capacidad con sujetos en un simulador de manejo, mientras recibían llamadas telefónicas donde se les mencionaba una palabra que debían recordar: sólo uno de cada 40 participantes fue capaz de responder ambas metas tan bien como sólo manejando. Quienes se equivocaban lo hacían principalmente en la conducción: se acercaban un 30% más a los otros autos y demoraban 20% más en frenar.
Sólo algunas personas se muestran diestras en esto y son las que por genética cuentan con una mayor cobertura de mielina en las neuronas, cuyo efecto es similar al de un plástico recubriendo un cable eléctrico: hace que el impulso se transmita más rápido. Se cree que Albert Einstein tenía esta ventaja, lo que en parte explicaría su gran capacidad intelectual. Un estudio señala que sólo el 2,5% de las personas tiene la habilidad para conseguir el mismo rendimiento que obtienen al realizar una tarea, lo que comprueba que no todos tenemos dicha capacidad desarrollada.
No piense demasiado
Otra de las tareas que se ve afectada por esta capacidad cerebral de transmitir energía entre las neuronas es la de trabajar bajo presión, en especial cuando se realiza en público bajo la mirada atenta de otros. Un ejemplo: usted tiene que realizar una presentación muy importante frente a todo su equipo de trabajo, por lo que prepara todo muy bien, pero justo en el último minuto se confunde, nada parece salir. En este caso, lo que ocurre es que usted también está realizando dos tareas a la vez: la presentación y el enfocar su concentración en que todo le salga bien.
En el libro What the secrets of the brain reveals about geteting it right when you have to, la sicóloga de la U. de Chicago Sian Beilock explica que ante la presión se genera un doble trabajo del cerebro, una suerte de superposición de tareas, que deriva del hecho de que las personas piensen demasiado la labor que están ejecutando, aun cuando sean especialistas en eso. La experta explica que se provoca una especie de "parálisis", seguida de un auténtico sabotaje cerebral que afecta la memoria. En este caso, el "pensar demasiado" lo que estamos haciendo bloquea la memoria de trabajo, también radicada en la corteza prefrontal. Por eso el consejo es simple: no piense tanto, confíe en usted y en sus instintos.
Por último, si nada le resulta, un estudio dado a conocer esta semana en el British Journal of Health Psychology comprobó que mascar chicle aumenta la concentración en tareas tediosas, la memoria y la focalización visual. Que nadie le vuelva a decir que no se puede masticar chicle y caminar a la vez.
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