Olinda: mucho más que una ciudad bonita

<P>Ubicada en el nordeste de Brasil esta antigua ciudad, monumento nacional y Patrimonio de la Humanidad, es un enorme museo que se remonta a la época colonial cuando portugueses y holandeses se peleaban por sus tierras. </P>




RR

POR LAS empedradas calles de Olinda se escucha la música y las conversaciones de la gente chocando en un sonido ensordecedor: el sonido de la diversión. Salen de sus casas coloridas y de patios selváticos, con disfraces de carnaval, esperando a los "blocos" que recorren la ciudad al ritmo del frevo y el maracatú, la música de Pernambuco.

Y entonces, sin previo ensayo ni ponerse de acuerdo, todos comienzan a cantar:

"Olinda, quero cantar

À ti, esta canção

Teus coqueirais, o teu sol, o teu mar

Faz vibrar meu coração

De amor a sonhar, minha Olinda sem igual

Salve o teu carnaval"

Es el "Hino do Elefante de Olinda", un himno "no oficial" que suena numerosas veces durante los días de carnaval.

Sin embargo, Olinda, una de las ciudades más antiguas de Brasil (se fundó en 1537), es mucho más que su Carnaval. Su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982 y fue nombrada la primera capital cultural del país en 2005. Con una media anual de 27 °C es un destino para visitar todo el año y entre sus atractivos están las iglesias de estilo barroco, antiguas casas de diseño portugués y holandés, pintadas con llamativos colores y, por supuesto, toda la cordialidad de su gente.

Al portugués Duarte Coelho, una villa sobre los cerros y a orillas del mar le pareció el lugar perfecto para fundar Olinda. No pensó, lógicamente, en los turistas que recorrerían la ciudad y terminarían con las piernas acalambradas de tanto subir calles. Pero el paseo vale la pena, porque cada calle exuda un aire colonial y el premio de este recorrido es acceder a miradores con excelentes panorámicas.

En sus inicios, las principales actividades de Olinda fueron la extracción de madera y el cultivo de caña de azúcar, pero hoy en día enormes casonas se han transformado en cómodas posadas donde los visitantes se pasean, comen deliciosos productos locales (como los camarones, la tilapia y la calabaza) y, por supuesto, descansan.

Visita obligada es alguna de sus 19 iglesias, testimonio de la grandiosa arquitectura de las órdenes religiosas que llegaron durante el siglo XVI: carmelitas, jesuitas, franciscanos y benedictinos. La más antigua es la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y Seminario de Olinda, ubicada en el punto más alto de la ciudad. Perteneciente a los jesuitas, data de 1935 y está inspirada en la Iglesia de San Roque, en Lisboa.

Una gran parte de Olinda fue afectada por el gran incendio provocado por los holandeses en 1631, quienes decidieron establecerse en la que hoy es la capital de Pernambuco, Recife, y destruir el enclave portugués. Con el restablecimiento de los portugueses, Olinda se recuperó hasta ser hoy una pequeña ciudad museo y centro cultural de Pernambuco.

Otro de los lugares para conocer es el MASPE (Museo de arte sagrado de Pernambuco). Allí está instalada la placa de la Unesco donde se declara Patrimonio de la Humanidad al centro histórico de Olinda y su colección se compone principalmente de objetos de carácter religioso, como piezas de las arquidiócesis de Olinda y Recife, pinturas del siglo XVI y otros objetos de culto popular.

Finalmente, Olinda tiene playa. Pero hay que tener cuidado con los tiburones y sólo bañarse cuando la marea está baja y los arrecifes les impidan llegar a la orilla, formando además unas espectaculares piscinas naturales. Si debe esperar algunas horas, existen varios restaurantes y bares en el borde costero para pasar un buen rato. Además, los brasileños no tienen problema en bañarse de noche, así que tampoco debería tenerlo uno.

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