Por qué la tensión suegra, hijo-marido y esposa no tiene fin (aparentemente)
<P>Porque ellos no reaccionan. La culpa de romper el vínculo con la madre y la rabia de tener que definirse los paraliza. Pero, según los expertos, son ellos los que deben poner límites a su madre y formar un frente común con la pareja.</P>
Un hombre llamado Jim, una madre -la suya- revolviendo una olla y una esposa -también la suya- parada junto a él. Los tres en la cocina. De pronto, la mamá tira el misil: "¿Soy mejor cocinera que tu esposa?". Jim tartamudea, balbucea y le pide al más allá lo más parecido a un salvavidas. Porque está en ese laberinto del "si digo que sí, la embarro. Si digo que no, la embarro. Si no digo nada, la embarro". Pero como algo tiene que salir de su boca. Jim se la juega: dijo que su esposa cocinaba mejor. Y de acuerdo al resultado, sí, la embarró. A su madre le crujían los dientes de pena y su esposa lo trató de insensible.
Esa es la historia que eligió The Wall Street Jounal para retratar la tensión que existe entre suegras y nueras. Y también, con la que ejemplifica la posición que ocupan los hombres en este triángulo: ellos no están preparados para esta disputa y por eso no resuelven. Y tal como Jim, la primera reacción es no reaccionar.
Y a pesar de que se ha analizado cómo resolver en términos positivos esta tensión que siempre ha existido y la experimentan la mayor parte de las parejas, frente a la culpa de romper el vínculo con la madre, el miedo a perder su protección y la rabia de que los pongan en esa situación, los hombres quedan inmóviles. Por eso, este triángulo de tensión parece no tener fin, de acuerdo a los especialistas.
"Ellos no están preparados para enfrentar esta tensión porque las madres los han cuidado más que a las niñas, porque son más desvalidos y desde chicos han tenido más atención y cuidado", dice Carolina Labbé, siquiatra de la U. de Chile y de Integramédica. Y todo eso que las madres les han dado crea un lazo de lealtad que les resulta muy difícil de manejar, tanto que se sienten culpables si lo afectan de alguna manera. "La culpa que ellos sienten es el principal factor que explica la relación suegra-nuera", insiste la profesional.
Al hombre, dice la siquiatra, lo paraliza el miedo a abandonar o romper ese lazo, lo que de alguna manera hace cuando se casa. En ese momento, deja de ser hijo y empieza a ser marido. "El problema es que nosotras tampoco se lo hacemos fácil", dice Carolina Labbé, y agrega: "Las mujeres les exigimos elegir y ellos simplemente no pueden. '¿Por qué me preguntas eso?', se quejan. Y ahí aparecen la culpa, el miedo y la rabia".
En esta actitud, según diversos estudios, influye el peso histórico de la madre y la posición que toman éstas cuando el hijo encuentra una pareja. Y también influye la "carga" histórica que traen las nueras a las relaciones.
La actitud de las madres queda demostrada en una investigación de Sylvia Mikucki-Enyart, profesora asistente de Comunicación de la U. de Wisconsin-Stevens Point, que revela que las madres se preocupan más cuando los hijos se casan que cuando lo hacen las hijas. Y sus preocupaciones van desde si mantendrán la relación con ellos tal cual como cuando estaban solteros hasta si el matrimonio los cambiará o pasarán hambre. Y esas preocupaciones, tarde o temprano, permean en forma de tensión a la relación de su hijo y su mujer.
Mikucki-Enyart dice a Tendencias que esta tensión entre mujeres es una profecía autocumplida. Si ya es difícil saber cómo comportarse exactamente con los parientes políticos, el modelo que seguimos está basado en las experiencias de quienes tenemos cerca. Si la mamá de una mujer que se casa tuvo una relación conflictiva con su suegra, lo más probable, dice Mikucki-Enyart, es que las expectativas negativas cobren relevancia y marquen la futura relación. Partir con una actitud distante o fría traerá como consecuencia una reacción negativa de la suegra y la confirmación de las expectativas de la nuera. De ahí lo de profecía autocumplida.
Pero esto no es reciente ni mucho menos. En 2008, la sicóloga de la U. de Cambridge Terri Apter presentó su libro ¿Qué quieres de mí?, una investigación donde pasó 20 años entrevistando a cientos de familias y donde constata este tema: el 64% de las mujeres dijo que la relación con su suegra era hostil, difícil o incómoda. No pasó lo mismo con las respuestas de los hombres: sólo el 15% dijo tener mala relación con su suegra. Y más atrás aún, un estudio de la investigadora Evelyn Duvall, que data de 1954, retrata este conflicto.
"Una de las grandes críticas de las nueras se centra en que sienten que no hay reconocimiento y validación de su rol de esposa y madre por parte de las suegras", dijo Apter en esa oportunidad. Algo que corrobora un estudio dirigido por Terri Orbuch, investigadora de la U. de Michigan, que concluye que las mujeres que se sienten "cercanas" a sus suegras pueden encontrar dificultades para establecer límites en esa relación, interpretando desde los comentarios hasta las acciones de ellas como una intromisión en su familia. Los hombres que tienen una buena relación con sus suegros, en cambio, no ven invadida su identidad.
En el otro extremo, en el estudio de Terri Apter el 55% de las suegras dijo sentirse incómoda por esta relación tensa con la esposa de su hijo. Las consideran demasiado sensibles: "Toman todo lo que una dice en el camino equivocado", dijeron en la investigación.
Ahora, y después de todo, ¿qué debió hacer Jim en la cocina? "Decir que ambas son maravillosas cocineras", señala la investigadora a Tendencias. El problema es que ellos han sido forzados a estar en una posición indeseable y no quieren que alguien salga mal de escenas como esta.
Ahora, en lo que sí concuerdan los expertos es que si esta tensión entre suegra y nuera no ha podido ser resuelta es porque el hombre en cuestión no ha hecho el trabajo que debiera: poner límites a su madre. "Hace falta tiempo. Un hombre no puede defender a su esposa de inmediato, pero poco a poco tiene que comenzar a establecer límites y demostrar que su esposa es su prioridad. Esto no es un contrato por un tiempo o ante un conflicto determinado, sino que es un proceso y todos los miembros de la familia tienen que aprender a comunicarse y relacionarse entre sí", comenta Sylvia Mikucki-Enyart.
¿Por qué él? Simple: porque la madre quiere más a su hijo a que a su nuera (las posibilidades de que escuchen los argumentos aumentan considerablemente), porque él conoce los patrones de comunicación con su madre y porque la mayoría de los parientes políticos reaccionan mejor a la comunicación mediada que a una confrontación directa.
"La pareja debe presentar siempre un frente unido", concluye la investigadora. Esto no es un triángulo, sino un equipo de dos.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.