Plaza Sucre: el barrio ñuñoíno que defiende su identidad y calidad de vida
<P>La zona, donde el comercio aún es de pequeña escala, abarca el cuadrante entre Manuel Montt, Salvador, Rengo e Irarrázaval.</P>
Mientras en un almacén un vecino pregunta cuánto valen los tomates, en la plaza Sucre -que en realidad se llama Guillermo Franke- Diego (9) juega con su pelota. A esa misma hora, Pascal termina un mosaico en su taller y Clara barre las hojas secas en la vereda de su casa.
Son escenas del barrio ñuñoíno Guillermo Franke que abarca el cuadrante entre Manuel Montt, Salvador, Rengo e Irarrázaval. Debe su nombre al ingeniero que construyó el primer rascacielos de Santiago, el edificio Ariztía, de calle Nueva York.
Aquí se desarrolla vida de barrio y el comercio aún es de pequeña escala. Estas son las características que sus habitantes quieren conservar para no transformarse en una zona más comercial que residencial.
"Queremos mantenernos en las antípodas del barrio Italia, que ya pasó a otro nivel, mucho más de tiendas que de viviendas", dice Rafael Zapata, uno de los vecinos de esta parte de Santiago.
Por calles como Cirujano Videla, Garibaldi o Atahualpa casi no circulan vehículos. En la plaza, a toda hora hay vecinos leyendo y niños que se divierten.
La mayoría de las familias vive en casas, como las de calle Guillermo Franke que son de un piso, con techos de teja y piso de madera. De hecho, el director de Obras de la Municipalidad de Ñuñoa, Carlos Frías, explica que en la zona delimitada por Caupolicán, Sucre, Manuel Montt y Miguel Claro no se pueden levantar edificios de más de siete pisos.
"Con eso las inmobiliarias perdieron el interés y se fueron a construir a otras partes", agrega Gabriela Cánovas, una de las dueñas del almacén Añañuka, que vende productos naturales.
Ella llegó al lugar hace 12 años, pero existen residentes que llevan más de cinco décadas en el sector. Como Anita, quien arribó junto a su marido en 1961. "En esa época era aún más tranquilo y familiar. La idea es mantener ese sello", dice.
En 2006 -"cuando comenzamos a ser bombardeados por las inmobiliarias", como cuenta Marcela Díaz, la otra dueña de Añañuka- la gente empezó a organizarse. Surgieron las fiestas vecinales, en las que se cierran las calles y las ferias en la plaza en cada primavera.
Una de las primeras preocupaciones fue acordar con el municipio la limitación de edificios en altura.
El arquitecto Sebastián Gray destaca la importancia de la coordinación vecinal: "Pueden intentar preservar todo lo que quieran en cuanto se manifiesten como comunidad. Se comienza por ahí, porque el municipio no hará nada mientras no sienta la presión de los vecinos".
Otro de los desafíos en que está empeñado el vecindario es obtener de parte del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) la declaración de Zona Típica para la calle Guillermo Franke (paralela a Miguel Claro). En 2007 hicieron la solicitud y hoy trabajan en la elaboración del expediente que justifique esa determinación.
Zona típica
Rafael Zapata explica, por ejemplo, que las casas de esta arteria fueron construidas a fines de los años 30 por el destacado ingeniero, quien, además, vivió en el lugar. Antecedente fundamental en el informe que preparan para el CMN.
Cuenta también que en esta calle nació el grupo Quilapayún: ahí vivían -y aún viven- integrantes de la familia Oddó, fundadora del conjunto. "Venían Violeta Parra y Víctor Jara a ensayar. Esa historia y forma de vida es lo que este barrio debe conservar", finaliza Zapata.
Carlos Frías señala que la intención de los vecinos coincide con la del municipio y los invita a acercarse al departamento de Asesoría Urbana "para que logren de manera expedita la protección patrimonial del sector".
Artistas y arquitectos prefieren este sector, porque pueden vivir y trabajar en el mismo lugar. Es el caso de la arquitecta Pascal Martínez, quien llegó hace 15 años. En la misma casa donde vive con su hija instaló su estudio. "En el barrio Italia, en cambio, sólo instalaría un taller o una tienda; no podría vivir ahí. El cambio de uso que hubo unas cuadras más hacia el poniente ha alterado el sistema de vida de esa zona; acá sigue siendo tranquilo", remata.
Pascal destaca que aún existan los almacenes de siempre. Justo frente a la plaza, por Román Díaz, José Valdebenito atiende su local desde hace más de 30 años. Asegura conservar "casi a los mismos clientes de antaño".
También aporta identidad al barrio el Café del Mundo, que debutó al frente de la plaza, por Sucre, en 2001. Ahí el cliente puede leer un libro, mientras disfruta de un cortado. Privilegios de la vida de barrio.
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