Palabras que sacan palabras: Letras M,N y O




Metro

El 14 de noviembre el Metro tuvo una falla eléctrica que paralizó las líneas 1, 2 y 5. Fue el más grave de una serie de problemas, sin contar además las bombas que detonaron en la estación Los Dominicos y en el subcentro comercial Escuela Militar. Un mal año para el Metro.

En casi medio siglo de existencia, el Metro pasó de estar en manos de la Dirección General de Obras Públicas a transformarse en sociedad anónima en 1989, teniendo como accionistas a Corfo y al Fisco. Entre 1975 y el 2000 se ejecutó el 40% del sistema que hoy conocemos y que al 2018 sumará 130 estaciones. En menos de 20 años, la infraestructura habrá aumentado en un 60%, multiplicando la accesibilidad y los viajes desde comunas periféricas hacia el centro.

El 2007 -cuando a raíz de la puesta en marcha del Transantiago se incrementó la afluencia en un 82 por ciento- el tren urbano inició obras de extensión de la Línea 1 hacia el oriente y de la 5 al poniente, además de construir nuevas estaciones para la Línea 4. El 2013 más del 60% de todos los viajes que se realizaron en Santiago pasaron por el Metro, con un record de 667 millones de pasajeros. Y se siguen sumando desafíos ambiciosos: 37 kilómetros más con las líneas 3 y 6 en una inversión que alcanza los dos mil 758 millones de dólares, equivalente a USD 80 millones por kilómetro.

Las últimas fallas y problemas obligan a discutir sobre el futuro de este sistema, pero sin perder de vista que el Metro tiene historia y proyectos a largo plazo. Que a pesar de un mal momento puntual sigue siendo el medio de transporte urbano masivo más eficiente y sustentable que conocemos. Por lo mismo, hay que abrir nuevos frentes, muchos de ellos poco explorados. Existen tres ámbitos en que es posible innovar:

En lo político hay que aspirar al desarrollo de un modelo de ciudad a largo plazo, liderado por una autoridad regional, idealmente un intendente elegido democráticamente (más que una figura de Alcalde Mayor), que dirija e integre las políticas de desarrollo urbano con las de transporte. O sea, que presida el directorio del Metro, tal como el alcalde de Londres lo hace con el “Underground”.

También hay que incentivar la densificación de las áreas centrales de la ciudad, lo que exige innovar en los objetivos y los instrumentos. Cambiar el modelo de “vivienda social” a “vivienda asequible” y así revertir los profundos errores del pasado que han generado una periferia pobre y sin equipamiento ni espacio público.

Y por último, en el ámbito público, es fundamental una política de educación: el Metro y el Transantiago son un “sistema integrado” e interdependiente, masivo y con un razonable grado de fragilidad. Por lo mismo, una cultura cívica de respeto, tolerancia y solidaridad es tan importante como los planes gubernamentales de mantención, reparación y crecimiento.

Antonio Lipthay, arquitecto y urbanista.

Nanas

El 2014 fue el año en que las nanas, una institución en nuestro país y parte fundamental del hogar chileno, vieron validados varios de sus derechos en materia laboral.

La llamada “ley de nanas” que comienza a regir a fines de enero y que se irá implementando progresivamente hasta noviembre de 2015, “modifica la jornada de descanso y composición de las remuneraciones de los trabajadores de casa particular y prohíbe la exigencia de uniforme en lugares públicos”. Su objetivo es avanzar hacia la profesionalización de esta labor, que todavía tiene altos grados de informalidad: no existen cifras oficiales, pero se estima que entre el 50 y el 70% de estas trabajadoras no tiene contrato o no se les pagan regularmente las imposiciones.

Actualmente hay cerca de trescientas mil mujeres que trabajan en el servicio doméstico, lo que representa un 10% de la fuerza laboral femenina y la principal modificación que trae la ley para ellas es el establecimiento de 45 horas laborales a la semana para quienes prestan servicios puertas afuera (aplicables en 5 o 6 días) y un descanso de 12 horas diarias para quienes viven en la casa en que se desempeñan, nueve de ellas continuas.

Nadie se atreve a pronosticar que las nanas vayan a desaparecer, pero sí hay coincidencia en que a la figura de la empleada puertas adentro le queda poca vida. “A medida que el país siga creciendo se irá extinguiendo este servicio y las familias deberán acomodarse a esta realidad, adecuándose a personas que trabajen puertas afuera y, en muchos casos, sólo algunos días a la semana”, dice el economista de la UC Juan Bravo.

Mónica Stipicic, periodista Tendencias.

Normcore

Si en Google uno tipea normcore y busca fotos, el resultado es bastante elocuente. Gente retratada a cuerpo entero, como para que apreciemos bien su vestimenta, usando básicos, ropa corriente o carente de toda intención fashion: zapatillas blancas, blue jeans rectos, poleras o camisas lisas, sweaters aburridos, mucho celeste, mucho blanco, también negro, algo de rojo, por ahí alguna prenda verde.

Junto con fotos de gente anónima, como sacada de algún momento de los años noventa, dos rostros conocidos: Steve Jobs, con su eterno sweater negro de cuello alto, y el comediante Jerry Seinfeld con una muy normal camisa bolsuda dentro del pantalón. Ambos con jeans y -esto es trascendental- zapatillas de tenis, señal inequívoca de desinterés absoluto en la moda.

¿En qué momento ese desinterés se puso, paradójicamente, de moda? Este año. Es difícil de entender cómo algo que es neutro, que se supone que es algo así como la anti-moda, se vuelve un estilo predominante, un concepto del que hoy profitan las revistas de estilo y especialmente las marcas.

La que más lo ha capitalizado es Gap. Su campaña de este año, de mucho presupuesto y con directores de la talla de David Fincher y Sofia Coppola, fue “vestirse normal”, una clara alusión al concepto. Sus spots dejaban mensajes del tipo “que tus actos hablen más fuerte que tu ropa”, como capturando -o dándole- una cierta moral a este estilo que pareciera querer ponerle la lápida a la forma de vestir de los hipsters, que llevaron el rebuscamiento hasta el ridículo.

Pero hay quienes que, con motivos atendibles, han sospechado de toda esta tendencia. “Por qué el fenómeno normcore es un fraude”, tituló la revista Elle un post que denunciaba que sólo es la vuelta de los noventa (como antes sucedió con los setentas y ochentas). Su autora, además, dudó del futuro de una tendencia que no ayuda a que las mujeres se vean chic, que es como realmente quieren verse, y no normales, según ella.

Es difícil determinar cuánto hay de verdad y cuánto hay de invento en el concepto, pero si se toma con ligereza, como bien vale tomarse las modas, parece sensato celebrar algunas de sus ideas, como su defensa de la sencillez, de lo práctico. O que por alguna vez se vuelva vulgar poner demasiado esfuerzo y lo que la lleve sea algo tan normal como una tradicional zapatilla blanca deportiva. Como las de quienes buscan sólo algo cómodo y no necesitan demostrarle nada a nadie. Como un turista jubilado o como Jerry Seinfeld.

Cristóbal Fredes, periodista Tendencias.

Oculus

Este año la empresa turística canadiense Destination British Columbia, una de las más grandes de América del Norte, no creó un nuevo sitio web o alguna aplicación para celulares para salir a buscar clientes, sino que optó por una innovación mucho más sofisticada que demandó una inversión de 500 mil dólares: una producción de realidad virtual llamada The Wild Within VR Experience, que ofrece un vívido recorrido por zonas costeras y boscosas de la Columbia británica.

Lo hizo aprovechando uno de los cascos de la empresa Oculus, que en marzo fue adquirida por Facebook en dos mil millones de dólares y cuyos dispositivos -que por ahora están en fase de prototipo- le dieron este año un impulso inusitado a la realidad virtual. En el caso de Destination British Columbia, los usuarios se colocan uno de estos aparatos junto con audífonos y pueden disfrutar de un panorama de 360 grados repleto de árboles, caídas de agua y leones marinos. Los primeros equipos de Oculus saldrán al mercado en 2015, pero la empresa ya piensa en crear contenidos similares para promover, por ejemplo, circuitos de esquí. En tanto, la cadena hotelera Marriott también está usando los cascos Oculus para darles a sus clientes tours de las playas de Hawái o el centro de Londres.

Por ahora, el material será distribuido por canales televisivos de turismo, pero cuando los cascos Oculus salgan al mercado -con un valor de entre 200 y 400 dólares- cualquiera podrá comprarlos.

Este tipo de aplicaciones hacen creer que Oculus iniciará por fin la masificación de la realidad virtual, que por años estuvo más ligada a los videojuegos y que hoy se expande a un ritmo acelerado. Mientras Facebook invierte cientos de millones de dólares para convertir su nueva adquisición en una herramienta práctica en áreas como telemedicina o educación a distancia, Oculus se alió con Samsung para crear un modelo de casco para equipos móviles llamado Gear VR. Además en septiembre, Google reunió 542 millones de dólares para impulsar una empresa de realidad virtual llamada Magic Leap. Sus gafas no despliegan imágenes en diminutas pantallas, sino que las proyectan directamente en los ojos del usuario, logrando un efecto que sus creadores llaman “realidad cinemática” y que varios estudios de Hollywood están mirando con interés.

En marzo Sony reveló su proyecto Morpheus, un casco en fase de prototipo que según sus ejecutivos podría revolucionar el mercado de los videojuegos. Hasta ahora, más de 100 firmas no ligadas a los videojuegos han contactado a la empresa para crear contenido para el turismo, la educación y la transmisión de eventos deportivos.

Para Michael Abrash, científico en jefe de Oculus, la clave de esta explosiva popularidad está en el término “presencia”. “La realidad virtual genera la sensación de estar en otro lugar. Mucha gente se siente como si hubiera sido teletransportada. La presencia es una sensación increíblemente poderosa y es única en la realidad virtual”, dijo Abrash en una presentación.

Marcelo Córdova, subeditor Tendencias.

Onur

El hombre que más encendió pasiones y pantallas durante 2014 fue el actor Halit Ergenç, protagonista de Las mil y una noches, la teleserie turca que comenzó tímidamente a exhibirse en mayo pasado en Mega, y terminó convertida en un fenómeno que aplastó a cualquier competencia. Un éxito que el director ejecutivo del canal, Patricio Hernández, supo capitalizar para levantar sus otros estrenos, como Fatmagul o Pituca sin lucas, y que sumado a la caída en inversión publicitaria, generó un caos en el resto de los canales nacionales. Mientras TVN -que recibió a su primera directora ejecutiva mujer, la periodista Carmen Gloria López-, vive uno de sus años de peores resultados en audiencias tras el fracaso de sus teleseries del segundo semestre, Canal 13, que también tiene nueva plana ejecutiva liderada por el ex director de La Tercera, Cristián Bofill (luego de tres cambios sólo en 2014), salió a la pelea, y aunque también ha sufrido enormes pérdidas y el colapso de sus teleseries, en el último trimestre ha logrado pequeños oasis de audiencia. Chilevisión se restó de la lucha y optó por un plan de estrenos a bajo costo, con regulares resultados. Por mientras, y pese a las variadas explicaciones que han ofrecido los ejecutivos, expertos, sociólogos, actores y hasta la embajadora de Turquía, el misterio sigue siendo qué tenía Las mil y una noches que no tuvo el resto, sobre todo porque se trata de una serie hecha hace diez años en un país lejano, con mucha menos piel de lo que solía mostrar el horario nocturno. Una de las respuestas, es de seguro, el ceño fruncido de Onur, que tiene para rato, porque el ciclo de teleseries turcas no se acaba y Canal 13 ya estrenó El Sultán, que vuelve a tenerlo como protagonista.

Isabel Plant, editora de Espectáculos.

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