Publican las cartas de los artistas chilenos que se fascinaron con París

<P>El libro <I>Bohemios en París </I>reúne la correspondencia de Camilo Mori, Juan Emar y otros destacados artistas.</P>




Abril, 1922. París. Al atardecer, el poeta Manuel Magallanes Moure se sienta en la terraza del restaurante La Rotonde, en Montparnasse, a beber cerveza junto al pintor Manuel Ortiz. Se les une Camilo Mori y luego aparece Juan Emar, junto a su esposa. Cuando refresca, toman una mesa del interior y se topan con la "Babilonia de siempre". Adentro, el humo de los cigarrillos envuelve a "hombres y mujeres de todas la razas. Rusos, polacos, serbios, yanquis, negros, españoles y hasta franceses". Es una noche de la bohemia parisina y Magallanes Moure se pregunta: "¿Será que soy yo el que no comprende el arte nuevo?".

Dos años después, Magallanes Moure fallecería en Santiago y, aunque no lo aceptó del todo, alcanzó a ver que el arte estaba cambiando al toparse con el estallido de las vanguardias en Francia a inicios del siglo XX. Así lo atestigua Bohemios en París, libro que recopila la correspondencia de las decenas de pintores y artistas chilenos que entre 1900 y 1940 viajaron a París y cayeron embrujados.

Editado por Wenceslao Díaz, el volumen está formado por más de 700 cartas, 650 de ellas inéditas hasta ahora. Además de Magallanes Moure, Mori, Ortiz y Emar, escriben Pedro Lira, Alfredo Valenzuela Puelma, Juan Francisco González, Marcial Plaza Ferrand, Pedro Prado, Pedro Reszka, Alberto Ried, Luis Vargas Rosas y Henriette Petit, entre otros.

En conjunto se trata del retrato general de la fascinación por la Ciudad Luz. "Me costó conciliar el sueño aquella primera noche en París", escribe Plaza Ferrand a Magallanes Moure, en 1901, deslumbrado por "el lujo, las luces, danzas macabras, besos furtivos", y los innumerables monumentos de la ciudad.

No vuelvas

Que no se olvide, París era una fiesta: Pedro Reszka, en 1904, cuenta que recibió a un amigo pintor en Montparnasse y venía con su esposa. "A París ¿casado? ¿un pintor? Venir a París con una señora de Talca...", dice incrédulo.

Maravillados por el París que describía Emile Zola y Henri Murger, una primera camada de artistas llega a París a buscar a los clásicos. No todo es brillante: Valenzuela Llanos se recluye en su taller y no quiere conocer París, mientras que en 1904, Juan Francisco González mira con escepticismo a los impresionistas: "He visto algo de lo mejor de Monet, Manet, Sisley, pero son pocas las telas que se sostienen", cuenta.

Como anota Wenceslao Díaz, tras el paso de Emar por París, los artistas chilenos terminaron por abrirse a las vanguardias. No instantáneamente: "No puedo admirar a los que aquí tienen como dioses. Los futuristas, dadaístas hasta cubistas son los que descuellan. Es horroroso", dice Petit en 1920, quien en 1927 se casará con Vargas Rosas, alma del grupo Montparnasse.

Petit, como su esposo, iba a ser conquistada por la vanguardia. Fue una de las emblemáticas enamoradas de París. Entre los defensores, también se cuenta a Camilo Mori: "Si vuelves a Chile tendrás que llorar las horas perdidas. No vuelvas. No vuelvas", le dice en 1924 al pintor Laureano Guevara, que prueba suerte en Francia. Un año antes, Emar le escribía a Vicente Huidobro: "La palabra arte queda definitivamente borrada de cualquier posibilidad chilena. Así es que, agárrese allá (París) con dientes y uñas".

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