Orwell y la desigualdad
Señor director:
En La Granja de los Animales (1945), de George Orwell, la triunfante rebelión ha expulsado al detestable Mister Jones, decretando la igualdad absoluta entre todos los animales. Pero muy pronto las cosas vuelven a su curso normal y hay desigualdad en la granja: los animales más sabios aventajan a los ignorantes; los astutos, a los cándidos, y los más fuertes, a los más débiles. El nuevo gobernante, depurado ya de su delirio igualitarista, traba amistad con el derrocado Mister Jones, frecuenta su casa, viste como él, come y bebe junto a él.
La fábula satiriza propuestas que contravienen el orden natural y entronizan diosecillos más despóticos que los destronados. Orwell admite que el progreso sólo es inviable cuando la meta excede las posibilidades del ser humano; previene contra aquellos que intentan “igualar” disminuyendo la cantidad de ricos y no la cantidad de pobres y aconseja realismo para encarar los problemas sociales, controlando al gobierno más que al individuo.
Interesante exhortación de un escritor socialista que declaraba: “En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”.
Alfonso Ríos Larraín
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