Paula Sharim, actriz: "Durante años el Ictus estuvo muy solo en esta sala, era tiempo de abrirlo"
<P> Esta semana reestrenó <I>La noche de los volantines,</I> y asumió la dirección artística del grupo por la delicada salud de su padre.</P>
Creció dentro de esa vieja sala ubicada en calle Merced, camuflada entre el público y gente de teatro. Su padre, el actor, director y abogado Nissim Sharim, hacía tiempo dirigía el grupo Ictus, la compañía teatral más antigua en Chile y Latinoamérica en permanecer activa, y que este año celebra seis décadas de vida. Paula, quien finalmente siguió sus pasos sobre las tablas, recuerda que en 1989, mientras estudiaba actuación en la Universidad Católica, los actores Edgardo Bruna, José Secall y Héctor Noguera creaban y ensayaban un nuevo montaje, transcrito simultáneamente por Marco Antonio de la Parra: La noche de los volantines. Poco a poco, empezó a aportar desde la inquietud de sus veintitantos: cambios en esto y aquello, hasta conseguir su propio personaje, una mujer que guía las risas y llantos de tres hombres ebrios de cuello y corbata.
"En realidad, la obra se había escrito mucho antes", dice la actriz de 48 años, "pero al grupo encabezado por mi padre le parecía mejor moldear sus obras en la sala de ensayo. Además, no eran años fáciles para la compañía ni el teatro en general, y este texto parecía muy arrojado y crítico con el acontecer político y social de ese tiempo", agrega. Al inicio del montaje, que este miércoles volvió a la sala La Comedia, donde el Ictus trabaja desde mediados de los 70, tres oficinistas (Bruna, Secall y Otilio Castro en lugar de Noguera) se reúnen en una discoteque para beber algunos tragos. En realidad, son tantos que se la pasan bebiendo durante toda la gran escena. Esa noche, que parecía no ser más que una salida de amigos y colegas, se vuelve tras varios sorbos un viaje nostálgico, crítico e interrumpido por el temor de un país bajo la sombra de un régimen.
Hace unos meses, cuando los festejos por los 60 años del Ictus se aproximaban, Nissim Sharim cayó enfermo. "Le dio una neumonía muy fuerte, y se le agudizó la polineuropatía que padece hace tiempo", cuenta su hija. Hoy, el director artístico de la compañía por más de 30 años permanece en cama, escribiendo y recuperándose, intentando volver a ponerse en pie, caminar y subirse al escenario. "Lo último que hizo fue Einstein, desde julio del año pasado. Luego hizo una gira al sur, y ahí fue cuando su salud empezó a tambalear", recuerda su hija. Paula, quien ya sumaba 25 años trabajando con la compañía -junto a María Elena Duvauchelle, Edgardo Bruna, José Secall, su padre y Roberto Poblete-, debió tomar las riendas del grupo.
"Era un relevo natural, pienso. Se lo aconsejamos a mi padre para que se desligara y cuidara su salud. Y como entre nuestros planes ya estaba remontar La noche de los volantines por los 60 años, quise hacerme cargo y él estuvo de acuerdo. Era un texto que conocía bien, además: fue mi primera obra aquí, y posee un gran valor para mí, además de una vigencia escalofriante", dice. En medio de celebraciones y trabajo, otro anuncio remeció al grupo esta misma semana: el Programa Otras Instituciones Colaboradoras, una nueva línea de fomento del Consejo de la Cultura y las Artes, benefició a la compañía con $88.557.248, en reconocimiento a su trayectoria.
¿Qué cambios habrá en el Ictus, ahora encabezado por Ud.?
Lo principal es reinsertarnos en la escena cultural. Durante años, el Ictus estuvo muy solo en esta sala, encapsulado, era tiempo de abrirlo. Lo más próximo será abrir una convocatoria para grupos más jóvenes, darles espacio y que trabajen con nosotros. Tanteamos unas diez compañías, y hoy mismo se reestrena Desprender (de Camilo Fernández y Gonzalo Beltrán), basada en el asesinato de Daniel Zamudio.
¿Cree que la compañía ha perdido la vigencia que tuvo en los 70 y 80?
Soy de la idea de que han aparecido otros grupos que están más conectados con el presente. Quizá el Ictus debe aprovechar los fondos que acaba de recibir y reinvertirlos en nuevas gestiones, algo que nunca ha sabido hacer, y recuperar su memoria histórica, esparcida por varias partes. Han sido muchos años, buenos y difíciles, pero permanecemos juntos. De eso se trata para mí: aunque las personas pasen, mi padre, los otros miembros y yo, el grupo debe seguir en las tablas, haciendo lo suyo.
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