Nuestra gran casa
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A ÚLTIMA hora, como solemos hacer en nuestro país, fui partícipe de un Encuentro Local Autoconvocado para discutir sobre nuestra Constitución Política. Lo hice a resultas de una invitación de mi padre y sus amigos, a la que concurrí con dos de mis hijas que tenían edad suficiente para participar.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención fue la puntualidad y el entusiasmo de los convocados. Teniendo muchos de ellos sólo aproximaciones generales a lo que es una Carta Fundamental, a la historia constitucional chilena o las experiencias comparadas, desde los primeros momentos se notó la necesidad de hablar del país y de nosotros. En un mundo cuya dinámica deja poco espacio para levantar la mirada más allá de nuestras legítimas preocupaciones o problemas, este espacio se transformaba en una notable excepción para tener una conversación desde y para lo plural.
Un segundo rasgo notorio fue el respeto a posiciones bien diversas y contrapuestas. En momentos donde asistimos a un deterioro de nuestro debate público, cargado de frases hechas y descalificaciones, donde se escucha poco y se vocifera mucho, también fue un refugio el poder argumentar, defender apasionadamente algunas ideas, poner atención a las razones que informan las miradas antagónicas, y estar dispuesto a convencer como también a dejarse seducir. Fue más allá de conjugar el verbo tolerar como sinónimo de soportar. Por el contrario, había una genuina disposición a reconocer lo valioso de una posición como resultado de miradas diferentes.
Pese a que me considero una persona joven de espíritu, todavía, fueron evidentes también las diferencias generacionales. En cada etapa de la discusión, y más allá de las posiciones ideológicas, se dejaba constancia del sesgo etario al momento de priorizar y seleccionar. Además de las ya consabidas brechas en los temas ambientales, incluyendo el status jurídico y moral que algunos le asignan a animales o incluso plantas, o reconociéndose ciertamente más liberales que sus padres, los asistentes más jóvenes no parecían muy entusiasmados con defender la prevalencia de ciertos derechos civiles y políticos -quizás porque para ellos son como el aire que respiran- pero sí manifestaban gran interés por aquello que tiene que ver con el espacio público, la ciudad, el transporte y aquello de uso común y de todos.
Es cierto que la metodología ha sido criticada y que muchos han culminado con cierta decepción por la poca riqueza que se expresan en las conclusiones, especialmente de cara a registrar los matices que se verificaron en el debate. Y aunque todo eso es correcto, era difícil dar con un equilibrio que también permitiera procesar, tabular y agregar los resultados y conclusiones de manera expedita y razonable.
Como esa, también habrá otras críticas y aspectos que ciertamente se deben corregir. Pero quise ser parte de este momento republicano, cumpliendo con mi familia lo que considero un deber ciudadano. De hecho, me fui contento, satisfecho y más esperanzado en Chile y su futuro.
Jorge Navarrete
Abogado
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