¿Quién se llevo mi papel tualé?
<P>Los venezolanos vivimos tiempos de escasez. Cuesta encontrar productos básicos en las góndolas de tiendas y supermercados. Un caso crítico es el del papel higiénico, que aquí llamamos papel <I>Tualé</I>. El gobierno da explicaciones que a nosotros, consumidores desesperados, no nos solucionan el problema. Recorrí 16 locales en tres días, buscándolo. Toda una odisea. </P>
Esta historia comienza con un rollo de papel higiénico. Uno solo. Entre las muchas cosas malas que te pueden pasar en Caracas hay que sumar esa: que no haya papel en tu baño. En casi cualquier parte del mundo esta situación no reviste la condición de alarma que desde hace meses tiene en la capital venezolana. Y en toda Venezuela, para ser más precisos. Sólo con mucha, mucha suerte podría uno lograr lo que parece tan sencillo y normal: salir de casa, parar en el supermercado y comprar un paquete de lo más tranquilo. La cotidianidad extraviada.
Durante semanas el producto estuvo escaso. Durante días desapareció por completo y se multiplicaban las imágenes de anaqueles vacíos. Acostumbrados a que esto pasara con la leche, el azúcar, el aceite de maíz y la harina, los venezolanos hicieron lo que ya habían aprendido: ir de un lugar a otro, buscar y buscar hasta encontrar y comprar la mayor cantidad posible, empujados por la incertidumbre. Finalmente, el gobierno de Nicolás Maduro también hizo lo que sabe hacer muy bien: culpar a la gente.
El ministro de Comercio, Alejandro Fleming, fue el vocero. Que no, dijo, que no se trataba de una caída en la producción interna. Que todo esto era una crisis momentánea generada por los enemigos de la revolución y apoyada por una campaña mediática que ha llevado al pueblo a los extremos de la sobredemanda. Y hasta mostró algunas cifras que ubicaban al consumo normal de la patria en 125 millones de rollos de papel tualé mensuales junto a un estimado de exceso en torno a los 40 mil rollos. Por eso, amenazó, el gobierno saturaría al mercado para calmar las ansias y derrotar a los adversarios del socialismo del siglo XXI: "Vamos a traer 50 millones para demostrarles a esos grupos que no lograrán doblegarnos".
Eso fue el 14 de mayo. Si arribaron al país o no esos 50 millones de rollos no se sabe, aunque la presencia de algunas marcas estadounidenses que no solían circular por acá sugieren que algo llegó. Pero no se ha visto a Nicolás Maduro convocando una de sus cadenas de radio y televisión para celebrar que ahora sí podríamos ir al baño en paz.
Como sea, la verdad en Caracas es así: el espacio donde normalmente estarían los rollos en el supermercado Plaza´s está ocupado hoy por empaques de "lecho sanitario de gatos", una provisión de servilletas con primorosos diseños de colores y tres versiones de toallas multiuso para sacarles brillo a los muebles, para limpiar ventanas y otra para dejar refulgentes sus objetos de metal. Parece joda.
Pero no lo es. En esta sucursal hace semanas que no llega un rollo de papel higiénico. Estamos en Los Palos Grandes, una urbanización del este de la ciudad, en las faldas del cerro Avila, cuyos habitantes se mueven entre la clase media y la media alta. Unas calles más allá, frente a la moderna plaza de Los Palos Grandes, en el supermercado de la competencia, el Excelsior Gama, el anaquel del papel tualé es un desierto. La encargada, que no quiere dar su nombre, suministra un dato al comprador decepcionado: "Nunca sabemos cuándo va a llegar papel. Lo recibimos, lo ponemos a la venta y vuela. En una o dos horas se acaba. La semana pasada recibimos el lunes y el miércoles. Lo que sí te puedo decir es que en el Farmatodo reciben y lo sacan todos los días en las mañanas".
Farmatodo es la red de farmacias más extensa del país. Venden mucho más que medicinas. Pero el dato no es verdad. Que no tienen papel todas las mañanas, dice una cajera: "A veces llega, pero no es seguro. La semana pasada no recibimos. Y hoy tampoco. Cuando llega, viene en las mañanas, como a las 10. Se acaba muy rápido".
Guiado por otro rumor y por la amenaza del único rollo en casa, salgo manejando por la autopista hacia el sureste de la ciudad: dicen que en la urbanización Santa Fe siempre se consigue papel. Allí, entre edificios de clase media alta, hay un local de los supermercados El Patio. Hay casi de todo, menos papel.
El empleado está sentado en el piso ordenando mercancía. Dice: "El miércoles pasado llegó, pero no hemos vuelto a recibir". Es martes y el hombre calcula que el jueves aparecerán los rollos. Ante mi interés, él ve la posibilidad de hacerse con una propina: "Usted viene y si ve que no hay, me busca que yo le saco algo".
-¿Pero es que lo guardan y lo van soltando poco a poco?
-No, no, eso no se puede. Está prohibido guardarlo en el almacén. Pero usted sabe, siempre queda algo por ahí…
Un poco más arriba hay una sucursal de los supermercados Central Madeirense. A esta hora está repleto de gente que si acaso buscaba papel, terminó encontrando otros productos que forman parte de la cacería diaria: harina PAN, margarina Mavesa y aceite de maíz Mazeite. Ni siquiera los ubican en los estantes: los empleados ponen las cajas en el piso y de ahí las agarran directamente. Uno de ellos acepta responder, pero siempre desde el anonimato: "Debería venir el próximo lunes, pero no es seguro".
¿Y por qué nadie quiere dar su nombre? Al inicio de esta crisis, algunos gerentes y encargados de estos negocios tuvieron problemas con sus jefes por hablarle a la prensa. Sus patrones temen las represalias del gobierno. Por eso ahora se cuidan. Al gobierno no le gusta que le señalen sus faltas en público, que le digan que esta situación se debe a que sus decisiones políticas y leyes tienen arrinconado al sector privado, que le recuerden que el dólar controlado no fluye a la velocidad que requiere el consumo nacional, que le aclaren que los precios congelados a la fuerza distorsionan y alientan el desabastecimiento, que le señalen que las empresas que expropió dejaron de ser competitivas.
Roberto León Parilli es el presidente de la Alianza Nacional de Usuarios y Consumidores, Anauco, una asociación civil que vela por la defensa de los derechos de los consumidores. León Parilli tiene claro el panorama: "La mayoría de los productos que se consume en el país son importados. La industria nacional de hoy no tiene capacidad para satisfacer la demanda interna y depender de las importaciones nos hace caer en variables de difícil control". Y continúa: "En estas últimas semanas lo que tenemos es escasez, no desabastecimiento. Y eso es peor, porque significa que no consigues el rubro que buscas. El Banco Central de Venezuela acaba de reconocer que el índice de escasez es 20%, un número que asusta a cualquiera. Para completar tu compra debes visitar cinco o seis lugares. Y ya hasta se inventó una aplicación para teléfonos, Abastéceme, que informa dónde se consiguen tales o cuales productos".
Sobre el problema con el papel higiénico, apunta, confluyen dos factores: "Por una parte, el gobierno expropió empresas productoras de papel y el Estado no es un buen empresario. Y por otra, tienes precios controlados y devaluaciones, lo que empuja al importador a dejar de traer el producto y también los insumos para hacerlo localmente, porque dejó de ser rentable".
La situación afecta a todos. Trece estaciones de Metro separan a Los Palos Grandes del bulevar de Catia. En las calles que se cruzan con el bulevar comienzan las empinadas subidas hacia algunos de los barrios más pobres de la ciudad. La cajera de un almacén ofrece una esperanza: "Hace como tres días que no llega papel. De repente, esta tarde. O el lunes".
Más arriba, en otro negocio similar, pero de mayores dimensiones, uno de sus propietarios es pesimista: "Debería llegar la próxima semana, porque ya hace una semana que no recibimos nada. Igual, cada vez que llega la gente se vuelve loca comprando". Tras recorrer nueve locales en el bulevar, el balance es de cero papel: aquí lo que hay es toallín, una variante de toallas absorbentes reusables que sí, en caso de emergencia, podrían resultar una opción viable. En la ciudad, incluso, se comenta que los desesperados venezolanos, a falta de papel tualé, se están robando las servilletas de papel de los restaurantes, algunos de los cuales ya están alerta: ahora las darían contadas por cliente.
El consumidor que inició esta historia con un rollo de papel en casa ha visitado 16 locales en tres días, incluyendo -además de los mencionados- dos negocios chinos en el centro de Caracas. Y sigue teniendo un solo rollo. Menos de uno, en realidad. Ya sin esperanzas, la última parada es en el Excelsior Gama de Santa Eduvigis -zona vecina a Los Palos Grandes-, el más grande de la cadena. Es la 1 de la tarde. Las filas en las cajas son enormes. Es el momento justo: han aparecido bultos de papel tualé. Pero esto durará poco. Todos cargan con lo que pueden. Tres paquetes de cuatro rollos de papel es lo permitido. Hay que comprar porque no se sabe cuándo habrá más. Debes comprar. Debes hacer una hora o más de fila para pagar por tu pequeño tesoro: 12 rollos. Al fin. Es casi un día de fiesta.
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