Por cuenta propia
Mientras miles de padres esperan con ansiedad los resultados de las postulaciones a los colegios, hay otros que han decidido abandonar la educación formal y que sus hijos rindan exámenes libres. Es una opción arriesgada pero estos casos también demuestran que el sistema escolar muchas veces no tiene espacio para todos los niños. <br>
"El nivel es pésimo", "todos los niños no son iguales", "en el colegio no me comprendían", "quiero que mi hijo sea feliz", son frases que se repiten entre quienes han optado por dejar de lado uniformes, clases y la sala llena de compañeros.
Según el Ministerio de Educación, en 2014 hubo 14.653 niños de entre 5 y 18 años que dieron exámenes libres. Y entre ellos no sólo hay deportistas de alto rendimiento, músicos que quieren seguir una carrera profesional o personas con alguna discapacidad a las que les resultaba difícil ir a un establecimiento con un horario rígido, sino que también personas que no se sienten cómodas con el sistema o no lo estaban pasando bien en el colegio.
A la par han surgido instituciones para ayudarlos, como tutorías y academias en línea que cuestan cerca de 70 mil pesos mensuales. Think Academy, por ejemplo, es un colegio virtual que entrega los contenidos para rendir los exámenes libres. Tiene 250 alumnos entre kínder y cuarto medio y ya llevan ocho años funcionando. "Los niños están aburridos del colegio, el bullying pesa mucho, al igual que las largas jornadas en que no aprenden mucho. La gracia es que este sistema promueve la autogestión porque los estudiantes deben aprender a disciplinarse, lo que les sirve para el futuro", dice Viviana Morgado, directora académica de la institución.
Otra alternativa es la de los profesores particulares. La empresa Tutor Doctor trabaja con una variedad de ellos en distintas materias y hacen apoyo escolar. El 15 por ciento de quienes usan este servicio están preparando exámenes libres. "Las razones son variadas. Hemos tenido familias disconformes con el nivel de los colegios, extranjeros y también personas con alguna discapacidad. Se les hacen clases de todas las materias incluidas en el test, en educación básica con un profesor único y en media con tutores por áreas. Se les entrega material, guías, tareas y se planifican evaluaciones, y aunque son bastante menos horas de clases lectivas que en un colegio, los resultados uno a uno son mucho más rápidos y efectivos", explica Jocelyn Corada, consultora de este sistema.
Aunque a primera vista, si se decide seguir este camino solo, sin apoyo de clases particulares, la familia se ahorra la mensualidad y matrícula del colegio, si se opta por una tutoría full time, se puede llegar a pagar lo mismo que por un colegio particular.
Todo por el deporte
El joven tenista Lukas Stierling estuvo hasta séptimo básico en el colegio Bradford, pero llegó un momento en que no fue posible compatibilizar la jornada escolar con el deporte. "Que él jugara comenzó a ser un problema. Salía de clases a las 4:30, podía entrenar dos horas y llegaba agotado como para estudiar, además le ponían malas notas si no llegaba a las actividades deportivas… ya había repetido un año y no le daban ninguna facilidad y eso empezó a darle rabia, le molestaba que no lo apoyaran. Al final, si ganaba un campeonato ni siquiera quería comentarlo. Igual me demoré un año en tomar la decisión, porque obviamente me dio susto dejarlo fuera del sistema y me cuestioné qué iba a pasar si finalmente no hacía carrera en el tenis. Pero al final recurrimos al Athletic Study Center, el mismo colegio del Chino Ríos, donde podía ir tres horas al día, no le hacían pruebas ni trabajos y le daban cierta base para optar por los exámenes libres y libertad para viajar a torneos fuera del país", dice su madre, Chantal Soulodre.
Lukas entrena ocho horas al día y viaja entre seis y diez semanas al año, por lo tanto necesita un horario flexible para estudiar. Y mucha autonomía. "Nos apoyamos mucho en el entrenador, que le exige en todos los sentidos. Un día de mi hijo es completamente planificado, desde las horas de preparación física hasta lo que come y lo que le dedica al estudio. Él sabe perfectamente que para que esto funcione tiene que cumplir y ser muy metódico. Nuestro rol como padres pasa por estar encima, verificar que esté haciendo las cosas", explica su madre, quien asegura que esta experiencia también ha sido una decepción con el sistema escolar actual, que sólo forma niños pensando en la universidad. "Yo me relajé, a la larga puede hacer cualquier cosa. Yo fui golfista y sé que el deporte te prepara para muchas cosas. Lukas dio exámenes libres los últimos dos años y sin estudiar ni tener ramos que te ayuden a subir notas, como gimnasia o artes plásticas, tiene promedio 5,5… Él es feliz así y eso es lo que me importa".
Cambio de vida
Darío Ortega es un adolescente curioso y divertido. "Con alma de payaso", como dice su mamá. Hace películas en video y es un superdibujante, pero los años de colegio afectaron su veta creativa.
Partió en uno particular subvencionado pequeñito y bastante personalizado. Los problemas aparecieron en quinto básico. La disciplina y exigencia académica se le empezó a hacer cuesta arriba. "Fue una verdadera persecución, lo estigmatizaron y eso se tradujo en que no quisiera ir al colegio, somatizaba todo el tiempo, le daba fiebre o empezaba a cojear antes de entrar a clases. Así que decidí cambiarlo a mitad de año y se fue al Rubén Darío, un colegio más relajado, en que iban con ropa de calle y que aseguraba respetar la diversidad", recuerda Loreto Rivas, su mamá.
Los problemas de ánimo mejoraron, pero la educación seguía siendo igual de chata para Darío. No se podía destacar en algo, todos tenían que ser parejos y rendir lo mismo en todas las materias, dice su mamá. Dejó de interesarse por las clases, incluso se negaba a hacer las pruebas. "Fue un proceso doloroso. Siempre el problema era él… me decían que era artista, pero jamás lo motivaron en ese ámbito. Tomé las riendas del asunto y me senté a estudiar a su lado todos los días. Empecé a notar que se angustiaba, que apenas abríamos el libro de matemáticas se llenaba de tics. Partí al colegio en octubre y pedí que le cerraran el año escolar, a esas alturas estaba repitiendo octavo, así que decidimos que lo mejor era que botara el año y empezar desde cero, pero de una manera distinta".
Hoy están en una etapa de adaptación. Como tienen todos los textos del año pasado, para Darío ha sido fácil seguir las materias que le corresponden y se apoya bastante en material que existe en internet. Complementa sus horas de estudio con clases de violín, natación y un taller de clown, aunque no ha sido fácil encontrar actividades para su edad durante el día y de hecho en natación sólo tiene compañeros adultos.
Aunque este es el primer año que experimenta con esta modalidad, su madre pretende seguir así hasta que termine el colegio, aunque admite que la sociabilidad le preocupa: "Él no se relaciona muy bien con sus pares, no le interesan las mismas cosas que a los demás y el encierro le hace mal. Pero confío en que con este sistema se va a relajar".
Mundo propio
Joaquín Sandoval siempre tuvo problemas en el colegio. Primero le dijeron que era un niño índigo, después le diagnosticaron hiperactividad y le dieron remedios. Era inquieto y, aunque aprendía muy rápido, lo motivaban sólo algunas cosas.
"Empezó a crearse un verdadero caos alrededor de él, pasaba medicado, estaba muy infeliz y nosotros también", recuerda Mario Sandoval, papá del joven de 15 años. Durante mucho tiempo llevarlo al colegio fue una guerra, sus padres pensaban que lo suyo era flojera y pasaron largo rato entre psicopedagogos, psicólogos y neurólogos. "Finalmente lo diagnosticaron como Asperger y decidimos probar algo distinto. Así llegamos a los exámenes libres, el año pasado y hoy vemos un niño mucho más comunicativo, completamente normal, con sus amigos de los años escolares, pero haciendo las cosas que le gustan sin que nadie las catalogue como una pérdida de tiempo".
Joaquín está en primero medio y este es el tercer año que dará exámenes libres. Se apoya en una academia virtual y sabe que para que esta modalidad funcione, tiene que ser responsable. "Él nos pidió que confiáramos en él", explica Mario. Se levanta temprano, cumple horarios y si no entiende algo, pide ayuda a sus papás o sus hermanos.
Aunque sus padres temieron que esta alternativa afectara su ya complicada sociabilidad, recuerdan que la propia psicóloga les explicó que los códigos de relaciones de los niños hoy son distintos, que no sólo se reúnen con sus amigos en el colegio, sino a través del computador, las redes sociales o los chats.
Mario admite que el proceso no fue fácil, pero que todo mejoró cuando asumieron su diagnóstico y se dieron cuenta de que no era un bicho raro, sino que tenía intereses diferentes. "Yo sólo quiero que sea feliz y que viva una vida normal. Porque mi hijo es un niño normal".
Libertad para aprender
María José Melo vive en Cerro Navia y considera que los colegios cerca de su casa no eran lo que ella quería para su hija. Los buenos establecimientos quedaban muy lejos, por lo que a los útiles y uniforme tenía que sumarle transporte y se volvía inalcanzable para ella. Por lo mismo cuando Josefina pasaba a tercero básico decidió que la mejor opción era que diera exámenes libres. "Me importa mucho el tema de la autosuficiencia y este sistema le permite averiguar por sí misma y buscar información por internet, lo que les abre un tremendo campo de información. Siento que en estos dos años ha aprendido mucho más, porque no se le cortan las alas con jornadas aburridas, peleas y castigos".
El año pasado dio los exámenes por primera vez y quedó contenta con el resultado, ya que Josefina pasó de curso sin problemas. Reconoce, eso sí, que, por la edad de su hija, su papel como motivadora es muy importante. Ellas se organizan con "clases", sin horario fijo, pero todos los días, respetando fines de semana, feriados y vacaciones. "Por suerte ella es muy extrovertida y nunca ha sido un tema para mí que no se relacione con otros niños en una sala de clases, porque para eso tiene amigos y vecinos con los que juega. Me importa mucho más que se concentre y se focalice y estoy convencida de que ningún colegio me va a asegurar pocos niños y ese nivel de dedicación. Además, para qué exponerla a un contexto social complejo". De fondo hay además una crítica muy fuerte al sistema: "Siempre pienso que, si bien el trabajo infantil está prohibido, en el colegio los niños viven absolutamente esclavizados, no hay materiales suficientes, no experimentan lo que van aprendiendo, sólo están encerrados en una sala. Además, los contenidos que les entregan, los libros, están caducados. Acá podemos leer los diarios, hay libertad para actualizarse y no heredar los condicionamientos de los adultos, que cada día son más prisioneros de sus rutinas".
Objetivos claros
La decisión de terminar el colegio vía exámenes libres fue suya. Matías Altamirano tenía dificultades en la relación con sus compañeros y aunque tenía algunos amigos, como repitió tercero medio se quedó sin ellos. Y Matías no quería quedarse solo.
"Se lo comenté a mis papás y a mi psicóloga y juntos decidimos que iba a ser lo mejor para mi estado mental. Ya tengo 19 años y he perdido demasiado tiempo en esto… y no quiero perder más", explica.
Su madre, Pilar Arze, dice que lo apoyaron porque no querían verlo abrumado: "Sólo queríamos que fuera feliz y sabíamos que la parte social era compleja para él. Conversamos con hartas personas que habían pasado por algo similar y vimos las alternativas, hasta que optamos por un sistema de tutorías que lo van ayudando", dice.
A Matías le encanta dibujar y quiere ser escritor e ilustrador de novelas gráficas, para lo cual no necesita rendir la PSU, sino que terminar el colegio y estudiar en Estados Unidos. Actividades con que llenar su día no le faltan: "No me quedo pegado al computador, leo, dibujo o salgo con mis amigos. Después de mis clases hago inmediatamente las guías y, como me gusta mucho investigar, si hay algún tema que me interesa, profundizo. No quiero trabajar ni nada por el estilo; mi meta hoy es terminar el colegio", reconoce.
Tiene clases particulares tres veces por semana con dos profesoras, una en ciencias y otra en ramos humanistas. Y aunque los exámenes libres incluyen inglés, eso no le preocupa porque aprendió por su cuenta, motivado por su gusto por la ilustración. Lo único que extraña son las clases de filosofía. Pero como ganas de aprender no le faltan, ya está pensando en la forma de mantenerse informado.
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