Pedro Sienna: galán de teatro y de la bohemia santiaguina

<P>Las <I>Obras completas </I>del director de <I>El húsar de la muerte</I> revelan nuevas facetas de su vida y trabajo.</P>




Cuando el teatro en Chile era la actividad cultural por excelencia, los estrenos eran eventos sociales y en las salas no cabía más gente, los actores de teatro chileno debían actuar imitando el acento español. Esto era hace un siglo, cuando no existía un teatro nacional con temas propios, y reinaban las obras del Siglo de Oro español. A pesar del éxito del formato, las jóvenes mentes de la nueva clase media comenzaron a impacientarse y a desear una escena chilena. Entre ellos estaba Pedro Sienna, agitador cultural en varios frentes: cine, literatura, dibujo, teatro y prensa.

Nacido en 1893, era hijo de un militar que combatió en la Guerra del Pacífico y que esperaba que su hijo fuera ingeniero y se alejara de sus "inquietudes bohemias". Pero su vocación natural lo llevó a contactarse con la vanguardia artística de la época donde conoció a Pablo de Rokha.

En 1914 debutaron los Juegos Florales de Santiago. Una desconocida Gabriela Mistral ganó con Los sonetos de la muerte, y Sienna quedó segundo con Rogativas a mi corazón. El joven subió al estrado a recitar sus versos, y fue así, por la poesía, que entró al teatro: su voz cautivó a Bernardo Jambrina, un español que le propuso unirse a su compañía e irse de gira con ellos a Argentina. "Creo que puede hacer carrera", le dijo. Sienna aceptó dudando.

Poco después, para hacer frente a la hegemonía hispánica, Sienna y los cómicos Enrique Báguena y Arturo Bührle crearon la Primera Compañía Nacional. Sellaron la idea en un quiosco de Avenida Matta, "donde vendían café con leche y sopaipillas", según anotó Sienna en La vida pintoresca de Arturo Bührle: "Mandé al diablo mis sueños de vagabundaje fuera del país y acepté al tiro. Estreché la mano de los dos artistas y el compromiso quedó sellado con sendos tragos de aguardiente de sustancia, que servían de contrabando en tacitas de café. ¡Así firmábamos los contratos en 1917!".

Los actores de las primeras compañías fueron apasionados autodidactas, pero la falta de escuela no impidió que Sienna fuera un torbellino sobre las tablas. Su metro ochenta de altura y la potencia de su voz, hizo que en los primeros años le pidieran hacer los roles de galanes; así lo fue en Pueblecito, Los payasos se van y Los copihues.

Su éxito también se debía a los elementos que ponía en juego. "Hay que escribir una carta en escena. Cualquier actor va al escritorio, toma la pluma, escribe la carta y la pone en el sobre. Nada más. Pedro, no. Va al escritorio, toma la pluma y la examina. Ve que está deteriorada. Tira la pluma y coloca otra nueva en el lapicero. La prueba y escribe", recuerda su amigo, el periodista Daniel de la Vega. En otra ocasión, cuando le tocó hacer de oriental, se instaló en un restaurante chino a hablar con el dueño, robándole hasta la última mueca.

Estos episodios son recogidos por las Obras completas de Pedro Sienna (Editorial Universitaria), proyecto encabezado por la académica Cecilia Pinochet, sobrina nieta de Sienna. Allí se puede leer una semblanza escrita por el periodista Mauricio Valenzuela antes de pasar a los sonetos de El tinglado de lafarsa, la novela La caverna de los murciélagos, crónicas, apuntes de cine y teatro, las comedias Un disparo de revólver y Las cabelleras grises, y un libro de poemas inédito: Por los caminos del ayer.

Director y protagonista de El húsar de la muerte (1921), Sienna abandonó la actuación en 1944, prefiriendo el sueldo fijo como periodista y Jefe de Archivo de La Nación. Del teatro se despidió por completo en 1962, dirigiendo una versión de Entre gallos y medianoche con Jaime Vadell y Delfina Guzmán. Pedro Sienna, el agitador cultural, recibió el Premio Nacional de Arte en 1966 y jubiló como archivero del diario estatal. Poco después, en 1972, murió.

Clericó helado

La energía perdida en el proceso creativo se recupera de noche en bares, cafetines y confiterías de la ciudad. Uno de los epicentros del trasnoche santiaguino era el bar Olimpia, de calle Huérfanos, frente al Teatro Royal, donde Carlos Gardel cantó ritmos folclóricos antes de consagrarse como tanguero. En ese lugar y en El Submarino, el Papá Cage y la Confitería Torres, se reunía Sienna con comediantes, periodistas, actores y escritores del momento, como Hugo Donoso, Armando Moock o Pepe Vila.

Uno de sus lugares favoritos, donde iba junto al dramaturgo Rafael Fontaura, era el Centro Catalán de la Plaza de Armas. Sienna se ve sumergido en "una caterva bohemia y bulliciosa". Los dos amigos se sentaban en un rincón a tomar una garrafa de clericó bien helado, a pasar la noche de largo: "Y puestos a arreglar el mundo solíamos extraviarnos en bizantinas disquisiciones, hasta que el amanecer nos pintaba de azul el cielo y en la plaza empezaban a cantar los pajaritos".

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