Peluquerías tropicales: una nueva atracción para los santiaguinos

<P>Es en la zona de Plaza de Armas donde se concentran estos locales dominicanos y colombianos.</P>




La Galería Plaza de Armas, en calle Merced, es un caracol comercial que está repleto de peluquerías. En su quinto y último piso, el dominicano Jonathan José Contreras (25) abre de lunes a sábado la suya para ofrecer cortes "tribales" a los clientes: figuras hechas con el propio pelo -casi como si fueran tatuajes- y con formas de llamas, flechas, tentáculos y hasta nombres propios. Son delineados a pura máquina y navaja.

"Nos ha ido tan bien con estos estilos que, incluso, a veces tenemos que cerrar cerca de las 8 y 9 de la noche", dice Jonathan, quien junto a su madre es dueño de dos locales en la galería. En la tienda del frente hay otro dominicano que hace un año y medio es su competencia.

No son los únicos. Cerca de ahí, en calle Catedral, está la barbería My Friends, de un colombiano llamado Julián Escobar (25). Llegó hace dos años a Santiago, a hacer lo mismo que hacía en su peluquería de Bogotá."Vienen más santiaguinos que buscan la onda reggaetonera: cortes sopaipilla (ese de chasquilla pegada en la frente, como el de Daddy Yankee), mohicanos y degradados", dice.

Hace cerca de cuatro años que estos salones de belleza masculinos llegaron al centro de Santiago: en Merced hay nueve y, en Catedral, al menos tres. Otros tantos se reparten en Estación Central y el Persa Bío Bío.

La oferta entre dominicanos y colombianos es la misma. Incluso, en algunas peluquerías trabajan estilistas de ambas nacionalidades. "A los santiaguinos les ha gustado nuestra propuesta. Como inmigrantes les hemos abierto la mente", dice Fernando Gutiérrez, peluquero colombiano oriundo de Cali, que también trabaja en la galería de Merced.

Estilos

En la peluquería de Jonathan, la mayoría de sus clientes son santiaguinos. "Nos piden cortes tribales y estilos como los de Ronaldo, Don Omar y Alexis Sánchez", dice Angel Figueroa (24), quien trabaja con Jonathan desde un comienzo. El mismo tiene el cabello trenzado y un par de aros con el nombre "Jorge", como su hijo.

Por "mohicano" o "sopaipilla" cobran $ 4.000. Si es un tribal, que requiere mayor trabajo, entre $ 8.000 y $ 10.000.

Felipe es un santiaguino de 16 años que todas las semanas viaja una hora desde su casa, en Lo Barnechea, hasta el local de Angel, en Merced, para retocarse su mohicano, que termina con un jopo en la nuca. "Por la polola", dice Angel cuando le toca afinarle las cejas.

En Estación Central tiene su local Guillermo Antonio de los Santos, dominicano, dueño de la Peluquería Internacional El Flow. Nunca ha cortado el pelo, pero la suya ya es una cadena de tres sucursales donde se escucha merengue y bachata de fondo. Recibe de clientela a jóvenes reggaetoneros, mujeres que buscan un trenzado caribeño e, incluso, a carabineros y gendarmes. "Acá en Santiago es más fácil obtener una patente de salón de belleza que de otros negocios, como casinos de comidas o juguerías", asegura De los Santos.

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