Palomita Blanca según su protagonista Beatriz Lapido
<P>A más de una semana de la muerte de Raúl Ruiz, la actriz del clásico filme recuerda el rodaje.</P>
Ya muy tarde en una noche cualquiera de otoño en 1993 suena el teléfono de mi casa. Contesto y una voz con marcado acento chileno me dice:
- Aló ¿Beatriz?
- Sí…
- ¿Beatriz Lapido?
- Sí…
- ¿La protagonista de Palomita blanca?
-Siiiiiiiiiiiii… pero, ¿quién eres?
-Soy Sergio Trabucco, el productor de la película. No puedo creer que esté hablando contigo.
Entonces empezó a explicarme el porqué de la llamada. Estaban a punto de estrenar Palomita blanca en el Festival de Cine de Viña del Mar después de haber estado censurada por la dictadura de Pinochet y guardada durante veinte años en las bodegas de Chile Films. En una rueda de prensa a propósito del evento alguien dijo que yo no podría estar presente puesto que había muerto. Por casualidad se encontraba allí un joven periodista que sabía bien que yo estaba "vivita y coleando". Le dio mi número de teléfono a Trabucco y este me llamó para invitarme al estreno.
¡Cómo me hubiera gustado estar allí! Sobre todo por reencontrarme con gente querida, pero mi trabajo no me lo permitía. Un canal de televisión chileno me invitó en viaje relámpago a Chile para asistir al estreno y ante mi negativa y la premura del tiempo, me propusieron que Raúl Ruiz (que tampoco asistiría) y yo, nos encontráramos para verla en su departamento de París. Debo decir que me sedujo mucho la idea y en pocas horas se preparó todo.
Yo no había vuelto ver Palomita blanca desde el 73 y menos cronológicamente hilada y acabada. Había visto los copiones por separado y había doblado muchas de las escenas de exteriores. Raúl Ruiz tenía una copia en su casa y podía verla, así que para allá partí.
El encuentro fue muy emocionante. El recuerdo que yo tenía en mi mente de Raúl era el de un señor mayor y a Valeria Sarmiento (su compañera) la recordaba como una señora que me causaba mucho respeto. Yo era muy niña. En el tiempo en que rodábamos, ellos vivían en un departamento sencillo en la calle Vicuña Mackenna de Santiago y lo que más me llamaba la atención de Raúl era el hecho de que nunca le vi enfadado. Disfrutaba haciendo su trabajo y parecía que no le daba importancia a las cosas. Era serio, pero siempre soltaba alguna frase llena de ingenio. Irónico hasta la saciedad, cosa que deja patente en su obra… y sobre todo, hacía lo que le daba la real gana.
Me encantaba preparar escenas con él. Recuerdo que nos apartaba del rodaje con esa excusa para ir a comer a un buen restaurante con unas sobremesas históricas. Demás está decir que lo que menos hacíamos era preparar escenas. El era una persona culta y la conversación fluía en interminables cafés. Le gustaba el buen comer. El último día de rodaje -que fue la escena de la playa (en pleno junio)-, éramos un pequeño grupo y fuimos a comer ostras a Valparaíso. ¡Fantástica despedida de rodaje!
El Raúl que encontré en París y su esposa Valeria eran dos personas entrañables y hospitalarias con las que intimé y congenié. Por supuesto estuvimos cenando con amigos suyos y comimos ostras. Mi perspectiva había cambiado. Ahora era yo la que tenía algo más de treinta y nos diferenciaban sólo unas cuantas canas. Pasé dos días inolvidables con ellos en su casa.
Por supuesto que vimos Palomita blanca. Fue en riguroso estreno, en un pase exclusivo para mí por el mismísimo Raúl Ruiz, el director de grandes como John Malkovich, Catherine Deneuve y tantos otros y en su propia casa viendo conmigo su obra.
¿Mi experiencia al ver Palomita blanca? Cualquier persona se hubiera acomodado en el sofá y hubiera disfrutado de una buena película o hubiera identificado pasajes de un conocido libro, pero para mí era diferente, estaba haciendo frente a retazos de mi vida y así es como me siento todavía cuando la veo: me traslado en el tiempo y revivo el preciso momento en el que se filmó cada una de las escenas. Veo a los técnicos tras la cámara; veo a Raúl encuadrando con sus dos manos ante sus ojos, el sonido de la claqueta, las luces, veo a Pepe (José de la Vega) con sus cascos, al guapísimo Giovanni (Carella), veo a Celino, a Peyuco (Pedro Troncoso), a Silvio (Caiozzi), a Sergio (Trabucco), a Nelson, a Chago, a Tano, a Ruth…
Después del pase, hubo una entrevista para el canal de televisión que hizo posible el encuentro. Durante la entrevista, de forma espontánea y mientras se grababa pregunté por Jorge Müller siendo desconocedora de que era un detenido desaparecido. En ese momento sentí un enorme silencio entre los presentes. Se miraron entre sí y como diría Raúl, "nadie dijo nada".
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