Operativo en Rapa Nui

<P>La falta de especialistas en el hospital de Isla de Pascua obliga a sus habitantes a soportar males que en cualquier urbe se resuelven rápido. Por eso, hace 17 años, la Fach realiza un operativo médico dental que atiende gratis a los rapanuis. A fines de agosto fueron 52 médicos y 12 dentistas que, en cinco días, cambiaron vidas.</P>




Mike Pate lleva media hora buceando frente al complejo ceremonial Ahu Tahai, ese grupo de moais que están a un kilómetro y medio del pueblo de Hanga Roa, en Rapa Nui o Isla de Pascua. Son las seis de la mañana y no ha logrado cazar nada con su arpón. Su suerte cambia: ve un par de peces metros más abajo. Mientras desciende, en su oído comienza a chillar el pito más agudo que haya escuchado en su vida. El ruido cala tan profundo, que piensa que su tímpano se ha perforado. Saca la cabeza a la superficie, pone sus pies sobre el filoso fondo de piedra volcánica y se desploma. Mientras pierde el conocimiento, ve que los cinco moais giran a su alrededor.

Desde hace cuatro años ese pito sigue molestando a Mike. "Escucho muy poco por el oído izquierdo. Nunca he ido al otorrino, porque no hay ni uno en el hospital de Rapa Nui", cuenta. El martes 28 de agosto, por primera vez, un especialista le da un diagnóstico sobre lo que sucede con su oído.

Por 17 años, la Fuerza Aérea de Chile (Fach) ha realizado en Isla de Pascua un operativo médico y dental gratuito para sus cinco mil habitantes. En esta última versión -a fines de agosto- se trajeron a 52 doctores y 12 odontólogos por cinco días a la isla. Las inscripciones para ser atendido están abiertas para todos los lugareños. No hay restricción de cuántos especialistas pueden visitar ni cuántas operaciones pueden realizarse.

En un lugar donde el único hospital -el Hanga Roa, que cuenta con un nuevo edificio en marcha blanca- sólo tiene 12 médicos estables con pocas especializaciones (ginecólogos, de salud familiar, cirujanos y un traumatólogo) y tres odontólogos, una de las prestaciones más solicitadas en este operativo es la de oftalmología.

-¿El señor Pakomio Roe? -grita una de las encargadas de oftalmología en uno de los pasillos del hospital Hanga Roa, donde se instala el equipo de la Fach.

-No está -responden al unísono seis personas.

-¿Manutomatoma Ika?

-Tampoco está -gritan más fuerte.

-¿Hay alguien inscrito en la lista que quiera pasar ahora?

Es lunes 27 de agosto, primer día del operativo, y la voz de la enfermera que llama a los pacientes se confunde con el ruido de la construcción del hospital.

Ese día, los oftalmólogos atendieron a 76 personas. En la semana del operativo fueron 375. Todos los que requerían recibieron anteojos nuevos. Para algunos, fue la primera vez que un especialista los diagnosticaba.

Entre los exámenes más requeridos estuvieron las mamografías (se realizaron 222) y las radiografías dentales (131). Ninguno de los equipamientos para estos exámenes existen en el ombligo del mundo. En total, la Fach realizó 2.124 atenciones en esos cinco días.

El agradecimiento de los rapanuis se mide en collares de flores y conchas: cada médico recibe a lo menos 10.

***

Son las ocho de la mañana del martes 28 y Mike espera al otorrino. Es el primero en la lista de pacientes. A pesar de que vino solo, no ha parado de conversar. Un niño camina de la mano de su mamá y le pega en la espalda.

-Profe Mike, ¿qué hace acá?

-Vengo a verme el oído. ¿Y tú?

-No sé, mi mamá me anotó para ver varios taotes (médicos).

Mike tiene 31 años. Por sus buenas notas en el colegio en Viña del Mar y por ser seleccionado de taekwondo ganó una beca para estudiar Educación Física en la Universidad Católica de Valparaíso. En Hanga Roa hace clases de cultura en el Colegio Lorenzo Baeza Vega y es uno de los pocos profesores que dicta su clase en rapanui. Además de eso y ser buzo, es bailarín y toca el ukelele en un grupo folclórico, donde su esposa baila. No se diferencia de la mayoría de los isleños: es moreno, ojos oscuros y no le gusta hablar con extranjeros.

En el pasillo se escucha: "Mike Pate Haoa" y las miradas giran hacia él. Apenas entra al box del otorrino, sus manos comienzan a tiritar sutilmente.

-Doctor, siento que escucho la mitad en mi oído izquierdo. Yo creo que como un 40%.

-Te voy a evaluar ahora. No te asustes ni te muevas, porque voy a estar muy cerca del tímpano -le dice el otorrino Juan León.

Mike cierra los ojos con fuerza y trata de disimular el dolor. Se mueve lentamente y el doctor le pide que aguante.

-Por lo que veo puedes tener una disfunción de la trompa de Eustaquio. Debes tener cuidado cuando bucees. Los cambios de presión desde que te sumerges hasta que sales a la superficie son terribles. Incluso, puede haber estallido de membrana tempánica.

Mike se queda en silencio.

-Eso significa que resfriado no puedo bucear -es la pregunta en tono de afirmación que hace Mike.

-Claro que no -afirma el doctor.

-Yo buceaba resfriado, no resfriado, con fiebre, con todo.

***

-Oiga, doctor House, míreme.

Un joven cirujano se da vuelta y sonríe a Clara Alarcón Pakarati, que está acostada en una camilla en el pasillo del pabellón.

-Escúcheme taote, apenas termine la operación, yo me voy de acá. Y me voy caminando, porque no necesito ayuda.

Hace unas semanas, a Clara le diagnosticaron incontinencia urinaria. "Yo no sabía que tenía esta enfermedad. Hace dos años, cada vez que me río o hago esfuerzo físico me hago pipí, pero no sabía que existía la incontinencia. Y yo me río todo el día". Lo dice y suelta la carcajada.

Ella acota que nunca había ido al operativo de la Fach, porque prefería "no molestar a los taotes".

Clara cuenta que fue criada en el "conti", ingresó a la sección femenina del Ejército, donde instruyó cadetes y fue una de las 20 secretarias de Lucía Hiriart. Regresó a Rapa Nui a los 30 años después de dejar la isla y se enamoró de ésta y de un francés residente.

Este miércoles ella llega temprano al hospital Hanga Roa. Pregunta dónde la operan, camina sola y entra al sector de cirugías, sin que la llamen. Allí espera, vestida con una bata, a que uno de los dos pabellones se desocupe.

-Ahora sí que estoy feliz, voy a poder reír tranquila y no voy a tener que andar cambiándome de ropa todo el día-, cuenta antes de entrar al pabellón.

***

Al ingresar a la sala de exámenes, dos jóvenes tecnólogas le indican a Mike qué hacer. Se pone unos audífonos gigantes y comienza la audiometría. Trata de disimular su dolor, pero cada vez que escucha el agudo pito cierra los ojos y aprieta las manos. Al terminar la prueba, pasa a la cámara silente.

Una tecnóloga le pregunta a Mike si es cierto que participa en un show folclórico.

-Te invito. Te dejo mi celular y me avisas cuando quieras ir.

Ella se sonroja y le da las gracias. Mike vuelve al pasillo, con los otros pacientes. Media hora después, vuelve a la consulta del otorrino.

-Te tengo una noticia, no es un barotrauma. Tienes la enfermedad de Meniere-. El otorrino tiene en las manos un gráfico con una línea roja, que representa el oído derecho y una línea azul, que representa el izquierdo. Mike no deja de mirar el papel.

-No son normales las curvas que tienes. Las dos son distintas. Nuestro rango de normalidad es de 0 a 20 decibeles para escuchar. Tú estás en 60. Hay que hacer un segundo estudio, un test de glicerol.

Mike cruza el hospital hasta el sector de laboratorio. Después de 40 minutos, la recepcionista le anuncia que el test de glicerol no se hace en la isla. "Tienes que ir a Santiago".

La Fach deriva los casos de mayor complejidad al Servicio Médico de Salud Metropolitano en Santiago. A los rapanui les pagan los pasajes, la estadía con un acompañante y los gastos médicos.

-Yo necesito una solución para mi oído, porque no puedo dejar de bucear: así alimento a mi familia. Quiero ir al conti, pero no por muchos días. No aguantaría mucho.

Ya antes él había contado que no le gusta el conti: "En la isla vives la vida, allá vives el sistema", fue su frase.

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