Publican más de mil cartas inéditas de Julio Cortázar en cinco libros
<P>Tres tomos salieron en Argentina y en abril llegarán a Chile. Habla su editor, Carles Alvarez Garriga. </P>
Es 1966 y Julio Cortázar tiene 52 años. Tres años antes, había dado el salto como escritor con su novela Rayuela. Reside en Saignon, Francia, junto a su mujer, Aurora Bernárdez. El Boom latinoamericano está en la cima. Mario Vargas Llosa acaba de obtener el Premio Rómulo Gallegos. García Márquez se alista a publicar, al año siguiente, Cien años de soledad.
Mientras, el escritor chileno Jorge Edwards ha publicado la novela El peso de la noche. Es junio de 1966, y Cortázar le responde una carta a Edwards, quien le ha enviado un par de relatos: "Supongo que si a estos cuentos sumas los que ya tenías listos, te da un señor volumen, y que no deberías tardar en publicarlos".
La misiva es parte del tomo tres de cinco que está publicando editorial Alfaguara. Es toda su correspondencia. Más de mil cartas son inéditas. Los tres primeros ejemplares ya salieron en Argentina y a Chile llegarán en abril próximo.
Es 1967, y el matrimonio entre Julio y Aurora termina. Ella volverá al lado del escritor, en los últimos años de su vida, cuando ya estaba enfermo. Moriría en París en 1984. Aurora es ahora su albacea y publicó en el año 2000 tres tomos de cartas de Cortázar. Pero no fue suficiente. En el 2009 se edita Papeles inesperados con fragmentos de cuentos, crónicas y poemas inéditos del autor de Todos los fuegos el fuego.
Ese año es cuando entra a escena el filólogo español, Carles Alvarez Garriga, quien junto a Aurora, indaga en el archivo del narrador argentino. "Este trabajo de edición ha sido divertidísimo, pero monumental", dice Alvarez a La Tercera, y agrega: "No ha habido selección: hemos editado todo lo que estaba a nuestro alcance". Es así cuando comienzan a salir a la luz cartas desconocidas. Sus destinatarios son nada menos que los escritores Juan Carlos Onetti, Victoria Ocampo, José Lezama Lima, Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante y Alejandra Pizarnik. Entre los autores chilenos están Edwards, José Donoso, Fernando Alegría, Ariel Dorfman y Pedro Lastra.
A Edwards le dice al final de una carta de 1967: "Ah, me olvidaba, en Argel me encontré con (Humberto) Díaz-Casanueva, que me llevó a cenar a su casa, me regaló sus libros, me arrolló con una gentileza y un afecto que me conmovieron, y nos pasamos muchas horas hablando de Chile".
Sobre la relación de Cortázar con el país, Carles Alvarez, rescata en especial un período posterior. "Hay muchos detalles de su primer viaje a Chile en 1942, y después la hondura con que vivió el drama de la Junta Militar, su solidaridad incesante con los exiliados y el inmenso trabajo que le dio coordinar para la editorial Gallimard un libro contra la dictadura pinochetista".
En el tomo tres de Cartas, hay una destinada a José Donoso, enviada desde Ginebra. El autor de Coronación, está en Pollensa, España. "¿Piensa quedarse mucho tiempo en Pollensa? Varias veces he querido ir a las islas, y cada vez han surgido problemas e inconvenientes. Tal vez el próximo verano... Desde luego, si usted estuviera aún por allá, tendría otro motivo más para ir", escribe Cortázar, y de paso le agradece, "por todo lo que me cuenta sobre sus cursos, y al eco que mis libros tienen entre los jóvenes; ya veo que usted es uno de los principales culpables de ese eco".
Es 1967, el editor español Francisco "Paco" Porrúa recibe una extensa carta de Córtazar, desde Saignon. Porrúa le había publicado Rayuela, en 1963, en la editorial Sudamericana. Cortázar escribe: "Yo vuelvo melancólico a la construcción de un objeto lleno de espejos, cubos de madera y caracoles que estoy fabricando para olvidarme un poco de la literatura, o estudio la escala de si bemol mayor en mi trompeta, para asombro de los numerosos escarabajos que circulan por el living de esta casa".
Aurora Bernárdez, ahora de 92 años, recibió una misiva del creador de las Historias de cronopios y de famas, cuando ella tenía 45 años. Estaban en diferentes ciudades. La llama "Topotita Itaíta", y le dice: "Si supieras cómo me estoy quitando trabajo de encima, cómo pongo al día mi correo, cómo paseo por París que está maravilloso, y cómo voy a conciertos, cines y teatros, comprenderás que hice muy mal en no irme con vos porque corro el peligro de perder ocho kilos".
Dos meses después, le escribe a la autora argentina Victoria Ocampo: "Es curioso que cuando estoy enfermo, me vuelvo resueltamente hacia los novelones del siglo XIX. (...) ¿Cuando viene a visitarnos a París?".
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