Nuevo cine chileno: más premiado y menos político

<P> Dos libros buscan definir a las películas actuales, entre intimistas y lejos de la contingencia.</P>




Mañana termina el Festival de Valdivia, una edición marcada por los 20 años que cumple el certamen. El encuentro es evidentemente uno de los responsables del auge del cine chileno que da que hablar internacionalmente, con una producción variada. Fue en el año 2005 cuando aquí debutaron cuatro películas que hoy, desde lejos, lucen como el primer paso de este nuevo momento: Sábado, de Matías Bize; La sagrada familia, de Sebastián Lelio; Play, de Alicia Scherson, y Se arrienda, de Alberto Fuguet.

Eran cintas que no hacían mención a la política más contingente, y sus héroes eran personajes reflexivos y solitarios en un contexto en el que no encajan. También, se alejaban de un estilo narrativo clásico, rastreando nuevos caminos estéticos. Los críticos Gonzalo Maza y Ascanio Cavallo agruparon a estos y otros realizadores que los siguieron bajo el nombre de Novísimo Cine Chileno, en un libro homónimo que editaron el 2011.

Hoy, cuando se estrenan más de 20 películas chilenas al año y el reconocimiento internacional hacia directores como Pablo Larraín o a cintas como Gloria, de Lelio, se hace frecuente, aparecen dos nuevas publicaciones que buscan definir este momento: Intimidades desencantadas, de Carlos Saavedra, y Un cine centrífugo, de Carolina Urrutia, ambos editados por Cuarto Propio. Ambos se hacen cargo de cintas que reciben premios en el extranjero, pero que no dan cuenta en forma directa de la realidad política y social del país. No es cine chileno de los 60, no es Helvio Soto y la ambición épico-política de Caliche sangriento. Es la obra de hoy, entre cuatro paredes, íntima, moderna.

Usando como referencia El cielo, la tierra y la lluvia (José Luis Torres Leiva), Play (Alicia Scherson) o Navidad (Sebastián Lelio), entre otras, Saavedra señala que estos nuevos realizadores establecen la intimidad como punto de partida de sus cintas, dejando el contexto social fuera. Es un síntoma de una época. "Es muy difícil ver una película que manifiesta una emancipación o una cosa colectiva y que la haga visible. Todos a veces aplaudimos esas obras, pero siempre están restringidas a un mundo pequeño", dice.

El director Sebastián Lelio se siente particularmente malinterpretado por el libro de Saavedra, donde además se habla del Novísimo Cine Chileno como una suerte de hijo del neoliberalismo. "Esa crítica huele a comité central, a discusión atrasada estéticamente unos 40 años. De las cintas chilenas de los años 60, las que mejor perduran son las de Raúl Ruiz, que eran las más oblicuas, distanciadas e interesantes en términos políticos", dice.

La diversidad de autores

Bruno Bettati ha sido productor de gran parte de las obras chilenas recientes y, además, es el director del Festival de Valdivia. Dice no haber leído el libro de Saavedra, pero tiene referencias claras de él. Afirma que le molestan estos "intentos de cánones incompletos de cine chileno que les impiden vivir a las nuevas generaciones". Para él, estos juicios pueden "predisponer al público y mermar la audiencia. Hay que dejar que el cine se exprese, que se renueve en toda su diversidad". En todo caso, Saavedra aclara que no subestima estas obras, sino más bien "confirman un estado de las cosas".

Para Carolina Urrutia, la intimidad es un punto en común en gran parte de las películas desde el 2005, pero no el único. El término "centrífugo" le sirve para agrupar cintas críticas con el contexto, como El pejesapo (José Luis Sepúlveda), con otras más "cerradas", como Ilusiones ópticas (Cristián Jiménez). Ahí entran conceptos como no responder a una estructura narrativa clásica y poseer cierto pesimismo, aunque "esto no define a un cine chileno". Según ella, hay relaciones entre "el personaje y el espacio", pero alejándose del panfleto y el didactismo de los 60.

Con tres largometrajes (Play, Turistas y El futuro), la obra de Alicia Scherson está en medio de estas reflexiones. Para ella, también la diversidad es el factor común. Y ya no son tiempos para una función instrumental del cine. "No creo que hacer películas sobre mundos a puertas cerradas o de individuos solitarios sea menos legítimo que construir filmes con mensajes o con panfletos", señala.

En esta línea, pero desde un punto de vista más práctico, se sitúa Gonzalo Maza, crítico y coguionista con Lelio de obras como Navidad y Gloria. "Se hacen muchos filmes en departamentos, entre cuatro paredes, con pocos personajes. Eso es lo más común en el cine chileno, pero porque es lo más barato", dice.

Finalmente, dentro de todas estas cintas hay un entusiasmo y una variedad que se reflejan en una producción inédita. Que muchas de ellas sean con pocos personajes, que sus agendas políticas sean oblicuas o que la tristeza las una son datos más de la causa. La causa de ser un espejo de Chile.

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