"Pluralismo en cuestión"
Señor director:
La reciente columna del profesor Daniel Mansuy, que lleva el título de esta carta, pone en evidencia el absurdo en el que un intelectual serio, como él, puede incurrir cuando intenta defender causas imposibles.
En este caso, se trata de una muy peculiar concepción del pluralismo, mediante la cual intenta zanjar el debate abierto respecto a la desvinculación del profesor Costadoat de la Facultad de Teología de la PUC. Según esta concepción, dado que “toda búsqueda de conocimiento comienza desde una determinada perspectiva”, habría que aceptar que el pluralismo académico sería una mera cuestión de gustos (culinaria, se diría), de modo que, concluye Mansuy, habría que reconocer el “pleno derecho” de “instituciones que nos desagradan”. Con esta muy subjetiva concepción del pluralismo, Mansuy confunde absolutamente las cosas. Porque un tema es comenzar desde determinadas perspectivas; otra muy distinta es que dichas perspectivas, entendidas como “gustos”, queden sustraídas del debate.
De ser así, se abre una posibilidad en extremo alarmante: cualquier académico, o grupo de académicos, podría atrincherarse en su “verdad”, y darla por absoluta, sin más. Pero así se da paso, no al pluralismo, sino a su total negación; en último término, a la sustitución del debate académico por un diálogo de sordos, ya no entre académicos responsables, sino entre “funcionarios de la verdad” al estilo de un Rosenberg en la Alemania nacionalsocialista, o de un Lyssenko en la URSS. El conocimiento moderno -esto el profesor Mansuy lo sabe bien- es falible por definición. Pero precisamente tal falibilidad implica que las perspectivas iniciales han de ser sometidas a examen y discusión, sin límites ni “identidades” fijados a priori. En esto consiste precisamente el pluralismo, a cuyos “estándares mínimos” la columna hace alusión, pero lamentablemente no especifica.
Eduardo Sabrovsky
Profesor Titular
Instituto de Humanidades
Universidad Diego Portales
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