Para entender a Kafka

<P>El diario de Kafka que selecciona, traduce y presenta Carla Cordua permite conocer la compleja intimidad e imaginación de este autor clave del siglo XX, a quien se ha interpretado tanto y a veces incorrectamente. En esta entrevista, la filósofa invita a pensar de nuevo qué decimos cuando decimos kafkiano. </P>




"Sin antepasados, sin matrimonio, sin descendientes, con deseos salvajes de tener antepasados, matrimonio y descendientes. Todos me tienden la mano: los antepasados, el matrimonio y los descendientes: pero desde demasiado lejos para mí". Este fragmento de los diarios de Kafka fue elegido por la filósofa Carla Cordua para abrir su selección y traducción de los largos escritos íntimos que el autor inició en 1910 y continuó hasta el fin de su vida, a los 41 años, en 1924. Este par de frases resumen el propósito de la traductora: mostrar la psicología de un hombre dividido, que se sintió irremediablemente lejos del mundo normal y también lo que podemos entender por kafkiano: una imposibilidad de pertenecer a lo que la vida convencional le impone al individuo.

Cordua -que esta semana lanza otro libro, Ocho ensayos filosóficos (UDP)- ha leído a Kafka toda la vida. Tomando la nueva edición alemana de sus diarios, en 15 volúmenes (ocho de los cuales son aparato crítico), pudo acceder a contenidos antes poco claros, pues fueron traducidos al alemán moderno del checo, el idish y el polaco, los otro idiomas en que escribió el autor, además de un "alemán precioso".

¿Cuál fue su criterio de selección ante esta enormidad?

Seleccioné muchos sueños, el tema de su vocación y dificultad como escritor, las autorreferencias directas. No seleccioné nada de los diarios de viaje, porque ahí él está ocupado de lo que ve, pero no hace observaciones psicológicamente instructivas. Puse los pasajes en que habla de qué le gusta o disgusta, los numerosos síntomas psiquiátricos que no tiene ningún empacho en describir. Es una persona rarísima, muy atormentada, con muchas manías, hipocondríaco, que tiene alucinaciones. Esas cosas son reveladoras no tanto de la obra sino de la personalidad.

Le da también importancia a su vida afectiva y sexual.

Siendo miembro de una familia judía ortodoxa, el ambiente de su casa lo obligaba a casarse y tener hijos. Para el pueblo judío, su identidad descansa en sus costumbres. Sin un territorio geográfico durante dos mil años (ahora lo tienen y están abusando incluso de sus vecinos), era muy difícil mantener una identidad, y por eso eran conservadores de su religión y sus costumbres. Los hijos deben casarse y tener familia entre judíos. Eso no era problema para Kafka, porque casi todas sus novias fueron judías. Pero se enamora, por ejemplo, de la primera actriz de un grupo de teatro, casada y mayor que él. Le gustaban mucho las prostitutas. Una mujer bonita de clase media le parece horrorosa. Sus novias, en general, son un poco desclasadas, se sentía atraído por mujeres que no lo amenazaban con exigirle una vida familiar normal, ser proveedor, tener hijos y una casa decente. Eso para él es un peligro. El está harto de su propia familia. Pero una vez que se titula de abogado y trabaja en una oficina de seguros y es independiente económicamente, no se va de la casa de los padres.

Tiene una compulsión a echarse para abajo.

Tengo la sospecha de que comparte el desdén que el padre siente por él. El padre lo desprecia, es un comerciante que considera el colmo que él no continúe con el negocio familiar, una fábrica de asbesto. Kafka se siente oprimido por su autoridad, pero al mismo tiempo comparte la idea de que tiene algo enfermizo. Por otra parte, lo único que le interesa es la literatura. Si no se suicidaría. Pero sigue yendo a la sinagoga por su familia. Es un rebelde que no se acaba de tomar las libertades.

Su salvación es la escritura, que también lo atormenta.

El tipo de imaginación que él tiene es muy poco corriente en el siglo XX, en que todo es semi o completamente realista. El se resistía a que su imaginario se equiparara a lo real. Su literatura favorita eran los cuentos de hadas, las historias recogidas por los hermanos Grimm en el período romántico entre los campesinos analfabetos, las fantasías populares sumamente antiguas, anónimas. También la Tora, un libro religioso milagrero como él solo, con hechos sobrenaturales. Eso hay que tenerlo en cuenta, porque él le imprimió este carácter a su literatura. Tenemos la idea de que un escritor es hijo de su época, que habla de ella y tiene las características personales.

Nada que ver con lo kafkiano como el hombre oprimido por una burocracia monstruosa.

Uno puede aplicar una crítica a la burocracia si insiste en modernizar a Kafka, pero tengo graves dudas. El está imaginando situaciones que son mucho más antiguas. El dice: "Yo soy un especialista en pecado original". Se sentía heredero de una culpa sin causa y eso sugiere la idea bíblica de que el hombre nace culpable antes de actuar. Y se siente ensimismado porque considera que los demás no comprenden que la vida es una miseria que hay que tratar de superar.

En un fragmento menciona a Freud. ¿Elabora sus teorías a partir de sus sueños y de la culpa?

El sueña, por ejemplo, que el padre resbala al borde de un techo en lo alto de un edificio y él lo sostiene, y dice que tiene que soltarlo un poco para que tome pie, pero al mismo tiempo se da cuenta de que quiere soltarlo completamente para que se mate. Reconoce en la teoría de Freud que el sueño realiza deseos inconfesables, motivos subconscientes reprimidos por motivos morales. En los sueños de Kafka hay miedo de ser objeto de violencia, de que un gigante lo aplaste o que lo acuchillen, y él duda si defenderse o entregarse. Y despierta justo en el momento en que tendría que resolver, y sigue viviendo con esta división. En sus diarios se atrevía a verse en sus peores aspectos. Creo que nunca pensó que se publicarían.

Aunque consta que se los mostró a su novia Milena, a su amigo Max Brod.

Pero creo que Brod nunca lo entendió. Lo convierte en un creyente, habitado por problemas religiosos, y eso no es así. El manifiesta adhesión por las costumbres familiares y saca de la Tora la imaginación inconsciente y acrítica. El se resiste al mundo moderno, que le parece insoportable por haber perdido esta conexión. Hoy nos educan en una tintorería de la fantasía, porque ella no es compatible con la vida contemporánea. Es una pena, pero es así. Desde el punto de vista del tipo de la imaginación, Kafka es un anacrónico del siglo XX, y en su enorme talento artístico él elaboró ese contacto. Es un caso de reconciliación de elementos contrarios, por eso es único. Y lo escribe en una prosa transparente en la que nada queda en duda.

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