"Qué le pasa, mi chanchito?"
<P>Hasta ahora, lo único que sabíamos era que, en pareja, decirle al otro "chanchito" era un poco cursi. Pero eso, hasta ahora...</P>
VEAMOS: llamar a su pareja "chanchita", "perrito", "pollito" o, incluso, "guagua" es una cursilería. En esto no debiera haber dos opiniones. Distinto es que ahora sepamos que decirle así al otro tiene enormes beneficios para la relación.
Suena tirado de las mechas ¿no? Un poco, pero es cierto. Existe una amplia evidencia de que usar estos apodos románticos puede hacer que la pareja permanezca por más tiempo junta gracias a la sensación que estos apodos producen en el cerebro. Es decir, si usted es del grupo al que la cursilería le produce dermatitis y se ha negado sistemáticamente a caer en ella, replantéese, porque le conviene si anda en busca de alargar plazos.
Ahora, ojo, que no se trata de que de un día para otro le dé por los nombres de animales con diminutivos y todo bien. Los estudios también han analizado a los conversos de último minuto y decantaron en lo siguiente: no se reportan los mismos efectos beneficiosos cuando el "chanchito(a)" no es espontáneo.
Porque lo que los apodos cariñosos hacen es inyectar un ambiente favorable en la vida cotidiana. "Estos sobrenombres románticos son una caricia positiva que produce en las parejas la misma sensación de apego que se producía con la madre cuando éramos niños", comenta la sicóloga clínica especialista en parejas y presidente de la Sociedad Chilena de Sicología Clínica, Susana Ifland.
Por eso, esto de decirle algún apodo a la pareja (más tierno que romántico) es uno de los impulsos emocionales más fuertes, enfatiza el columnista de Psychology Today, Leon F. Seltzer. En la misma línea de Ifland, ha escrito que las palabras cariñosas que nos transportan a las primeras alegrías y satisfacciones de la infancia tienen una neuroquímica particular.
La bioquímica de los apodos románticos replica las primeras experiencias de vida. Y en ambos escenarios, tanto con sus padres como con la pareja, hay neurotransmisores implicados. De acuerdo a Leon F. Seltzer, como explica en el blog de sicología, uno de los químicos que aparece en estas instancias es la dopamina. Este neurotransmisor activa los centros de recompensa del cerebro, lo que lleva a que la pareja quiera y disfrute más pasando tiempo juntos, al igual que una madre con su guagua. La dopamina se libera cuando alguien es amoroso con el otro, está vinculada a sentimientos positivos como de placer, emoción, euforia, aumento de la energía y mayor enfoque de atención.
Otro neurotransmisor que surge tras estos actos es la feniletilamina, cuya producción en el cerebro puede desencadenarse por eventos tan simples como un intercambio de miradas, un roce o un apretón de manos, sugiriendo además que el cerebro de una persona enamorada contiene grandes cantidades de feniletilamina y que esta sustancia podría ser la responsable, en gran medida, de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando ocurre el enamoramiento.
La oxitocina, hormona relacionada al apego emocional. Contribuye aún más a los sentimientos felices, consoladores, en los momentos de contacto. Esto produce que cuando la pareja se separe, puedan experimentar importantes ganas de volver a verse o también se explicaría que esta hormona podría ser la responsable de que dos días parezca una eternidad.
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