Oficios en la Casa

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">Ahora que el invierno de verdad se empieza a asomar, dan más ganas de quedarse guardado y hacer trabajos con las manos. La Casa de Oficios es un espacio que desde hace tres años ofrece cursos cortos para aprender las más variadas técnicas, desde tejer con telar, hacer timbres o fabricar pan o quesos caseros. Sus socias, la diseñadora Teresa Díaz y la ilustradora Carolina Muñoz, explican su filosofía.</span></font>




La antigua edificación que ocupa la Casa de Oficios, en el barrio Italia, parece estar destinada. Su anterior propietaria era encuadernadora, oficio que también ejerce Teresa Díaz. “Fue una de las señales que la casa nos mostró cuando vinimos a verla”.

Este espacio, creado por la diseñadora en 2012 para apoyar la difusión de oficios tradicionales, la recuperación de técnicas y el uso de materias primas a través de talleres y actividades “hechas a mano”, nació de una idea que trajo desde Londres después de estudiar su Magíster en Diseño Gráfico en la University of the Arts y de su pasantía en Cockpit Arts, una fundación inglesa que crea espacios para el desarrollo de los oficios. Al volver a Chile en 2011 empezó a hacer clases de encuadernación en el taller de un amigo y se dio cuenta de que sus alumnos tenían cursos de ilustración en un lado, de cerámica en otro y pensó que faltaba un lugar que los reuniera. De ahí surgió la Casa de Oficios.

“Compramos la casa con una idea en mente: tener un espacio donde se ofrecieran múltiples talleres. Nuestra idea con mi marido era vivir en el segundo piso y que abajo funcionara la Casa de Oficios”, cuenta Teresa. La decisión no sólo fue económica. “Así era antiguamente: el artesano comparte su casa con su oficio… vive donde trabaja”. Al principio lo hicieron así, pero los oficios los desplazaron y hace seis meses dejaron de vivir ahí para permitir que los talleres en el área textil, de ilustración, alimentos, orfebrería, que vienen ofreciendo hace tres años se sigan desplegando.

“Nuestra riqueza está en mezclar mundos”, dice Teresa. “Hay talleres mucho más rentables que otros pero para nosotros lo importante es que convivan los oficios: de queso, pan, cervezas con los de crin, textil, ilustración, pues de esta convivencia surgen proyectos o nuevas ideas muy interesantes”.

Uno de los principios de la Casa de Oficios es que todo lo que se enseña se pueda hacer en las casas de los alumnos. “Nos propusimos que con ciertas herramientas básicas, tú puedas hacer en tu casa lo que haces acá”, dice la ilustradora Carolina Muñoz, primera profesora de la Casa de Oficios y socia de Teresa desde este año. Por eso, nunca han querido crear espacios “especiales” para los oficios.

La autonomía del oficio

La Casa de Oficios ha tenido éxito. Los talleres se llenan casi el mismo día que se anuncian. Su público es variado, pero en general son profesionales, hombres y mujeres. “En general personas que trabajan y hacen un esfuerzo enorme para poder estar aquí. Muchas valoran mucho poder hacer cosas con sus manos y de sentir que son capaces de tener control sobre parte de sus vidas: alimentario, de vestuario o utilitario”, dice Carolina.

Las dueñas creen que parte de su éxito responde a una especie de vuelta desde un mundo hipertecnologizado a uno que aprecia la vida en comunidad y el barrio, “y donde uno es capaz de proveerse de sus propias cosas”, explican. Agregan que es una tendencia global, sobre todo en el Primer Mundo, donde en los últimos 15 años ha tomado fuerza el movimiento del “craft”, de lo artesanal y del “Hazlo tú mismo”. “La gente quiere volver a estar en contacto con la materia prima, que en algún minuto se nos perdió. Se nos olvidó que el pan se hace de trigo y que el trigo es una planta”, dice Carolina.

Muchos de los que llegan hasta la Casa de Oficios consideran que es posible vivir en un nuevo paradigma: “Quieren que sus niños sepan que si el domingo a las 7 de la tarde se acabó el pan, eso no es un problema y que podemos hacerlo… y que si queremos, en nuestras casas siempre puede haber pan, un chaleco o una manta porque sabemos hacerlo”, dice Carolina. Para ella esto es también una reacción social a una cultura que vive de que los bienes de consumo estén disponibles en el mercado. “Al capacitarte, al ser capaz de generarte tus recursos, de alguna manera estás generando una gran rebelión contra el sistema, porque te autonomizas. Ya no eres dependiente… lo que te da un gran poder”.

El anti-whatsapp

Otro de los aspectos interesantes en el proceso de los oficios es que es una actividad que obliga a respetar los tiempos que las materias primas requieren para estar listas. Dice Teresa: “Ejercer un oficio, el que sea, es el anti-whatsapp. No es instantáneo. Al revés, esperar es importante para que el proceso tenga resultados. Y esto pasa en casi todos los oficios: el tiempo aporta un proceso interno creador, que se va revelando en el producto”. Carolina agrega que “un pan necesita al menos unas horas para que leude. Una manta de crochet necesita dos meses… Y uno debe aprender a leerlos, interpretarlos para que resulten bien las cosas”.

En el proceso de aprender un oficio también hay uno de conquista en la medida en que los que participan se dan cuenta de que pueden hacer un producto que sólo habían visto hecho industrialmente. Por eso, Teresa Díaz considera que los oficios son terapéuticos. “Hay una realización personal… En esta repetición de una actividad, que es medio un mantra entre la cabeza, el corazón y la mano, pasan cosas: la respiración se aquieta, la concentración mejora…”.

Otro de los ejes de la Casa de Oficios es promover la valorización de éstos a través de sus cultores originales. Muchos de sus profesores son artesanos a quienes traen desde sus pueblos. “Nuestros talleres de crin son dictados por una mujer de Rari que vive del trabajo en crin”, señala Teresa. “Con esto no sólo dignificas lo que hacen sino que también les das trabajo. Recibimos el oficio de primera mano, sin filtro, bien puro”, agrega. Dice que su labor ha sido darles a las artesanas ciertas directrices sobre cómo enseñar y programar un curso con grupos grandes y no ha sido fácil, pues en Santiago hay pocos artesanos, y la mayoría de ellos está en la periferia o en regiones por lo que es un esfuerzo importante traerlos al barrio Italia.

El futuro

Desde su fundación, la Casa de Oficios ha crecido en oferta y alumnos. Sin embargo, Teresa y Carolina no quieren agrandarse demasiado. “Más bien estamos profundizando nuestra oferta abriéndonos a otros públicos”, dice Carolina. Están armando talleres para personas con necesidades especiales. “Vimos que no hay espacios muy interesantes o nutritivos para ese segmento. Los oficios, que son muy sanadores y terapéuticos, pueden ser una herramienta para ellos”.  También hay otros cursos como “Tu negocio hecho a mano”, para ayudar con asesoría jurídica o financiera a personas que tienen una idea. “De ese taller han salido emprendimientos funcionando”, dice Teresa.

Su principal aporte ha sido contribuir a organizar un nicho que no tenía mucha estructura ni espacios. “Cada uno estaba trabajando en su taller, su área y con poca interacción. La Casa de Oficio ha sido un centro donde personas están viniendo a tener encuentros con otros y de estos encuentros van surgiendo nuevas ideas y proyectos”, cuenta Teresa.

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